Cartas al Director

¡Jaque al Rey!

A tenor de la tradición monárquica -con la cual no comulgo-, los reyes lo son por nacimiento, no porque se lo merezcan…

Más tonto que ayer hay que ser para no caer en la cuenta de que aquel “Spain is different” que acuñó Manuel Fraga continúa en vigor: en España pasan cosas que en otros países resultarían impensables. Probablemente seamos la única nación con dos reyes al mismo tiempo -cinco contando los Magos- y, por ende, también dos reinas. El problemón es qué hacer con el llamado “rey emérito”, adjetivo este que viene a decir que el anterior rey, el que abdicó, sigue manteniendo la condición real por méritos. ¡Vaya por Dios!

A tenor de la tradición monárquica -con la cual no comulgo- los reyes lo son por nacimiento, no porque se lo merezcan. Si esto último fuese así, que se me explique que méritos se le pueden atribuir, por ejemplo, a Pedro I el cruel -su sobrenombre lo dice todo-, rey de Castilla desde 1350 hasta que le dio por criar malvas en 1369; siendo un monarca desalmado hasta el final de sus días. Total, que el gachó era más malo que mi primo jugando al teto.

A resultas de problemas con Hacienda -al emérito le salen cuentas en paraísos fiscales como a otros le salen granos, a ‘puñaos’-, la Casa Real no lo quiere ni pa’ llevarlo al cine los domingos. Así pues, después de retirarle el monarca vigente su más que considerable asignación monetaria, este rey ‘de azúcar’ decidió -ignoramos si inducido a ello o no- tomar las de Villadiego y se ve que erró el camino, acabando su odisea en Abu Dhabi; en donde, casualmente, tiene amigos en las altas esferas.

Pese a no habérsele visto el poco pelo que le resta en la cabeza por ninguna parte, hay quienes aseguran que visitó de incógnito España en tres ocasiones: dos por asuntos médicos y otra para asuntos propios. No entiendo lo de venir ‘de incógnito’; pues al no estar condenado a destierro, puede moverse por territorio nacional como bien le venga en gana. No ha de pedir permiso a nadie.

Y en este país estamos más que acostumbrados a que, cuando hay una acusación contra alguien relevante, salgan a la palestra los cantamañanas de siempre -que de leyes entienden lo que yo de hacer ganchillo- y dictaminen cuales jueces, pasándose la presunción de inocencia por entre las nalgas, la culpabilidad del investigado antes de que este haya visto la toga de un juez autentico. “Juicios paralelos” se les llama. Y la verdad, resulta a veces nauseabundo lo que en ellos se llega a escuchar.

Al igual que lo que no se ve, no existe; lo que no se prueba tampoco debería. Ha de constatarse cualquier acusación de forma que no haya lugar a dudas. Por esto la Fiscalía quiere archivar la causa contra el emérito al considerar que en algunos presuntos delitos gozaba de inviolabilidad y la prescripción de otros. Cosa que podría, a mi modo de ver, ir en contra de la igualdad ante la ley, digan lo que digan.

Pensemos. Si a un rey, cualquier rey, en un momento dado se le va la pinza y le pega un tiro a un ciudadano, pues al ser inviolable la cosa quedaría en agua de borrajas. Se le quitaría la pelusilla del hombro, una palmadita en la espalda con un “Majestad, eso no se hace” y a otra cosa mariposa. Y que ha recibido el real tiro se queda para engordar gusanos de por muerte. Es así y así seguirá: Intocables los muchachicos.

Y los presuntos delitos cometidos después de su renuncia al trono, ¿también han prescrito? Porque la inviolabilidad del emérito sucumbió junto con la abdicación y, por tanto, ya no goza de medida de gracia alguna y se le puede sentar en el banquillo como a cualquier hijo de vecino. Eso sí, juzgado -como a todos- por un tribunal legalmente constituido y no en un peñazo de programucho televisivo.



Resulta altamente sospechoso que se haya puesto ‘al día’ con Hacienda con una millonada -aún no se sabe de dónde salió la guita- y esto ha sido considerado por muchos como prueba de su culpabilidad. Puede que sí, puede que no; aunque no tendría validez como prueba fehaciente ni para sentarlo en el banquillo de un equipo de fútbol mismo.

Y como de esta agua no beberé, este que lo es pasa de este incoloro e insípido líquido y se ha ganado eméritamente una buena cervecita. Lo dicho; mira que hay negros de raza, y todos los años ponen como rey Baltasar a un tío con la cara embadurnada de betún y los morros pintados de carmín. Hale, con Dios vayáis. ¡Au!

Por: Tony Piojo

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