Abandonad toda esperanza

Hombres de honor

Abandonad toda esperanza, salmo 165º
Lo que en su día dije del Servicio de Inteligencia estadounidense -"el fascinante encanto de la CIA reside precisamente en su infalible, implacable, terrorífica efectividad"-, puede aplicarse igualmente, al menos en lo que a un servidor concierne, a la Mafia. La diferencia fundamental entre ambas, y en los momentos más pesimistas la única, estriba ni más ni menos en que esta última opera al margen de la ley.

Durante más de una década, del cine italiano apenas nos llegaban muestras, y las noticias acerca de los títulos estrenados en su tierra eran más bien aciagas, haciéndonos pensar que no nos perdíamos nada del otro mundo. Pero en los últimos meses hemos sido testigos de su risorgimento gracias a cuatro títulos, todos ellos menos uno -Caos calmo, con Nanni Moretti- vinculados al crimen organizado.

Aunque no pude ver Il Divo, que glosa la vida y milagros de Giulio Andreotti, ya les avisé en su día de que Gomorra fue uno de los platos más suculentos del año pasado... aunque a más de uno se le atragantase. A los que le sucediera algo parecido pero gusten de este subgénero, harían bien en probar un poco de Romanzo criminale: allí donde aquella ofrecía un pedazo minúsculo de cotidianeidad con aterrorizadora estética de documental, el film dirigido por el también actor Michele Placido (curtido en esto de enfrentarse a mafiosos: ¿alguien se acuerda todavía de la serie La Piovra?) opta por dibujar un fresco social de resonancias épicas, que se extiende durante varias décadas, a partir del retrato de tres amigos que un buen día, como se decide ir al cine o a cenar, decidieron que iban a conquistar Roma costase lo que costase.

La película, fiel adaptación de Una novela criminal de Giancarlo de Cataldo, sigue las peripecias de estos tres uomini d’onore, hombres de honor -el Hielo, el Dandi, el Libanés- y de su caterva de amigos y enemigos, de seguidores y traidores, mediante una estética en ocasiones ampulosa y grandilocuente que confiere glamour a individuos capaces de los actos más execrables; un estilo de montaje que Francis Ford Coppola inventó para El Padrino y Martin Scorsese consolidó con Uno de los nuestros. Por más que acaben pagando por sus crímenes, hay algo de heroísmo trágico en estos outlaws setenteros, además de un sentido del honor y de la justicia que por más que se aplique de forma equivocada podría dejar en ridículo a muchos agentes de la propia CIA.

Y sé que dirán que aprovecho cualquier ocasión para recomendarles algún tebeo, pero si le echan un vistazo a Brancaccio verán que vale la pena: en apenas setenta páginas dibuja un retrato del barrio de Palermo que le da título y donde la Cosa Nostra actúa contra los estratos más humildes de la sociedad cobrando un impuesto a base de extorsiones. Todo ello de la mano de dos autores, Giovanni di Gregorio y Claudio Stassi, que saben que las actividades menos espectaculares de la Mafia, las más invisibles, no son noticia, y por tanto nadie habla de ellas y son las que hacen de esta la peor amenaza de todas.

Romanzo criminale se proyecta en cines de toda España; Una novela criminal y Brancaccio están editados por Rocaeditorial y Norma Editorial respectivamente.

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