Gente de ideas
José Martínez Ortega tenía una percepción privilegiada y muy lúcida de lo que necesitaba una ciudad como Villena
A José Martínez Ortega, in memoriam
Tengo la sospecha de que mi madre murió convencida de que yo me había hecho comunista. Con dulzura me lo preguntó varias veces en sus últimos años de vida; sobre todo cuando en la campaña para las elecciones municipales de 1999 tuve el honor de presentar la candidatura local de Izquierda Unida en la Casa de la Cultura de Villena.
Esto fue a finales de mayo. Mi madre estaba muy enferma, luchando… Hasta que en enero, de madrugada... Por entonces bien sabía ella con quiénes me reunía en ocasiones, "gente de ideas" como ella solía decir para referirse a aquellas personas que cuando el Franquismo se sabían rebeldes contra el régimen. ¡Gente de ideas! Como si los que apoyaron a la dictadura no las tuvieran. Y muy claras.
Fue a finales del Franquismo cuando empezamos a preguntarnos y a interesarnos por la política. La trascendencia de ciertos acontecimientos espoleó nuestro interés. Pero a finales del Franquismo aún éramos niño. Hace una década, cuando en este EPdV escribimos "Magnicidio" recordando el atentado a Carrero Blanco, señalábamos que en diciembre de 1973 teníamos diez años "y decir que entonces ya teníamos conciencia política sería decir excesiva precocidad. Pero aquella muerte tan violenta nos despertó cierta inquietud por las cosas de los gobiernos. O los comentarios en torno a esa muerte. Porque con diez años escuchamos distintos pareceres, variados y contrastados, respecto al atentado".
Para nosotros, niños aún en aquellos años, resultaba todo algo confuso, un lío. Vivíamos en un reino sin rey y en una "democracia orgánica" que por mucho que se dijera democracia, siendo contraria al liberalismo y al parlamentarismo, a los partidos políticos y al sufragio universal, por mucho que se asentara en la familia, en el municipio y en el sindicalismo vertical, no era democracia. Las corporaciones estaban por encima del individuo. Democracia sin libertades ni separación de poderes, represora.
Y todavía los ecos de aquel lenguaje grandilocuente heredado de Falange que nos recordaban que nuestro país era una "unidad de destino en lo universal". Ecos que escuchábamos sin entender. Los de nuestra generación, a diferencia de la generación de mis hermanos y anteriores, no tuvimos esa asignatura que titularon Formación del Espíritu Nacional. En definitiva, por edad, nuestro interés por la política se avivaría a partir de la muerte de Franco y más en los años de la Transición y consolidación democrática. Años de instituto y carrera universitaria.
En ese camino de toma de conciencia política conocimos a "gente de ideas", entre ellos a José Martínez Ortega, estimado porque tenía una percepción privilegiada y muy lúcida de lo que necesitaba una ciudad como Villena. Uno está cansado de políticos que funcionan a salto de mata, improvisando según las circunstancias o las encuestas, sin plan. Martínez Ortega no. Martínez Ortega tenía en aspectos fundamentales para el desarrollo de Villena planes ambiciosos y a largo plazo. Pero le putearon propios y extraños. Por envidia, creo. Y por maldad. Apartado del mundanal ruido le supe, a través de mi hermano, tan activo, batallador y rebelde como aborrecido de muchas realidades que nos han traído estos tiempos de falsedades.
La última vez que lo vi fue en el hospital, dormido por la medicación. Me impresionó su imagen, su rostro intenso, satisfecho; y unas manos muy grandes. Hasta entonces no me había dado cuenta de esas manos tan grandes que tantas veces había estrechado. Su rostro me trajo el rostro de Machado en Colliure, esperando la muerte. La de Machado un veintidós de febrero, el veinte la de José Martínez Ortega. Ligeros de equipaje ambos, casi desnudos "como los hijos de la mar".
Acertadas palabras para los tiempiscque corren.
Si en los tiempos que narras ya no aceptaban a la gente con ideas que se dedicaba a la política y a mejorar su ciudad, imagínate ahora donde algunos políticos sin ideas se dejan llevar por las consignas del partido. Relegando a un segundo plano a la ciudadanía y la mejora de pueblos y ciudades.
La envidia es mala consejera siempre y, como decía mi padre, «Si la envidia fuera música, seríamos instrumentos andantes»
Mateo por casualidad leo tu brillante artículo sobre la persona de Pepe Martínez Ortega con quien tuve el privilegio de compartir amistad, bonitas palabras le has dedicado y que yo suscribo desde aquí, sus circunstancias políticas no le permitieron hacer realidad sus ideas, una lastima, su integridad fue un handicap en su carrera política.
Así es, así fue.
Magníficas ideas dificultadas por circunstancias políticas.
Una lástima.
Que no se nos olvide su firmeza.
Y menos su integridad.
Siempre dispuesto a contrastar pareceres, preguntaba mucho.
Atento y bueno.