¿Cómo están ustedes?

General y básica

Educación General Básica denominaba la Ley General de Educación de 1970 a la Enseñanza Primaria. Pero decíamos "é-jé-bé". No sé si fue por entonces o antes cuando en España empezamos a convertir muchas siglas en acrónimos y como dice la RAE –aquí un acrónimo– incorporándolas al léxico común como sustantivos. En el caso de la EGB deletreando. Lo que sí que sé es que desde entonces la Enseñanza se nos ha llenado de siglas y sigloides.

Para el vocabulario en Economía, Josefa Gómez de Enterría escribe que "el fenómeno de la proliferación de las siglas se muestra como un reflejo de la realidad económica del momento actual." (Véase J. Gómez de Enterría, "Las siglas en el lenguaje de la economía". En Revista de Filología Románica, 9, 267-274, Editorial Complutense, Madrid, 1992.) En Economía y, como decíamos, en la Enseñanza. Sean leyes, que desde entonces no nos han faltado –LOECE (1980), LODE (1985), LOGSE (1990), LOPEG (1995), LOCE (2002), LOE (2006), LOMCE (2013)–; sean personas, acciones, colectivos, espacios, pruebas: PT, ACI, PAF, COCOPE, AMPA, PAU... Así hasta llamar a los Colegios CEIP (Colegio de Educación Infantil y Primaria) y a los Institutos, IES (Instituto de Enseñanza Secundaria).

Participando en algún Consejo Escolar algunos padres han denunciado nuestro lenguaje chamánico porque hablamos, abusando de siglas y sigloides, con jerga de secta. No les falta razón. Pero vamos a lo que vamos, que era hablar de la ley que después de muchos años sin cambiar, vino a regular la educación. Tocándonos a nuestra generación el estreno y desarrollo. Con sus titubeos y ensayos de todo estreno. Por ejemplo aquello de las fichas que inauguraba un magro negocio editorial. Por ejemplo aquello de la "enseñanza personalizada" que anunciaba experimentos delicados por considerar maduros a los que todavía éramos inmaduros. Las fichas no eran reciclables. Y no eran tiempos de fotocopias porque apenas existían las fotocopiadoras. Las fichas se nos vendían de año en año complementarias a los libros de texto. Muchas, según asignaturas, se quedaban sin realizar. Para mi disgusto principalmente las que pedían creatividad. Se quedaban porque era imposible, no había tiempo durante el curso por mucho que hubiera durado, para hacerlas todas. Las que utilizábamos en Salesianos eran tochos gordos para cada asignatura. De la editorial Santillana. Llenas de actividades varias. Con diferente color: Amarillo oro para Ciencias Naturales. Azul para Ciencias Sociales. Naranja para Matemáticas. Verde oscuro para Lenguaje y Literatura.

Lo de la "enseñanza personalizada" era que las dos primeras horas de la mañana escogíamos las asignaturas –entre Sociales, Lengua, Naturales y Matemáticas– a las que deseábamos ir, mezclándonos los alumnos de sexto, séptimo y octavo en las aulas. Recuerdo en algunas asignaturas saturación, en otras vacío. Como recuerdo que irresponsablemente había quienes no acudían en toda la semana a alguna asignatura. Pronto hubo que poner orden a esto. En algún caso para que cupiéramos, en otros para que acudiéramos.

De cualquier modo, desde los años sesenta, años del desarrollismo, se hacía necesaria una nueva legislación educativa que superara los presupuestos ideológicos de las leyes educativas vigentes originarias de los tiempos de posguerra y que respondiera a las inquietudes de los docentes que ya en las aulas venían renovando métodos y contenidos haciendo caso omiso del espíritu y de las rancias consignas institucionales que sonaban caducas. A esto vino la Ley General de Educación. Lo peor, demostrado en la fiebre legislativa posterior y actual, ha sido el hacer tabla rasa hasta con lo positivo de lo pasado y por parte de algunos pedagogos incompetentes, alejados de las aulas, el empeño por convencer al profesorado de que no sabe enseñar.

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