Abandonad toda esperanza

Histori(et)as

Abandonad toda esperanza, salmo 588º
Parece que fue ayer, pero ya han pasado doce meses y cincuenta columnas justas desde que les hablé de las Jornadas de Cómic de Alicante que coordina Paco Linares -que a la chita callando y en poco tiempo se ha convertido en uno de los principales dinamizadores del noveno arte en la capital de la provincia-, y que en aquella ocasión tuvieron en el mar su motivo central y en el homenaje al desaparecido editor Paco Camarasa buena parte de su razón de ser. Ahora, en su tercera edición, la gran protagonista del evento es la Historia en mayúsculas; una excusa excelente para reunir a un par de teóricos como Fernando J. Alcantarilla y Manuel Barrero y a una atractiva nómina de autores que han hecho de ciertos actos verídicos el material con el que forjar sus relatos más recientes.

Las jornadas arrancarán el próximo miércoles con la presencia de Carlos Puerta y Fidel Martínez, respectivamente el dibujante y el responsable único de dos obras centradas en sendos personajes históricos, ambos alemanes: el aviador Manfred von Richthofen y el poeta Paul Celan; y el viernes, el último autor en presentarse ante el respetable será Javier de Isusi. Pero como no he tenido la oportunidad de leer los álbumes de los primeros, Barón Rojo y Fuga de la muerte, y de Asylum ya glosé sus muchas virtudes en una columna de hace unos meses (y cuyo hiperenlace encontrarán más abajo), voy a centrarme en los dos títulos que protagonizarán la jornada del jueves 16; dos obras que, les adelanto ya, me parecen un par de obras maestras incontestables de nuestra historieta reciente.

A las siete de la tarde del jueves, el citado Manuel Barrero dialogará con Sento Llobell de un cómic que ya les he recomendado en un par de ocasiones: la primera, cuando su autor vino a las jornadas de Unicómic a presentar su primera (y ya premiada) entrega, Un médico novato; la segunda, más recientemente, en una de las reseñas que acompañan cada semana a esta columna (y que también recupero en los enlaces inferiores), y donde ya me hacía eco de la edición integral de la obra -incluye pues también Atrapado en Belchite y Vencedor y vencido-, que no es otra que la que se presentará en sociedad en estas jornadas. Pero por si todavía no se han enterado, les aclaro que este Dr. Uriel es un relato biográfico en viñetas que protagoniza el doctor Pablo Uriel Díez, suegro del autor, durante los años que duró la Guerra Civil española. Basándose en la documentación recopilada por Elena Uriel, la hija del protagonista y esposa de Sento, este último realiza una de las mejores novelas gráficas centradas en este período histórico, y conste que no me olvido de 36-39: Malos tiempos de Carlos Giménez, El arte de volar de Antonio Altarriba y Kim, Los surcos del azar de Paco Roca o incluso la reciente adaptación de José Pablo García del popular libro de Paul Preston. Las vivencias del doctor Uriel, que se plasman en cada página con una sensación de verosimilitud e inmediatez tal que el lector puede llegar a sentir que es el propio Sento, o incluso él mismo, quien las experimentó en primera persona, son un testimonio más de esa intrahistoria que no aparece en los estudios y los manuales que normalmente se estudian en institutos y universidades... pero que deberían recuperarse y mantenerse presentes de una manera u otra. Sobre todo cuando ocurre como con Dr. Uriel: es una lectura tan accesible e idónea para un amplio espectro de lectores, tal y como señala el hispanista Ian Gibson en su epílogo, que se convierte en candidata perfecta a ingresar en ese canon oculto de lecturas que no son obligatorias en Secundaria y Bachillerato pero como si lo fueran. Si yo diese clases de Historia, créanme que no dudaría en llevarme al instituto un ejemplar bajo el brazo.

Menos accesible pero igual de magistral o más me ha parecido Pinturas de guerra, obra sobre la que ese mismo jueves el propio Paco Linares interrogará a su autor, Ángel de la Calle. He tenido el placer de coincidir con Ángel varias veces, la última en las Jornadas del año pasado; pero fue en la penúltima ocasión, durante la celebración de Castelló Negre en 2015, cuando ya me contó que estaba trabajando en esta historia donde verdad y ficción se entremezclan para relatar una parte pequeña pero fundamental, al menos para quienes la vivieron, de la lucha por la libertad en varios países de Latinoamérica durante la segunda mitad del siglo pasado. Para ello cede el protagonismo a un escritor español que viaja a París para recabar información y escribir una biografía de la malograda actriz Jean Seberg, y que es un álter ego del propio autor que se llama Ángel de la Calle pero que es Ángel tanto como el Paul Auster de La trilogía de Nueva York es Auster. Una vez en la capital francesa, buena parte del relato se centra en un grupo de pintores, los autorrealistas, que pretendían aunar la vanguardia artística y la política en una sola actitud ante la vida; un rasgo en común que les une y les confiere naturaleza de grupo (a veces incluso de banda armada) tanto como a los miembros del Club de la Serpiente cortazariano, los detectives salvajes de Roberto Bolaño o los shandys y bartlebys que pueblan las páginas escritas por Enrique Vila-Matas. Precisamente Rayuela y el mismo Julio Cortázar son el espejo en el que se mira el autor para construir su relato, una narración plurirreferencial como la de los escritores citados (y donde las referencias, explícitas o no, jamás resultan gratuitas), con saltos adelante y atrás en el tiempo, y tan exuberante como para dejar caer de forma somera ideas brillantes -por ejemplo, ese "cuadro único y cambiante" en el que trabaja incansablemente un personaje secundario de la historia- que en manos de un novelista mediano darían pie a un tocho inacabable. Todo ello para armar -y utilizo conscientemente un verbo que, en términos narrativos, era muy del gusto de Cortázar- un gran fresco sobre la pérdida de la inocencia que se produce cuando se descubren las sucias cloacas (políticas y económicas) que se esconden bajo el más o menos lustroso pavimento del arte.

Hoy voy a despedirme jugándomela de nuevo, ya que lo de Pablo Auladell y El Paraíso perdido me salió tan bien, y voy a atreverme a vaticinar que el Premio Nacional de Cómic de este 2017 podría ser para Ángel de la Calle y Pinturas de guerra: ya su primer capítulo es en sí mismo un prodigio de veintiséis páginas con una construcción magistral. Y lo que resulta más sorprendente: a partir de ahí no decae en ningún instante. Por esta y otras razones, algunas sugeridas en el párrafo anterior, me parece el mejor cómic nacional del año hasta el momento, y dudo que en mes y medio se publique nada que pueda hacerle sombra ni siquiera remotamente. Así pues, no puedo dejar de recomendarles encarecidamente que se acerquen a las III Jornadas de Cómic de Alicante a descubrir de primera mano las maravillas y los secretos que esconden las páginas de este diamante en bruto y también de otra creación tan brillante como la de Sento; dos obras que pasan a formar parte del canon más selecto de todas las selecciones: aquel que integran aquellas obras de las que el lector lamenta haber terminado de leer porque ya no podrá disfrutarlas por vez primera. Si alguno de ustedes acaba de descubrirlas ahora y planea leerlas de inmediato, debería saber que la envidia me corroe sincera y profundamente.

Las jornadas La Historia en el cómic se celebran en el Centro Cultural Las Cigarreras de Alicante del 15 al 17 de noviembre; Dr. Uriel y Pinturas de guerra están editados por Astiberri y Reino de Cordelia respectivamente.

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