Testimonios dados en situaciones inestables

Judit, 42 años

- En el contexto siempre desolador de una noche fría y desierta, a una hora más propia del trabajo ilegal y el amor furtivo, dos amigos (A y B, varones de mediana edad y clase social desahogada –A más que B, debido a una herencia quizá manchada por la historia–, inseparables desde la educación elemental y unidos por experiencias adolescentes casi extracorpóreas…
…aunque enfermizamente beligerantes y competitivos y dispuestos a rivalizar por cualquier objetivo por insignificante que parezca, como antaño colecciones de cromos o cómics y ahora coches último modelo o equipos de bricolaje profesional aun cuando solo dediquen una o dos horas semanales a tan estúpida actividad, ya que es más fuerte el deseo de seguir en las costumbres que aflojar, parar, dejarse ganar por una maldita vez, y ahora, inmersos en la patética y bolsuda decadencia de los cuarenta y tantos A sigue riéndole los mohosos chistes a B por el inconfesable motivo de mantenerse a tiro de su mujer –la mujer de B–, que desde hace un tiempo y misteriosamente ha empezado a interesar obsesivamente a A en aspectos bochornosos que sobrelleva a base de sesiones dobles de porno americano de los noventa, sobre todo porque la mohína boca de Jenna Jameson, diva voluptuosa del arte del gemido y la fricción –que los pocos hombres presentes conoceréis–, le recuerda siniestramente a la boca de la mujer de B, y hasta tal punto A se muestra insistente y retorcidamente voluntarioso que la mujer de B ha empezado a fantasear con la posibilidad de propiciar un encuentro secreto con A a espaldas de B, sin saber que B manipula emocionalmente a A con todo tipo de sucios retales del pasado de ambos –de A y B– para asegurarse de que el deseo de A por su mujer –por la mujer de B– sea un pago de traición demasiado alto y pueda sentirse superior a A y seguir manipulándolo con el hipodérmico mecanismo de invocar constantemente las virtudes de la lealtad y la continencia y la generosidad de carácter, mientras él –B– trampea las cuentas del negocio de ambos –de A y de B– para equilibrar su injusta suerte y poder seguir compitiendo a la altura esperada en coches último modelo o viajes inverosímiles que detesta) abandonan un local de entretenimiento de fama sospechosa y tropiezan con la insalvable altura del bordillo de la acera y se caen y se vomitan encima mutuamente ahogados en risas desganadas y falsas como la apócrifa imagen de lo que nos espera. ¿Alguna Pregunta? [Pausa –alguien levanta la mano entre la multitud del Salón de Actos provocando entre los presentes el típico alivio no exento de culpa y leve angustia.] ¿Sí?

- Por lo que usted dice, ¿habría que considerar el caso como un característico ejemplo de castración psicológica y moral de dos hombres encerrados en un bucle absurdo?

- La cuestión es otra: Si A y B son de Villena, ¿de dónde es la mujer de B y qué hace casada con él y considerando aventuras novelescas con A?

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