Abandonad toda esperanza

El último viaje del cronopio

Abandonad toda esperanza, salmo 117º
Tarde o temprano tenía que hablarles de Julio Cortázar. Aunque solo fuera para contarles que fui a verle.

Hace unos días viajé a París, y preparando el peregrinaje siempre tuve claro que, más allá de la Torre Eiffel, el Arco del Triunfo, los Campos Eliseos, Notre Dame o los museos del Louvre y el Georges Pompidou, la verdadera cita inexcusable era conducir mis pasos al Cementerio Montparnasse, lugar donde descansan los restos del escritor argentino junto a los de su tercera esposa, Carol Dunlop. También me acerqué al camposanto de Montmartre para visitar a François Truffaut, pero esa es otra historia.

"¿Por qué visitamos la tumba de alguien a quien no hemos conocido en absoluto?", se pregunta el escritor Cees Nooteboom, para luego responderse a sí mismo: "Porque aún nos dice algo, algo que sigue resonando en nuestros oídos, que hemos retenido e incluso no hemos olvidado, que nos sabemos de memoria y de vez en cuando repetimos, en voz baja o en voz alta. Con alguien cuyas palabras siguen estando presentes para nosotros mantenemos una relación, del tipo que sea".

Me parece una buena justificación a la caminata que tuve que emprender para contemplar la lápida del autor de Rayuela, sobre todo viniendo de alguien que se ha dedicado a realizar un pormenorizado tour por las tumbas de los escritores y filósofos a los que admira y forman parte de él. Un periplo este que algunos tacharían de morboso pero que en las manos del escritor holandés se convierte, precisamente, en una celebración vital de la obra y la memoria de estos pensadores.

El evocador texto de Nooteboom, acompañado de las fotografías realizadas por su esposa Simone Sassen, está al alcance de los lectores en Tumbas, editado con su exquisitez habitual por Siruela. En sus páginas contemplarán no ya las lápidas de autores contemporáneos, algunas de las cuales pude ver en persona, como las de Baudelaire, Sartre, Beckett o Ionesco, sino hasta el monumento funerario del mismísimo Virgilio.

En su evocación de Cortázar, Nooteboom recuerda la última odisea que el añorado gran cronopio emprendió junto a Carol Dunlop poco antes de que esta falleciera. En aquel particular periplo de treinta y tres días entre París y Marsella, a bordo de la caravana Fafner y deteniéndose en cada parador que se les aparecía en el camino, el Lobo y la Osita compartieron momentos de intimidad que luego revelarían al mundo en Los autonautas de la cosmopista, el libro de viajes más original del siglo XX. No se lo pierdan.

"Lo que en realidad importa sigue siendo invisible", subraya Nooteboom. Y luego añade una aseveración con la que no podemos menos que comulgar: "el lector ve junto a la tumba de su poeta lo que otro no ve".

Tumbas (de poetas y pensadores) y Los autonautas de la cosmopista están editados por Siruela y Alfaguara respectivamente.

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