Cultura

Juan Carlos López de Lacalle, el visionario del vino, en Villena gracias a La Espuela

El jueves 9 de noviembre se vivió en La Espuela una noche inolvidable. Con el restaurante luciendo sus mejores galas, y sus proveedores –Evian, La Despensa de Andrés y Sánchez Romero Carvajal - 5 Jotas– volcados en el evento, disfrutamos de una auténtica clase magistral de Juan Carlos López de Lacalle, fundador del Grupo Artadi y uno de los enólogos de referencia a nivel mundial.
Nacido en Laguardia, en plena Rioja alavesa, hace 54 años, López de Lacalle creó la bodega Artadi en 1985, comenzando una imparable carrera con un solo objetivo: “hacer el mejor vino de la tierra”. Después apostó por Navarra –bodega Artazu– y nuestra tierra, el Valle del Carche, en Jumilla, donde puso en marcha El Sequé.

Sus “Pagos Viejos” y “Viña El Pisón” fueron aplaudidos por los expertos más influyentes, que consideran a López de Lacalle un “visionario sin fronteras” y un “revolucionario”. El crítico estadounidense Rober Parker, el más influyente del mundo, dio 100 puntos a su Viña El Pisón 2004 (primer vino español que conseguía la máxima puntuación).

Antes de disfrutar de la cata -un cava, un blanco y tres tintos- y de disfrutar de los manjares de la Espuela -alcachofas con anchoas, marisco fresco, setas, quesos, jamón y embutido de primera-, EPdV tuvo la oportunidad de entrevistar al enólogo.

¿Qué le trae por Villena y por La Espuela?
Quedamos con Carlos Camañes en dar a descubrir en Villena nuestro trabajo. A esta zona llegamos en 1999, buscando regiones con tradición viticultora para nuestro proyecto de vinos autóctonos, y dimos con Pinoso, donde empezamos a trabajar con la uva monastrell. Son paisajes, culturas, cultivos y gentes diferentes a las del norte, que responden a una realidad milenaria, porque Alicante fue puerta de entrada del vino y tiene variedades únicas, como la monastrell o el fondillón, productos únicos, singulares, que son los que buscamos.

Usted produce sus vinos en tres zonas diferentes. ¿Busca nuevas zonas?
Haría falta tiempo para descubrirlas, porque no solo buscamos elementos físicos como el suelo, el clima o la variedad de uva, sino también elementos humanos, sentimentales. Sin ese componente obtendríamos un vino sin alma, y eso no nos interesa.

Usted dice que “el futuro del vino está en el pasado”, reivindica la “vuelta al terruño” y critica la industrialización. ¿Es eso compatible con la globalización?
No es compatible, pero es necesario. Lo que en su día fue supervivencia, como el pan casero de la abuela, hoy es un lujo. Nosotros hacemos el vino exprimiendo grano a grano, pero eso no se sostiene en un supermercado a 4 euros la botella. Es casi una utopía apostar totalmente por los alimentos naturales y ecológicos, pero sí que podemos ir hacia un cambio de filosofía o prioridades. ¿Por qué no pagamos por un vino ecológico o un plato de garbanzos, pero sí lo hacemos por un gin-tónic que no sabemos ni qué lleva?

Últimamente ha crecido mucho la cultura del vino. ¿Teme que la crisis suponga un paso atrás?
No. Todo se resiente con la crisis, pero en la forma: hay que ser más cautos y apretarnos el cinturón con los precios. En el fondo, que es lo importante, hemos conseguido que muchas personas encuentren en el vino una pasión, y eso nunca se pierde.

¿Conoce el proyecto de la Ruta del Vino de Alicante?
Es la vía. Hay que hacer un gran esfuerzo de comunicación para transmitir nuestro trabajo. Si se organiza y se potencia, será para bien. Es muy enriquecedor que ayuntamientos, restauradores y bodegueros se esfuercen en dar a conocer una realidad fantástica como la del vino. Sí que añadiría que hay que redoblar el esfuerzo por llegar a los jóvenes y transmitirles la cultura del vino y la gastronomía, porque ahora parece que no llega a descubrirse hasta los 40 años.

¿Destacaría algún vino de nuestra zona, además del suyo?
Hay muchos vinos de gran porte, y Alicante tiene un gran potencial para desarrollar vinos únicos, con personalidad y capaces de competir en todo el mundo, pero para eso hace falta que un vino se personalice, y con la estructura productiva basada en cooperativas esa personalidad se pierde. Les animaría a aprovechar sus grandes estructuras productivas para diversificar y dotar de más personalidad a los vinos, porque si no, desde mi punto de vista, les faltan espíritu y alma.

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