Fiestas
No lo puedo resistir. Y créanme cuando les digo que le doy vueltas y más vueltas antes de lanzarme otra vez sobre ello, que me sorprendo a mí misma de nuevo pensado en ellas y me digo: Isabel, otra vez pensando en fiestas, si todavía es marzo, pero nada, no puedo evitarlo. Es un sentir tan impreso en mí que cualquier combate razón-corazón en este aspecto es apostar a caballo ganador.
No creo que sea necesario pero, por si les ha quedado alguna duda, les diré que voy a hablar de fiestas. Y lo hago porque esta noche comienza oficialmente El Ecuador y volverán a sonar notas festeras en las calles. Ahora tocaría decir: Y Villena olerá a fiestas, pero como huele a caca mejor lo obvio. Y el domingo el Santuario se llenará de colores, sabores y gentes que ataviados con camisetas identificativas de escuadras y comparsas acudirán a su cita anual. Y se harán gachamigas, y ajo. Y habrá almuerzos al aire libre con habas, longaniza, tocino
Y eso hace pueblo y propicia reencuentros, porque acudir a la cita, 6 meses después, traerá consigo la coincidencia de amigos, pero amigos de comparsa, amistades éstas que no son ni las de siempre ni las de nunca, ni las conocidas, ni las indiferentes, son sencillamente las de fiestas. Tan simple como tan grande.
No quiero dejarme llevar por la apasionada visión que tengo de nuestros días grandes, ni pecar de papismo ignorando que los sentimientos y momentos arriba descrito son aplicables a todas y cada una de las Fiestas que este país celebra y que llevan a cabo sus pueblos en honor a , por tradición o por legado de Pero me solivianta, y mucho, cada vez que oigo las tan manidas frasecitas de en Villena sólo se piensa en fiestas o sólo se vive para las fiestas. Y mi enfado tiene dos porqués. El primero, porque no son hechos que se ajusten a verdad. Y el segundo, porque usarlas de excusa ante carencias propias de acciones ciudadanas o actuaciones políticas me parece un verdadero desatino.
Nuestra ciudad es una ciudad que trabaja y quiere crecer, y por lo tanto no es merecedora de estas tópicas palabras que concluyen diálogos a costa de menospreciar algo que para Villena es importante, muy importante. Y lo es por su número de participantes, y porque llenan calles y casas en sus días grandes. Y porque completan espacios huecos para algunos el resto del año. Y además, llenan bolsillos que comen de ellas, y si todo esto no es capaz de hacernos germinar un orgulloso discurso que las aleje de esa perjudicial verborrea hacia ellas y hacia nosotros algo está fallando. Porque nada tiene que ver el tren con la entrada, ni el parking con los moros, ni la ausencia de logros con las dianas, eso son otras batallas menos plácidas y totalmente alejadas de la expresión del sentir popular. Y nos gusten más o nos gusten menos, nos quedemos o se vayan, están ahí, y por su aportación en muchos aspectos son merecedoras de un trato a su altura.
Trato que le niegan aquellos que desgastados en sus argumentos, carentes de ideas o incapaces de generar debates constructivos, terminan sus conversaciones por la calle del medio y se consuelan en el juego de palabras arriba descrito, sin pararse a pensar por un momento que ningún padre trata así a un hijo, consiguiendo tan solo que el oriundo despreocupado y árido de buenas razones acate la frase con reverencia zanjando con este gesto el discurrir cualquier posible solución para tantas y tantas cuestiones necesarias el resto de los 360 días contribuyendo con ello a la actual desidia social que padecemos.