Me viene que ni pintado el hecho de que Laura Torres Gandía haya hecho su reflexión sobre las elecciones, la juventud y el ocio para referirme a algo que hace tiempo me baila por la mente: la proliferación de opinadores que en este y otros medios bombardean a quienes se atreven a emitir su juicio.
Y digo que me viene muy bien el escrito de Laura, a la que felicito por su valentía al saltar a la palestra aun a riesgo de parecer una extraterrestre, porque lo que le hace falta a nuestra sociedad es gente joven como ella que tenga las ideas claras y no tenga miedo a salirse del rebaño ni discrepar del pensamiento único que algunos quieren imponer.
Dicho esto, me referiré a esas voces que, casi siempre desde el mismo lado y muchas de ellas, las menos respetuosas, embozadas tras un seudónimo, descalifican a quien se sale de su idea y han conseguido retirar del foro de opinión a personas muy válidas que tal vez piensan que en estos términos no merece la pena debatir. En el caso de Laura me ha dado la impresión de que algunos de ellos lo que pretenden es ningunear su opinión, sólo por el hecho de tener 18 años, como si los jóvenes no tuvieran derecho a tener criterio y mucho menos si éste choca con su idea.
Por eso me he decidido a escribir estas líneas, para darle ánimos a Laura y a todas aquellas personas jóvenes a las que les llega por primera vez la ocasión de votar, y decirles que su voto es tan importante como el de los mayores, que no lo duden, que no hagan caso de quienes dicen que todos los políticos son iguales y que ejerzan su derecho en conciencia, que la sociedad se lo agradecerá.
Los sectores más inmovilistas preferirían que no votasen, pero todos sabemos de la importancia de su voto para regenerar una sociedad que, en opinión de muchos, necesita una buena mano de pintura. Parafraseando a un personaje ilustre venido a menos, el mensaje sería: ¿Acaso yo he pedido que votéis por mí? ¡Ánimo y a las urnas!
