Viéndolas pasar

Grande Gallardón

El alcalde de Madrid no deja indiferente a nadie. Tiene un “hacer” que rompe los moldes de muchos políticos de ese nivel y que, estoy seguro, es una de las razones por las que es respetado por los suyos y por los que no son de los suyos. Es más, diría que es respetado y temido.
Temido por su forma de trabajar, por su estilo. Lo que aquí trasciende, de lo que nos enteramos, es que la de Don Alberto es una forma de política que gusta al pueblo. Podrán decir que si Madrid está “patas arriba” con las obras que se están ejecutando; he de recordar a quien así se exprese y opine, que si no hubiese obras, la crítica sería idéntica, aunque en este caso por inmovilismo.

Está claro que si un alcalde, un equipo de gobierno, decide acometer proyectos y éstos son del tipo renovación de alcantarillados, tuberías de distribución de agua, etc., las calles se han de levantar con el consiguiente perjuicio, molestias e incomodidad a comercios, vecinos y población en general. No es menos cierto que estas obras, alguien, en algún momento de la vida, las tendrá que ejecutar. Creo que ningún gobernante ignora lo “impopular” de estas obras, la diferencia entre un buen gobernante y uno que mira sólo a las elecciones, desde mi punto de vista, está en que el primero piensa en la ciudad con un horizonte de tiempo mucho más amplio que una legislatura.

Pero no es esto lo que más admiro de Gallardón; para mí es fácil opinar así cuando no sufro más que esporádicamente las molestias de las obras que se están realizando en Madrid. Ya veremos si pienso igual si por fin se inician las obras del parking de Villena.

A Gallardón le he visto actuar con naturalidad hasta en los momentos en los que cualquier otro hubiese perdido los papeles y la compostura o hubiese pedido a “los de seguridad” que actuasen o sencillamente se hubiese retirado y guardado silencio. Don Alberto fue increpado en varios actos políticos, en una ocasión por jóvenes estudiantes y en otra, que yo recuerde, por artistas que protestaban. No sólo permitió las protestas sino que se interesó por ellas, no habló más alto para acallar las voces discrepantes que, sin tener turno de palabra, interrumpieron sus discursos. Gallardón, con dos “atributos”, solicitó al grupo que nombrase un representante y le cedió el micrófono: “Exprésese Vd. de forma que lo oigamos todos.” – creo recordar que dijo.

Interpreto que alguien tenía algo que decir al alcalde y éste, con buen criterio, quiso escucharle aunque ni fuese el momento apropiado, ni las formas fuesen acertadas. Sin embargo, él supo estar por encima de las circunstancias y recondujo una situación difícil con maestría.

Una prueba de fuego para este alcalde se produjo el fin de semana pasado. Una pareja de hombres solicitó casarse, como en derecho les es legítimo. Gallardón aceptó oficiar el enlace civil como alcalde de la Villa que es. No le han faltado críticas, dentro y fuera de su partido. Pero Don Alberto, con su “savoir faire” dio una rueda de prensa en la que esgrimió un argumento que, al menos a mí, me dejó boquiabierto, convencido y admirado.

Vino a decir que, independientemente de su opinión personal y la del partido al que pertenece, hay una Ley aprobada en democracia y está vigente. Su función, como alcalde y ciudadano, es respetar las leyes, cumplirlas y hacerlas cumplir.

Y digo yo, si cualquier españolito o españolita que no está de acuerdo con una ley la incumple, ¿en qué nos convertiríamos?

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