Cultura

Intercambio posfestero

El día cinco de septiembre a primera hora de la mañana llenamos el maletero del Fiat y tomamos rumbo norte para disfrutar de unas segundas vacaciones que siempre me recuerdan al veranillo del membrillo. Salimos de una Villena llena de música, fiebre y color, para lanzarnos a la carretera en busca de nuevos paisajes (vimos por ejemplo los dos nuevos metros de avance en el tramo de autovía que algún día conectará la Autovía del Mediterráneo con la Autovía de Valencia, evitando los peligros de esa carretera nacional que rodea Fuente la Higuera que trae continuamente noticias de nuevos accidentes).
Rodamos sin pausa atravesando tierras valencianas hasta llegar a Puerto de Sagunto, donde ya lejos del molesto rugido de los arcabuces tomamos un descanso. Dan miedo estos enclaves portuarios por la posibilidad de que el trasiego comercial haya podido emponzoñar sus playas. Afortunadamente no fue el caso y conseguimos refrescarnos en aquellas aguas limpias, porque tampoco allí perdonaron las altas temperaturas. Nos sorprendió gratamente el pescado en esta localidad valenciana, no solo por la cocina sino como producto fresco y sabroso. Pero después de un sueño reparador seguimos camino.

Sagunto es un enclave ideal para tomar la Autovía Mudéjar, por donde atravesaríamos gran parte de Aragón. Es una cómoda carretera por la que atravesar el sistema Ibérico y los eternos campos de labranza. Las nubes parecen estar muy cerca del suelo y no es difícil descubrir distintas variedades de aves rapaces planeando en círculos sobre los campos. De camino también podemos divisar el aeropuerto de Teruel hoy reconvertido en un aparcamiento de aviones (nos lo podemos permitir). Y así seguimos rodando a dos mil quinientas vueltas hasta prácticamente la ciudad navarra de destino. Sorprenden estas tierras por su flora y su fauna, y también por las diversas plantaciones que se extienden por todas partes y por las grandes concentraciones industriales a las afueras de cada población.

Pero una vez allí, tras la calurosa acogida por parte de la familia Sánchez –a quien debemos estas maravillosas experiencias–, es cuando a base de carretera y caminos comenzamos a descubrir esa maravillosa tierra llena de rincones insospechados, de gentes afables y consideradas, de paisajes capaces de quitarnos el hipo. Revisitamos Pamplona para volver a sorprendernos con su pulso dinámico y festivo, con el encanto de sus calles. Hicimos ruta por Tafalla y Estella para llegar al Parque Natural de Urbasa y Andía, hasta Riezu, para bañarnos en las frías aguas donde nace el río Ubagua. Contemplamos el vuelo de los buitres leonados desde el mirador de Lazkua. Subimos a Donostia donde el camino ya es toda una experiencia y nos quedamos sin palabras y con ganas de pasar allí días o semanas hasta descubrir todos sus rincones. Disfrutamos, en fin, nosotros también así de nuestras Fiestas de septiembre.

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