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Joaquín María López ya descansa en el Panteón de Ciudadanos Ilustres de Villena

Con motivo del 150 aniversario de su fallecimiento, los restos mortales del Tribuno Joaquín María López han sido trasladados durante la mañana del lunes al Panteón de Ciudadanos Ilustres de Villena, donde descansan ya junto a otras dos ilustres personalidades: Ruperto Chapí y Alfredo Rojas.
En un breve acto, al que han asistido un gran número de representantes de la Corporación Municipal así como descendientes de Joaquín María López y algunos ciudadanos, la alcaldesa de Villena, Vicenta Tortosa, ha glosado la figura del político, del que ha destacado su lucha contra la idea de las dos Españas —liberal-progresista y moderada-conservadora— de la época, su talante conciliador y su entrega desinteresada en pos de una causa común, a la que sirvió renunciando al beneficio propio y a las prebendas del poder.

En la cúspide del poder
Nacido en Villena el 15 de agosto de 1798, Joaquín María López y López fue político, jurisconsulto y literato, llegando a alcanzar las más altas magistraturas del Estado, del que, entre otros cargos, fue Presidente del Gobierno en dos ocasiones, Senador, Fiscal del Tribunal Supremo de Justicia, Ministro de Gracia y Justicia, Presidente del Consejo de Ministros o Regente provisional. De tendencia liberal-progresista, fue un orador de altos vuelos –el más grande del siglo XIX–, siendo sus discursos, famosos y muy documentados, escuchados siempre con fervorosa atención.

Fallecido a causa de un cáncer el 14 de noviembre de 1855, a la edad de 57 años, sus restos han descansado hasta ahora en el panteón familiar de Villena, ciudad que puede sentirse orgullosa de este su ilustre paisano, nombrado Hijo Predilecto de Villena 133 años después de su muerte, el 26 de noviembre de 1988, así como de contar en su patrimonio con una serie de valiosos objetos y recuerdos que pertenecieron a López y que algunos de sus descendientes, en un gesto de generoso desprendimiento, donaron al pueblo de Villena con motivo de tan importante evento.

DISCURSO PRONUNCIADO POR VICENTA TORTOSA

Buenos días, señoras y señores. Hace hoy 150 años, el 14 de noviembre de 1855, falleció D. Joaquín María López y López. Hijo Predilecto, desde 1988, nació en Villena el 15 de agosto de 1798; sus padres fueron Ildefonso López y Pérez, villenense, y Pascasia López de Platas y Cervera, natural de Madrid.

Abogado desde los 23 años, a sus cometidos como profesor y catedrático que desarrolló a lo largo de su vida en Madrid, se unió su condición de diputado en nueve legislaturas, la de Fiscal del Tribunal Supremo, la de alcalde de Madrid y sus actuaciones como senador, ministro en varias ocasiones, dos veces Presidente del Gobierno y Regente durante un breve plazo.

Fue siempre un hombre íntegro, honesto y consecuente con sus ideas de progreso, intachable, leal y sincero, amante de la paz y la concordia; que no utilizó nunca en beneficio propio los altos cargos que ocupó, sacrificando intereses personales a los del bienestar general. Su idealismo romántico le llevó a renunciar a cualquier tipo de privilegio, y desde su ideario político del liberalismo progresista más radical, creyó siempre en la posibilidad de una sociedad nueva que fuese la superación real del absolutismo político, mediante la recuperación de las fuerzas de la razón y la libertad. Sentir que se refleja perfectamente en este extracto de un discurso pronunciado el 14 de enero de 1848 que voy a recordar:

“La mitología nos dice que Deucalión y Pirra después del diluvio, tiraba piedras hacia atrás, y nacían hombres. Marchemos nosotros adelante; arrojemos ideas, y brotarán genios. Genios que rompan con lo pasado, que sean los arquitectos del grande monumento que ha de levantarse a la libertad y a la justicia; genios por último que eleven esta pobre patria al grado de cultura, de prosperidad y de grandeza, a que está llamada por tantos títulos”.

La decisión del Ayuntamiento de Villena de trasladar sus restos a este Panteón Municipal debe considerarse como una muestra más del reconocimiento a la memoria de D. Joaquín María López, quien intentó vivir y morir de la manera más coherente posible. Y este compromiso lo llevó al extremo de incluir en una de las cláusulas de su testamento, lo siguiente:

“Disponemos que donde quiera que ocurra mi muerte quiero que mi entierro sea modesto, y sin ningún género de aparato ni ostentación, tanto porque deseo que lo relativo a mi fallecimiento esté en armonía con mi vida, hasta cierto punto oscura y algunas veces angustiosa, como porque nunca es más miserable y ridícula la vanidad humana que cuando se pretende llevar hasta el dintel de la tumba”.

No obstante, señoras y señores, es preciso reconocer que D. Joaquín María López fue, sin duda, el más célebre y popular tribuno de su época:

“Cuando el torrente impetuoso de su voz resuena en el área parlamentaria contra sus más notables adversarios, en esos momentos, López no tiene enemigos, sólo tiene admiradores.” (Panorama Español, 1842)

“Nunca ha habido en España un hombre que haya poseído en grado tan eminente como él las cualidades de orador: su palabra fácil, abundante y rápida, sale como un raudal impetuoso que se precipita desde lo alto de una montaña. El inmenso poder que ejerce sobre su auditorio oficial, es nada en comparación del efecto que produce en las tribunas. Ningún otro ha recibido de la naturaleza dotes tan completas como él para tribuno; todo lo tiene: elocuencia, pasión, desprendimiento político”. (Revista Independiente, 1843)

Estos son dos de los muchos testimonios de la época que así lo atestiguan.

Sin embargo, coincido plenamente con uno de sus mayores estudiosos y admiradores, D. Vicente Prats, a quien le agradezco sinceramente su trabajo clarificador de la vida y obra de esta personalidad villenense. Pues creo que hay sobrados motivos para reivindicar el nombre y la memoria de D. Joaquín María López. “No tanto por ser el mejor tribuno de su época, ni porque fuese un político sincero y honrado, amante de la justicia y de la paz, ni porque intentó con todas sus fuerzas transformar las estructuras de una sociedad injusta, ni tampoco por ser, en palabras de Tamames, “el primer revolucionario político español”, que luchó tenazmente por la libertad. Con ser eso mucho, López nos causa el mayor respeto y admiración, su figura se agiganta, cuando intenta la reconciliación de todos los españoles, estudiando con su gobierno un proyecto de ley que concedía una amplia amnistía a los civiles y militares que se encontraban en el exilio. Fue el primero que intentó la empresa de acabar con las dos Españas fratricidas de que hablara Larra, y las dos Españas –en su tiempo se llamaban progresistas y moderados- le helaron su corazón y la esperanza”. Personalmente, pienso que es ahí donde da la talla de político responsable, comprometido y generoso.

Por último, sirvan las palabras que su amigo Fermín Caballero le realizó a modo de epitafio, para despedirnos y rendirle homenaje:

“AQUÍ YACE EL EXCMO. SR. DON JOAQUÍN MARÍA LÓPEZ, ORADOR DISTINGUIDÍSIMO, SIN PRETENSIONES; TRES VECES MINISTRO SIN QUERERLO. SU PROGRAMA Y SU NOMBRE HICIERON UNA REVOLUCIÓN, REVOLUCIÓN, SIN SANGRE. 14 de noviembre de 1855. S.I.T.I.”

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