Fuego de virutas

La niña de Srebrenica

"(...) cree que todo cuerpo / es un tirano salvaje". Son versos de José Luis Zerón Huguet. La revista Ágora, editada con gusto en Murcia por Taller de Arte Gramático, recoge en su último número de febrero de 2012 un intenso poema del poeta oriolano José Luis Zerón, un poema titulado "La niña de Srebrenica".

El poema, que pertenece al último poemario de Zerón, "Espacio transitorio", nos emociona por traernos a la memoria, con la fuerza que tantas veces tienen las palabras bien escogidas, una de las masacres más recientes habida en Europa tras la Segunda Guerra Mundial. Sucedió en julio de 1995. Así, los versos golpean sobre el alma, si acaso nos queda aliento, recordándonos que ahí al lado, brincando el Adriático o recorriendo la antigua Dalmacia, casi a tiro de piedra de la Venecia carnavalesca, aún huele la hecatombe. Los vientos de levante soplan hacia los Apeninos la carnicería en Europa que Europa, otra vez en la historia, otra vez en los Balcanes, no supo evitar.

Cuando le escribo para felicitarle por la intensidad de los versos, diciéndole que me ha emocionado y que me ha gustado mucho su poema, que los versos me encogen el alma al sentir retratada la maldad de las guerras y que leyéndolos me había venido la imagen del cuadro de Henri Rousseau –alias "el aduanero"– titulado "La guerra" o "La cabalgada de la discordia", el bueno de Zerón me contesta, agradecido por mis letras, demasiado agradecido por mis palabras, para explicarme entre otras cosas cómo nació ese poema y quien es –o quien fue– esa niña de Srebrenica que como tantas niñas y mujeres de Srebrenica –"la ciudad entregada a las fauces de la abominación" —como la describe en verso Zerón– sufrió la imborrable perversidad humana, malicia indeleble que aunque la creamos imposible crueldad ha sido y es.

Las explicaciones del amigo poeta nos traen una experiencia real al relatarnos cómo conoció a la protagonista del poema. La historia, muy humana, no es necesaria para la comprensión de los versos. Los versos son tan selectos, y en esta ocasión tan duros, y tan enérgicos, y tan claros, que se explican por sí solos. Como debe ser en las obras de arte. Si una obra de arte no es por sí misma, no es. Si un cuadro, si una melodía, si un poema necesitan notas a pie de página, no son. O al menos, para nosotros, no son arte.

Ciertamente, la historia de esta mujer real que me cuenta Zerón no es necesaria para la comprensión del poema, pero sí abunda en la humanidad del poeta. A veces, conociendo la biografía de un autor, sólo nos queda su obra. A mí me pasa, seguro que por mis prejuicios, con uno de mis poetas preferidos, Jaime Gil de Biedma. A más hormiguear en su biografía, menos puedo compartir su "imperialismo sexual" en Filipinas. De "poeta maldito" se nos remudó en "maldito poeta". Nunca su poesía. Con José Luis Zerón no es así. Cuanto más sé de su vida y de sus desvelos, y en concreto sobre los hechos que justifican estos versos de muerte, aumenta su humanismo. Si conociendo como voy conociendo a Zerón sabía que era un hombre bueno, después de las razones de este poema brutal –"no ve paredes sino paredones, / y las casas son guaridas / y los árboles patíbulos / y los puentes abismos" —así percute Zerón–, concretados por el autor los porqués de estos versos que nos han conmovido, sé que Zerón, Zerón poeta y amigo, es hombre bueno. Poesía y poeta, hombre y versos, mejor que mejor, aquí se salvan.

(Votos: 0 Promedio: 0)

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Mira también
Cerrar
Botón volver arriba