Como ya les conté recientemente, durante varios meses del año que está a punto de terminar esta sección se tomó un descanso; y también he visto menos estrenos que en otras ocasiones. Pero pese a ello no he querido abandonar la costumbre de dedicar la última entrega de diciembre al tradicional repaso de la cosecha cinematográfica.
Las posiciones de las dos mejores películas de la clasificación son prácticamente intercambiables esta vez, y representan lo mejor que puede dar el cine estadounidense cuando quienes manejan el dinero dan carta blanca a los realizadores y no coartan su creatividad. Este es el caso de Quentin Tarantino, firmante de la que en el momento de redactar estas líneas me parece la mejor cinta de 2019 (ya digo que si me preguntan cualquier otro día podría considerarla la segunda): Érase una vez en... Hollywood es una carta de amor al cine y a una época, finales de los años sesenta, que se corresponde con la infancia del realizador. Una suerte de reescritura de Amarcord donde los recuerdos de los días pasados junto a la familia y los compañeros de clase de Federico Fellini se convierten en una rememoración ficcional por parte de un Tarantino que ya no es el muchacho que triunfó en Cannes con Pulp Fiction (ya ha cumplido cincuenta y seis años), y que ahora recuerda (y revive) un tiempo ya mítico diluyéndose en las ensoñaciones que emanaban de la pantalla, tanto de la grande como de la pequeña. Una elegía que hace de la malograda Sharon Tate -recreada por una estupenda Margot Robbie- sinécdoque de todo un universo y que convierte a Leonardo DiCaprio y Brad Pitt en la mejor pareja cinematográfica del año, una suerte de Paul Newman y Robert Redford (respectivamente, a mi parecer) para nuevas generaciones de espectadores. Una película de aroma muy nouvelle vague, que recuerda a la libertad creativa de un Godard o un Rivette, y donde Tarantino se permite reinventar la historia como ya hiciera en Malditos bastardos, pero aquí con más desparpajo. En resumidas cuentas: una obra maestra de la que no escribí nada en su momento porque coincidió con el impase mencionado, lo que supone un agravio injusto que trato de paliar con estas líneas.
Por su parte, Netflix intenta quitarse el sambenito -ganado a pulso, la verdad- de plataforma audiovisual donde prima la cantidad sobre la calidad dándole a Martin Scorsese todo lo que pidió para materializar uno de sus proyectos más soñados. A propósito de la magistral El irlandés, su director y sus protagonistas ya me extendí más que suficiente hace dos semanas, en una de mis columnas más largas (si no la que más), por lo que a ella les remito si les interesa conocer con más detalle por qué lo nuevo del autor de Taxi Driver me parece una de las dos más grandes películas del año.
El tercer título del podio nos lleva a Corea del Sur, una de las cinematografías más potentes de los últimos años, y quizá la que más ha hecho por dinamitar la frontera entre el cine de autor y el de género... pues su versión del cine negro y el fantástico, al menos el que nos llega aquí, presenta la impronta incontestable de sus principales artífices. Buen ejemplo de ello son Memories of Murder y The Host, dos de los trabajos anteriores de Bong Joon Ho, quien ahora ha entrado a formar parte del olimpo de los cineastas contemporáneos al lograr la Palma de Oro de Cannes con Parásitos. Estamos ante una sátira salvaje, que se mueve con soltura entre géneros, que lo mismo recuerda a Buñuel que a Pasolini o a Polanski, que está interpretada magistralmente por todos y cada uno de los miembros del reparto, y que pervive en el recuerdo mucho tiempo después de asistir a su conclusión, tan emotiva y lírica como desoladora. Para buena parte de la crítica, y especialmente para los que no se han rendido ante las propuestas de Scorsese y Tarantino, es la gran película del año.
Resulta obvio que 2019 ha resultado particularmente productivo para los cineastas más veteranos: y es que además de Scorsese, que este año ha cumplido los setenta y siete, Marco Bellocchio y Pedro Almodóvar nos han regalado también dos piezas magistrales y ya fundamentales de sus respectivas filmografías. El italiano, que ya ha alcanzado los ochenta años de edad, firma con la vigorosa El traidor la otra gran película sobre la mafia del año, y posiblemente el ruido mediático que ha despertado El irlandés no la ha beneficiado en taquilla precisamente y ha pasado injustamente desapercibida fuera del circuito de festivales y premios. Basada en la historia verídica de Tommaso Buscetta, quien se convirtiera en un delator de la Cosa Nostra siciliana tras ser detenido durante su exilio en Brasil, es una cinta que participa de la estética de cinéma vérité tan querida por el director, emparentándola con el cine europeo de denuncia política de Francesco Rosi o Costa Gavras. Y además es un film que avanza de forma demoledora de principio a fin, pues su realizador y su actor principal -un Pierfrancesco Favino intachable- logran que las dos horas y media de metraje pasen como un suspiro.
En cuanto a Pedro Almodóvar, este nos ofrece otra muestra de cine sobre cine, si bien a sus setenta años se decanta por una propuesta extraordinariamente compleja en su estructura, además de más reflexiva y más explícitamente autobiográfica que la de Tarantino: Dolor y gloria es una vuelta de tuerca a otro título clave de Fellini, esta vez 8 y ½, con un Antonio Banderas soberbio como álter ego del cineasta manchego. A mi parecer, la mejor película española del 2019 con diferencia, y a la que también dediqué una columna en su momento que pueden consultar si así lo desean.
Si de completar un Top 10 se trata, y dejando claro que el resto de títulos quedarían muy lejos del nivel alcanzado por los cinco primeros, citaría dos películas que tienen en común el protagonismo de Joaquin Phoenix, sin lugar a dudas el actor del año: Joker de Todd Phillips y Los hermanos Sisters de Jacques Audiard; otras dos cintas que son perfecto ejemplo del nuevo cine de terror aclamado por la crítica: Midsommar de Ari Aster y Nosotros de Jordan Peele; y finalmente Glass (Cristal), el cierre de M. Night Shyamalan a su personalísima trilogía superheroica iniciada por El protegido y continuada con Múltiple. Cinco películas que podrían encabezar cualquier lista de lo mejor de cualquier otro año con una cosecha menos brillante que la presente.
Por supuesto, en 2019 ha habido otras grandes películas que se han quedado fuera: pienso en propuestas de autor como la excelente La favorita del griego Yorgos Lanthimos o la controvertida (y muy bruta) La casa de Jack del danés Lars von Trier; y en otras estupendas películas españolas como El crack cero (o el retorno del Germán Areta de José Luis Garci, otro veterano en plena forma), Quien a hierro mata (la propuesta de noir gallego firmada por Paco Plaza) o Mientras dure la guerra (el biopic de un Unamuno otoñal a cargo de Alejandro Amenábar)... Tres películas con otros tantos actores inspiradísimos: Carlos Santos, Luis Tosar y Karra Elejalde respectivamente. Pero no quiero despedirme sin dejar de mencionar un espléndido y modélico blockbuster como Vengadores: Endgame: una obra la dirigida por los hermanos Anthony y Joe Russo que, piense lo que piense mi admirado Scorsese, no solo sí es cine, sino que además es cine del bueno; un cine que se estudiará en el futuro con tanta admiración como otros -él, paradigma del cineasta cinéfilo, incluido- estudian, analizan y disfrutan hoy muchos westerns artesanales o algunos filmes policíacos de serie B.
Dicho esto, solo me queda felicitar estos días navideños y desear un estupendo 2020 cargado de buen cine a todos los lectores de El Periódico de Villena. Nos seguimos leyendo, si gustan de publicar algún comentario, en breve.