El lugar del hallazgo
"El tesoro apareció lo leemos en la memoria que don José María Soler redactó para el Servicio Nacional de Excavaciones Arqueológicas en el tramo denominado 'Rambla del Panadero' y en un punto situado a cien metros exactamente del extremo meridional del muro de contención [...]. Cartográficamente, [...] puede fijarse la situación de este punto en la cuadrícula 458/459-847 de la Hoja 820-III, 'Benejama', [...]. Se halla este punto precisa Soler en dicha memoria a unos 2 grados, 50 minutos, 13 segundos de Longitud E. y a unos 38 grados, 41 minutos, 10 segundos de Latitud N., entre las cotas de los 600 y 610 m. sobre el nivel medio del mar en Alicante."
Allí estuvimos el domingo pasado mañana de sol y amistad disfrutando con el colectivo "Edad de Oro. Los 50, un Tesoro" en otro de los actos organizados para conmemorar, al tiempo que nuestros cumpleaños, el del cincuenta aniversario del descubrimiento del Tesoro de Villena. Al respecto del lugar del hallazgo recomendamos la lectura de la memoria aludida, ejemplo de la precisión de Soler y de su exquisita narración, minuciosa y apasionante. Dicha memoria, publicada con el número 36, en 1965, en los "cuadernos" Excavaciones Arqueológicas en España, disponible también en la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes, es una joya. Como fue joya en nuestra visita el contar con la compañía de Enrique y Pedro Domenech, niños cuando el hallazgo, que nos emocionaron recordando in situ la experiencia y, muy importante, constatando al recordar a Soler y a sus colaboradores entre ellos sus padres una tradición arqueológica en Villena anterior al descubrimiento del Tesoro, tradición realizada con rigor y que permitiría la permanencia del Tesoro en la ciudad. Ya lo hemos dicho otras veces: De no haber existido esta labor previa, como la existencia desde 1957 del Museo Arqueológico gracias a los afanes como concejal de Alfonso Arenas, difícilmente el Tesoro hubiera permanecido en Villena.
Volviendo a la memoria del descubrimiento y en concreto al capítulo donde se describe el lugar del hallazgo, tras precisar la ubicación y características geológicas del valle de Benejama y vías de comunicación que discurren por éste, alude Soler a que "las numerosas ramblas que surcan las faldas de los montes marginales se pierden en el valle sin cauce aparente que las recoja." Y aquí, sabio de tantas cosas, no olvida el comportamiento torrencial de dichas ramblas señalándonos la existencia de la Cruz de la Cañada y su leyenda que perpetúan la memoria de trágicas avenidas. Y entre las ramblas, tras referirse a la riqueza arqueológica del valle, la rambla del Panadero; aclarando como también nos aclararon los primos Domenech los diferentes topónimos según tramos: Barranco Roch, rambla del Panadero y de los Cartagenas.
Una de las cosas que ya años me denuncia que envejezco es que duermo sin problemas la noche anterior a una excursión. A un viaje. Como dijimos cuando escribimos "No es gran cosa", cuando pequeño, la ilusión por ese mañana excursionista se traducía en insomnio. Y aunque aún me pasa, no me pasa con toda la intensidad de entonces. Agradezco cada vez más dormir bien, pero mal asunto me digo cuando no me desvela la emoción de lo porvenir, porque me parece que esa falta de insomnio es falta de ilusión y me parece que la pérdida de ilusión es un poco morirse. Un poco o un mucho.
El sábado pasado, la semana pasada, pensando en la excursión del domingo, me costó conciliar el sueño. Debo a mis amigos y amigas de "Edad de Oro. Los 50, un Tesoro" el recuperar ese desvelo impaciente, delicado. Como cuando éramos niño.