Cartas al Director

La corrida de toros del día 7 septiembre en Villena

Me gustaría escribir esta carta del modo más objetivo posible y apelando a la sensibilidad y a los buenos sentimientos de las personas, porque no quiero entrar en demagogia, sólo deseo comentar los hechos tal como son.
Me produce terror ver a los niños en las corridas de toros. Ya Primo de Rivera, en el año 1929, prohibió la entrada de menores de 14 años a las corridas para evitarle impresiones fuertes. Después esa Ley se ratificó por el Supremo y vemos con tristeza que se sigue incumpliendo. Y es que no es conveniente para un niño que aún no tiene criterio u opinión formada para decidir qué es bello o qué es obsceno, si algo es auténtico o si es falso; o creer a quienes dicen que una corrida es arte cuando un bello animal es acosado hasta la muerte, se cae, vomita, se desangra, se orina del miedo, cuando en ocasiones es sacado de la plaza aún vivo y tienen quedarle un puntillazo tras otro para rematarlo, se sientan encima, etc.

Eso lo comento porque lo he vivido y tengo fotografías. Me pregunto: ¿esto es arte? ¿Esto es cultura? ¿Esto es ético y cristiano? Como ya dijo en su día el obispo Iniesta (una excepción dentro de la iglesia), si Jesucristo volviese nunca apoyaría ni iría a las corridas de toros. Algo evidente, porque si no, se contradice con su doctrina, que expongo algunos párrafos más adelante. Jesús decía: el que tenga oídos que escuche y el que tenga ojos que vea, pero con los ojos del alma, de nuestro interior. Abramos el corazón y con la mano puesta en él, mirando al toro acorralado en la plaza, podamos seguir diciendo que no sufre, que es un objeto inanimado, inerte.

Es una criatura hecha de sangre y carne como nosotros, que siente cada pinchazo que le clavan, que tiene miedo, que quiere huir, que no entiende por qué le clavan esos arpones que le van desgarrando por dentro. Quiero despertar la sensibilidad del que llaman ser humano, que aún no siente el dolor de las otras criaturas que le acompañan en este viaje, piensa que él es el centro de la creación, olvidando el respeto y el compartir con los animales, las plantas, los árboles… sin hacerles daño, y llegar a la aberración de masacrar animales para divertirse.

Y ahora quiero recalcar hasta el infinito que no hay que olvidar que mientras no haya compasión y amor no habremos evolucionado, ya que sólo por el amor será salvo el hombre. Y realmente, en estos tiempos, la compasión brilla por su ausencia; ni hay hacia el prójimo ni hacia las otras criaturas vivas. Las personas han perdido el respeto y la sensibilidad y se van tan alegres a ver torturar un animal en una corrida de toros hasta la muerte, o los jóvenes a correr detrás de un toro al cual pinchan con palos y tijeras, le ponen bolas de fuego en los cuernos y el pobre animal se va quemando, y espantado y aterrorizado del que llaman ser humano corre para huir de tan macabro sufrimiento. Y así un sinfín de "festejos" con seres vivos que también son obra del Creador, y aunque como dicen, no piensan, sí sienten el dolor y el miedo. Por tanto, hasta que esto no lo veamos como un acto de crueldad hacia estos seres que no se pueden defender, no se habrá evolucionado ni un paso, aunque el personal piense lo contrario porque vaya a misa, realice cursos de crecimiento espiritual, pertenezca a cualquier otra religión y se crea que está en el camino de la verdad.

Interpreto que todavía no les ha llegado el momento del gran despertar, ya que, cuando experimentamos ese amor y comprensión, trasciende todo y ya no necesitamos divertirnos con el sufrimiento de ningún ser vivo, ya que en nuestros actos cotidianos se refleja totalmente lo que llevamos y sentimos en nuestro interior. Y es que no se puede actuar al margen de la Creación, sino en colaboración con sus Leyes Universales e Infinitas, porque en caso contrario puede ocurrir la aniquilación y autodestrucción del que llaman hombre.

Dijo Víctor Hugo: Os deseo que acariciéis un perro, alimentéis un pájaro y oigáis a un jilguero erguir triunfante su canto matinal. Que plantéis una semilla por más minúscula que sea y la acompañéis en su crecimiento para que descubráis de cuantas vidas está hecho un árbol.

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