La realidad del calzado «made in Spain»
El zapato "made in Spain" está de moda. La realeza europea, actrices de Hollywood o famosas del panorama nacional español lucen en sus pies zapatos de fabricación española. Invadidos por la producción procedente de China, la elección de un zapato español suena a garantía de calidad y durabilidad. Alpargatas, stilettos, topolinos o una amplia gama de modelos infantiles producidos en condiciones, a priori, distintas a las del gran gigante asiático.
China, con una producción de más de 5.500 millones de pares de zapatos, concentra un tercio del total producido a nivel mundial. La industria de calzado italiana es líder internacional, por lo que representa el máximo exponente en cuanto a competencia europea. Italia trata de hacer frente al gran gigante asiático deslocalizando su producción a países del Este de Europa. Pero, ¿cómo puede hacer frente España a los precios con los que compite China?
La mayor parte de la producción de calzado en España se concentra en la provincia de Alicante, donde esta industria está presente desde finales del siglo XIX. Motor de la economía de las tres comarcas que bordean el río Vinalopó, la industria del calzado ha configurado a la sociedad de municipios como Villena, Elda, Petrer o Elche. Varias generaciones dedicadas por completo a la fabricación de zapatos o a sus industrias auxiliares. Una producción que generalmente ha recaído en el sector femenino y que ha sido el único sustento de muchas familias.
La década de los 70 impulsó a grandes diseñadores internacionales a deslocalizar sus fábricas hacia una España, y en concreto hacia una provincia que, además de rebajar costes, conocía del saber hacer de un proceso artesanal con mano de obra especializada. Pero con el inicio del siglo XXI llegó la crisis económica y de competidores que producen a muy bajo coste. El clúster del calzado del Vinalopó ha optado por la subcontratación de algunos de los procesos de producción. La precariedad, inseguridad y baja remuneración de esta actividad está desplazando la posible incorporación de nuevas generaciones a los grupos de aparado.
A pesar de haber mantenido fábricas y puestos de trabajo, nuestra región se sitúa a la cabeza en cuanto a desempleo en toda la Comunidad Valenciana. El paro afecta especialmente a las mujeres. De hecho, los municipios que conforman el clúster del calzado del Vinalopó concentran la mitad del paro femenino de toda la provincia de Alicante. Las cifras ponen de manifiesto prácticas que se saltan los propios convenios laborales del sector del calzado y que se encuadran dentro de la economía sumergida.
Los trabajadores del calzado del Vinalopó conocen estas situaciones desde antes de la crisis económica, pero con la llegada de la crisis la situación se agrava y algunos empresarios encuentran personas dispuestas a trabajar a cambio de una mísera retribución económica, sin garantías legales, como único modo de mantener a sus familias.
Las aparadoras del Vinalopó
Durante la elaboración de este reportaje hemos contactado con mujeres que se dedican a la industria del calzado pero no han querido revelar su identidad. Algunas aparadoras se ven obligadas a llevar una dura jornada laboral de 10 horas a cambio de 800 a 1.000 euros. Muchas son el sustento económico de la casa. Otras desempeñan su labor en un taller de aparado bajo economía sumergida. Algunas trabajaron anteriormente durante mucho tiempo en una fábrica de zapatos con contrato. Luego la empresa hizo un reajuste y fueron a la calle. Aun habiendo cotizado los años necesarios, necesitan que dos de los 15 años exigidos para recibir una pensión contributiva se hayan cotizado en los 15 años anteriores a la jubilación.
Muchas de las trabajadoras del calzado son víctimas de la feminización de la precarización laboral en la industria del calzado. El sector se ha deteriorado y ha arrastrado consigo cualquier atisbo de respeto a las normas legales y a la responsabilidad social compartida. La realidad es que las trabajadoras de fábrica generalmente trabajan con contrato alrededor del 30% de su vida laboral y las que tienen entre 56 y 65 años, próximas a la jubilación, han trabajado con contrato alrededor de 10 años.
Posiblemente, muchas mujeres cumplirán los 65 años sin haber logrado el tiempo de cotización suficiente para acceder a una pensión contributiva. Y ello, después de haber trabajado de media un total de 34 años en el calzado. Todas ellas aceptaron desde bien jóvenes el oficio de aparadora. Un oficio transmitido de madres a hijas que ha acabado formando parte de la tradición familiar.
El trabajo de aparado, en ocasiones, no llega ni a la categoría de taller. Muchas mujeres realizan el trabajo desde sus casas sin unas condiciones mínimas de horario, protección laboral o salario digno. Existe también la problemática del subempleo; trabadores a tiempo parcial que realizan maratonianas jornadas laborales sin el amparo legal correspondiente. Alicante exportó 1.044,3 millones de euros en 2013 en calzado, cifra que contrasta con la precariedad laboral a la que se ven sometidas sus trabajadores.
Una industria en crisis
La industria del calzado viene deteriorándose desde antes de la crisis económica. Desde la Cámara de Comercio de Alicante señalaron al comienzo de la recesión que la única opción para la supervivencia era la puesta en marcha de I+D y el desarrollo de calzado especializado o de estilo italiano.
Agricultura, hostelería y sobre todo calzado, son los sectores provinciales con una mayor tasa de economía sumergida. La Inspección de la Seguridad Social hace una labor de seguimiento en medianas y grandes empresas, pero los pequeños talleres quedan alejados de ese control, lo que hace que se perpetúe. En toda la provincia de Alicante hay 53 inspectores de trabajo para una masa empresarial de más de 145.000 centros de trabajo, lo que ha provocado que la propia patronal denuncie esta situación, dada la competencia desleal hacia los empresarios que operan dentro de la legalidad.
La contribución de las aparadoras al desarrollo de una industria zapatera, que hoy da nombre al Valle del Vinalopó, ha sido fundamental. Mujeres imprescindibles para que la industria adquiriera una visibilidad internacional. Mujeres capaces de compaginar su dedicación al cuidado familiar y, a la vez, al progreso de la provincia de Alicante. Mujeres que dejaron de escuchar el traqueteo de la máquina y empezaron a compartir largas horas con un transistor o con sus cavilaciones, preocupaciones o anhelos. Alicante, lamentablemente, no ha sabido devolverles todo su esfuerzo.