Abandonad toda esperanza

La forma del agua

Abandonad toda esperanza, salmo 614º
Mientras el tiempo cinematográfico queda suspendido en los fotogramas para siempre, el tiempo real avanza hacia no se sabe muy bien dónde de forma inexorable: aunque parece que fue ayer -bueno, no exageremos: más bien anteayer-, vamos ya para una década desde que se publicó mi libro Hasta donde el cine nos lleve. Un libro que, como quizá algunos recuerden, no escribí solo: fue un texto redactado a cuatro manos con Jesús Lens, amigo cinéfilo y cómplice en varios proyectos, casi siempre relacionados o bien con la novela negra o bien con el cine (a veces, con ambas cosas a la vez), y en los que solíamos embarcarnos juntos con más entusiasmo creativo y divulgador que cabeza para los números (y eso que por aquel entonces mi colega trabajaba en la banca). Desde aquel ya lejano 2009 y hasta ahora, y mientras servidor se ha dedicado a otros menesteres profesionales, Jesús se ha empeñado en cubrir de forma incansable todas las temáticas posibles a partir de su reflejo en la gran pantalla; al menos, aquellas que le interesan o fascinan, porque los libros que escribe, como los artículos de prensa que llevan su firma, son sumamente subjetivos y personales. Empezó, empezamos, con los viajes, escenarios y medios de transporte que a lo largo de la historia del cine han sido; para luego, ya en solitario, embarcarse (un verbo que viene al pelo, como verán) primero en un recorrido por los bares y cafeterías del universo fílmico que dio pie al libro Café-Bar Cinema, y después en un viaje por el continente africano de la mano de un sinfín de películas en Cineasta blanco, Corazón negro.

Como ya he dicho, Jesús Lens es incansable. Lo es tanto en su rol de cinéfilo como en su actividad como viajero; y en su nuevo libro, Ríos de celuloide, aúna ambas facetas de su personalidad dando pie a uno de los textos sobre cine más originales que recuerdo. Si ya en su obra anterior no se podía desgajar sus reflexiones sobre los clásicos y no tan clásicos del séptimo arte que convocaba en sus páginas de su mirada personal e intransferible, aquí realidad (la de los viajes del autor) y fantasía (en la que viven los personajes de los filmes citados) se confunden hasta formar una sola cosa: una odisea a lo largo y ancho de los ríos del mundo que habitan en las secuencias de películas tan maravillosas como -por citar solo algunas de las comentadas- El hombre tranquilo, El puente sobre el río Kwai, Aguirre o la cólera de Dios, Deliverance, Chinatown, La misión, Mud o las españolas El Dorado, La isla mínima y Oro. Por no faltar, no faltan algunas filias de quien esto escribe, como Apocalypse Now (una de las cinco mejores películas de la historia del cine, y en esto no admito discusión) o Twin Peaks (sobre mi debilidad por esta serie ya les he hablado en varias ocasiones hasta alcanzar el agotamiento; el de ustedes, claro, no el mío). El resultado es un ensayo cinematográfico protagonizado por su propio autor; o, si lo prefieren, unas memorias fluviales en clave fílmica. Y de una forma u otra, se lee con gran deleite.

Si el granadino Jesús Lens se ocupa de los ríos cinematográficos, en Cine y navegación el madrileño Fernando de Cea Velasco hace lo propio con los mares y océanos del globo terráqueo y su presencia en el cine. Y como el de Lens, se trata también de un viaje literario que aglutina las distintas facetas de su autor, que además de licenciado en Economía y escritor de ficción es crítico de cine y capitán de fragata de la Armada Española. En sus páginas, el lector se encontrará con el análisis de setenta películas organizadas por géneros: cine de aventuras, bélico, comedias, dramas y de suspense; y dentro de cada grupo, los filmes se dividen a su vez en distintos epígrafes según su temática. Así, se repasan relatos mitológicos como el de Jasón y los argonautas, historias de piratas como la de El capitán Blood, hazañas bélicas como las de Sangre, sudor y lágrimas, proezas heroicas como la de Kon-Tiki, desastres catastróficos como los del Poseidón o el célebre Titanic, historias criminales como la de La dama de Shanghai... o cruceros tan variopintos como los de la divertidísima Las tres noches de Eva, la fascinante La leyenda del pianista en el océano o la inquietante Lunas de hiel. Todo ello, sumando al análisis fílmico el conocimiento del entorno marítimo por parte del autor.

En resumidas cuentas: estos son dos libros excelentes para navegar por una parte importante de la historia del cine, y ambos resultan ideales para disfrutar de esas tres cuartas partes (o más) del planeta Tierra que son agua sin mojarse ni un ápice. Doy fe de ello: he disfrutado mucho de su lectura, y eso que no sé nadar.

Ríos de celuloide y Cine y navegación están editados por Almed y Berenice respectivamente.

(Votos: 0 Promedio: 0)

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Mira también
Cerrar
Botón volver arriba