Far West
Abandonad toda esperanza, salmo 176º
Cuando un servidor era apenas un crío le tenía una aversión absoluta al lejano Oeste: cualquier relato con cowboys, caballos, forajidos o indios dentro me provocaba un hastío increíble, y no alcanzaba a comprender qué interés le veía mi padre a las películas de dicho género que se emitían en la sobremesa de los fines de semana, o por qué mi abuelo intercambiaba y devoraba con ansia aquellas novelitas de quiosco firmadas por Marcial Lafuente Estefanía o Silver Kane, al cual ya con su verdadero nombre de Francisco González Ledesma yo conocería y admiraría muchos años después.
Pero luego llegó la madurez -la mía, no la del género-, y con ella empecé a disfrutar de los filmes de John Ford, Howard Hawks, Anthony Mann, Sam Peckinpah o Sergio Leone, que me enseñaron a apreciar la poesía que encerraba un género narrativo que, según Jorge Luis Borges, venía a ser para un territorio de breve tradición cultural como Norteamérica su verdadera literatura épica.
No cabe duda de que ha sido el séptimo arte el que ha otorgado esta categoría a un género que en letra impresa, salvo muy contadas excepciones, no nos ha legado excelsas muestras de talento. Lo mismo sucede en el ámbito del cómic, donde siempre han existido los relatos del Oeste pero con mucha menor presencia que otros géneros como el fantástico, el policíaco o el bélico. Eso no quita para reconocer que han aparecido obras maestras incluso en países ajenos a dicha tradición, y no hay que irse muy lejos para encontrarse con la esplendorosa Sunday, de nuestros Víctor Mora y Víctor de la Fuente.
Ahora bien: hablar del western en el cómic es hablar de Blueberry: la longeva serie en principio escrita por Jean-Michel Charlier y dibujada por Jean Giraud, y protagonizada por un teniente cuyo físico se inspiró en el célebre actor galo Jean-Paul Belmondo, ha marcado un antes y un después en la plasmación del particular universo del Far West en el mundo de las viñetas.
Tan impactante fue la influencia de Blueberry que el principal propósito de Greg y Hermann a la hora de concebir su Comanche fue apartarse de las directrices marcadas por Charlier y Giraud. El resultado fue una de las mejores historietas del Oeste jamás publicadas, que bebe directamente de los clásicos cinematográficos del género, y en la que el autor de Jeremiah consiguió plasmar aquellos años pretéritos en unas ilustraciones de parajes naturales de una belleza desbordante.
Además de la pervivencia de estos clásicos, y al igual que sucede intermitentemente en los cines de todo el mundo, la aparición de novedades como Bouncer desmiente que el tebeo del Oeste haya muerto del todo: aquellos que hayan visto el clásico de culto El Topo ya sabrán cómo se las gasta Alejandro Jodorowsky en su particular acercamiento al género, pero su serie del pistolero manco es tan novedosa en algunos aspectos como respetuosa con sus ancestros en otros. A ello contribuyen los lápices de un François Boucq en estado de gracia.
Léanlas. Se las recomienda alguien que, definitivamente, ya no le tiene manía al Lejano Oeste.
Blueberry y Bouncer están editados por Norma Editorial; Comanche está editado por Planeta de Agostini Cómics.