Arte

La obra pictórica de Alfonso Muñoz, en Villena

Una veintena de obras del artista yeclano Alfonso Muñoz, de temática interesante y variada, se muestra desde el miércoles en Café Galería “La Taifa”, en la calle El Hilo. La exposición recoge obras significativas –paisajes, toros y temas religiosos– de la última etapa de Muñoz.
En el paisaje rural yeclano se palpa la melancolía de los montes arcaicos, de las viñas esotéricas y de la llanada infinita de los campos. Alfonso homenajea, con su pincel cálido y agradecido, con un rico cromatismo, el paisaje monumental villenense. Capta la magia centenaria de la iglesia de Santiago o se sumerge en el maremagno impresionante de calles sinuosas del casco antiguo, con las torres gallardas de Santiago y de Santa María emergiendo por encima de los tejadillos.

Sus obras religiosas –iconos– tienen una inefable delicadeza. Están dedicadas a la Virgen y al Niño. Siguen la tradición iconográfica de la iglesia, con un atractivo estilo bizantino. La temática taurina está representada por figuras de toreros, solitarias, de profunda psicología, y por lances en el ritual del ruedo, temática en la que es un maestro consumado. Alfonso ha ilustrado decenas de revistas y páginas de periódicos con dibujos, aguadas y óleos taurinos.

Por otra parte, presenta figuras de labriegos y tipos populares, enraizadas con el terruño, de honda personalidad, que reflejan los avatares del laboreo. Son psicológicas, curtidas sin misericordia por los soles y las heladas de la campiña. Alfonso ha peregrinado por los campos, por la llanura quebrada, por los caserones del esplendor extinguido, por los liños de vides mitológicas…, y se ha detenido para plasmar un rostro, una mueca de contrariedad del labriego de la vieja Iberia. Y ese deambular por caminos, por plazoletas perdidas en rincones empinados, ha otorgado a su pincel una lindeza insondable.

También se ha adentradoen las fiestas populares de los pueblos, para contemplar en sus plazas una capea y estudiar la psicología de los maletillas, o se ha sentado, expectante, en las gradas de un coliseo para pergeñar en un papel el movimiento de un lance airoso y ajustado. Y ese trajín andariego por calles sinuosas, por barrios históricos…, deteniéndose ante los personajes simbólicos de un paraje, le ha doctorado para plasmar, con precisión, el alma de las cosas.

Esta exposición es una muestra fidedigna, exquisita, de la obra grandiosa de Alfonso Muñoz.

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