La dictadura dura
Madrid. Siete de noviembre de 1962. Dirección General de Seguridad. Por una ventana que da al patio interior del edificio de la Puerta del Sol se precipita un hombre. Sobrevive. Intento de suicidio dice la versión oficial. Pero... Si estaba esposado a una silla. ¡Intento de suicidio! Pero... Si estaba lejos de la ventana. ¡Intento de suicidio! Pero... Si no se rompió ningún cristal. ¡Intento de suicidio! Pero si... ¡Intento de suicidio insiste y concluye la autoridad.
El hombre precipitado tiene un nombre falso, Emilio Fernández Gil. Se mueve en la clandestinidad. Aquel día había quedado con un conmilitón. Tras la entrevista coge un autobús y... Seis policías lo detienen. El hecho huele a traición. El verdadero nombre del hombre detenido es Julián Grimau García, militante comunista. Nombre y militancia lo ha confesado en la Dirección General. Tras tortura. Antes de precipitarse por la ventana. Grimau había vuelto a España en 1959 para reorganizar el PCE (Partido Comunista de España) tras la detención de Simón Sánchez Montero.
Madrid. Ocho horas y veinte minutos del 18 de abril de 1963. Empieza el consejo de guerra contra Julián Grimau García. La instrucción del proceso la ha llevado el coronel Enrique Eymar Fernández. El comandante Manuel Fernández Martín actúa como vocal ponente del cuerpo Jurídico Militar para asesorar al tribunal. Es un farsante. No tiene la titulación requerida. Pero esto se sabrá demasiado tarde para Grimau. Aún no ha terminado el juicio y la maquinaria del régimen ya está preparando el pelotón de fusilamiento. Aquí sus más y sus menos entre militares. La Guardia Civil no quiere asumir la carga. Rifirrafe entre el Director General de la Benemérita y el Capitán General. Al Director General, general Luis Zanón, le salva el puesto arriesgado en la negativa su pasado como héroe de la División Azul. Volviendo al juicio, en él no puede intervenir el abogado de Grimau. El código impone un defensor militar. Grimau propone al capitán Alejandro Rebollo Álvarez-Amandi que, aceptando, sacrificará su carrera militar. Sólo ha dispuesto de tres días para examinar la causa y hace lo que puede. Lo hace bien pero... Sólo cuatro horas de juicio sirven para condenar a Grimau.
Madrid. 19 de abril. Consejo de Ministros. Fernando María Castiella y Maíz, Ministro de Asuntos Exteriores, advierte de las repercusiones internacionales que puede provocar el caso Grimau. Aun la duda también de algunos compañeros de gabinete se emite el "enterado". La presión internacional se desborda.
Madrid. 20 de abril. Cuartel militar del barrio de Campamento. Grimau entrega al abogado Rebollo una foto con frases de agradecimiento y una carta de despedida para su mujer, Ángeles Campillo. Grimau rechaza la atención del sacerdote y es conducido al paredón. Soldados de reemplazo disparan. Veintisiete disparos que no matan al condenado. El teniente tiene que efectuar dos o tres tiros de gracia. Ahora sí. Grimau ha muerto. Son las cinco y media de la mañana. La viuda no sabrá hasta 1968 dónde han enterrado a su marido.
La figura de Julián Grimau, como tantas protagonistas durante la guerra civil, exige una investigación despojada de filias y fobias que nos descubra cuánto de verdad o de mentira hay en las acusaciones contra él. El historiador y escritor Juan Carlos Losada, de quien hemos bebido para documentar estas líneas "Julián Grimau. Fusilado a contracorriente". La Aventura de la Historia, abril 2013, nos puede orientar sobre los pormenores de su persona. De cualquier modo, la detención, juicio y muerte de Grimau demostraban ante el mundo que el franquismo seguía siendo un régimen poco amable. La de Grimau no sería la última pena de muerte.