Abandonad toda esperanza

Elogio de la locura

Abandonad toda esperanza, salmo 216º
No se quejará Dennis Lehane con la suerte que han corrido sus novelas al ser llevadas al cine: Clint Eastwood convirtió Mystic River en una de las obras maestras indiscutibles del cine norteamericano, mientras que el por lo general sosísimo Ben Affleck debutó como director con la sobria y negrísima Adiós pequeña, adiós. Ahora le ha tocado el turno a Shutter Island, que en su día me pareció un ejercicio de intriga demasiado tramposo y de redacción mediocre, muy alejado de los grandes nombres del género negro con los que sus más fervientes seguidores lo emparentaban. Pero me disculparán si ante las triquiñuelas que no perdono a un escritor hago la vista gorda cuando de un arte visual como el cine se trata, más aún si la adaptación corre a cargo de un realizador merecidamente considerado por muchos como el mejor cineasta vivo.

Las comparaciones, además de odiosas, pueden resultar tan ilustrativas como para que una de las más acertadas reflexiones que he leído acerca del arte de hacer películas se basara precisamente en confrontar dos filmes estrenados a comienzos de los 90: Drácula de Francis Ford Coppola y En nombre de Caín de Brian De Palma, directores ambos pupilos aventajados de Roger Corman, y filmes que el crítico en cuestión consideraba respectivamente como la cumbre de la exquisitez y el buen gusto visuales y el más tramposo y rastrero remedo del legado de Hitchcock. Lo curioso es que al comentarista le gustaba por igual el resultado final de ambas; a mí no, pero casi. Ahora, en esta Shutter Island dirigida por Martin Scorsese, en su día también discípulo de Corman, se conjugan referencias como las de Hitchcock y el propio De Palma, al mismo tiempo que se ha dicho de ella que ocupa en la filmografía de su realizador un lugar parejo al de El resplandor en la de Stanley Kubrick. No me parece un símil cogido por los pelos ya que ambas, además de reflejar los conflictos de la mente, son adaptaciones de novelas de género por parte de realizadores autores... aunque muchos se olviden de que Scorsese ya se había acercado al thriller comercial con El cabo del miedo, remake que salía perdiendo al compararse con la cinta original y en donde un excesivamente caricaturesco Robert De Niro hacía añorar al mucho más terrorífico Robert Mitchum. A veces menos es más.

Este axioma podría aplicarse a Shutter Island, divertimento que arranca con una intriga de las de habitación cerrada que tan buen resultado le dieron a Gaston Leroux y que recuperaron cineastas como Hitchcock en Alarma en el expreso o Terence Fisher en Extraño suceso, y que termina con un giro sorpresa (aunque demasiado previsible) que redefine todo lo que el espectador ha visto hasta entonces. Entre una cosa y otra, gracias al talento de Scorsese y a un Leonardo DiCaprio cada vez mejor actor, la cinta se convierte en un carrusel de emociones que nos retrotraen no solo al Mago del Suspense sino también a la mejor serie B, la de realizadores como Robert Siodmak, Joseph H. Lewis, Jacques Tourneur o Sam Fuller... Todos ellos referencias inexcusables para un cinéfilo confeso como Scorsese, que aquí hace por ese cine negro barato y urgente lo que Rodriguez y Tarantino hicieron por el terror y la serie Z con Grindhouse: rescatarlo y ponerlo a punto. Algunos hablarán de un trampantojo fullero, los más de un Scorsese menor; yo, como al personaje de DiCaprio durante dos días, me han permitido vivir una fantasía dionisíaca durante dos horas, y me lo he pasado de fábula. Y eso que ya me la sabía.

Shutter Island se proyecta en cines de toda España.

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