Cartas al Director

Es una palmera, aunque se vean muchas

En el Paseo Chapí está creciendo un ejemplar poco común de palmera que necesitaría ser trasplantada para garantizar su crecimiento

En el parque Ruperto Chapí de Villena crece la singular palmera que puede verse en las fotos 1 y 2, aunque días después de fotografiarla fue podada nuevamente. Como dice el título, es una sola palmera, aunque aparentan ser muchas por el desmesurado ahijamiento de plantas que se produce en este ejemplar.

Su número, que no es fácil de contar aparte de la principal, actualmente es cercano a treinta palmeras siamesas nacidas por ahijamiento a partir de un solo hueso de dátil germinado al pie de una vieja palmera macho de las trasplantadas hace muchos años donde había olmos, como recordamos las personas mayores, pero si se la dejara desarrollarse, este número sería muchísimo mayor con el paso de los años, como puede verse en la palmera de la foto 3, donde es prácticamente imposible el conteo sin destruir el conjunto.

Antes de continuar, conviene decir algo sobre las palmeras: No son árboles, aunque por su tamaño lo parezcan, pues su naturaleza no es leñosa sino herbácea. En lenguaje vulgar podríamos decir que son como matas de hierba capaces de alcanzar, en el caso de nuestras datileras (Phoenix dactylifera), algo más de 25 metros de altura y vivir unos doscientos años en posición natural, pero sin llegar a los 30 metros, pues la Física, en este caso, impone sus leyes a la Biología, y hace que el peso de sus troncos las haga caer cualquier día de fuerte viento. Cuando son jóvenes, un buen porcentaje de ellas produce tallos secundarios alrededor del central, a poca distancia del suelo, y si cortamos éste podríamos fácilmente formar ejemplares como el de la famosa palmera del Huerto del Cura en Elche.

Pero la que comentamos en el caso de Villena se dedica, antes de destacar creciendo en altura, a producir nuevas palmeras por ahijamiento, de forma semejante a lo que sucede, por ejemplo, con un grano de trigo, del que primero nace una sola planta, pero que durante la fase de ahijamiento se divide en varios tallos que producirán otras tantas espigas. Como se dijo al principio, la palmera villenense ha sido podada (por lo menos es la segunda vez que se cortan sus hijuelos), pero como el crecimiento de las hojas es basal, volverá a rebrotar de la misma manera hasta agotarse las palmeras hijas con sucesivas podas.

El motivo de contarles esto es porque, afortunadamente, podemos ver, en la foto 3, el resultado futuro, a unos 50 años vista, de este ahijamiento observando lo sucedido en una similar palmera de Cox, la cual ha sido recientemente aclarada en su base dejando solo los cinco ejemplares más desarrollados (foto 4), todos ellos, naturalmente, del mismo sexo, con su cosecha de dátiles, pues se trata de un individuo hembra. Este caso de Villena, como el de la palmera de Cox, es un fenómeno que se prodiga poco, pues, quien esto firma, que se ha criado entre palmeras, solo ha visto dos casos iguales en su ya larga vida. Y añade que, si tuviera un lugar adecuado para trasplantarla, se la pediría al Ayuntamiento villenense para conservarla y permitir su desarrollo natural, que sería como el que puede verse en la foto 3.

Hemos dicho también que esta especie de palmeras suele vivir unos dos siglos en posición natural, pero si variamos su forma, el caso es distinto. Citando nuevamente a Cox, allí hay también otro ejemplar, llamado popularmente “La Culebra”, que tal vez duplique esa edad, pues los primeros 19’80 metros de su tronco han crecido a ras del suelo formando una circunferencia casi perfecta hasta volver al punto de nacimiento, donde se levanta adoptando la forma vertical con algo más de cinco metros crecidos en el último siglo. Recuerdo que sus dátiles (es un ejemplar hembra), todavía se apoyaban en el suelo hacia los años 40 del pasado siglo XX.

Por: Rafael Moñino Pérez

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