Cartas al Director

La ventolera

Carlos Dardé en un interesante artículo con título “El recurso al fraude electoral”, recogido en la publicación “Arte e Historia”, desgrana, al modo histórico de las biografías políticas, el conocimiento fundamental del mecanismo de la representación democrática electoral de cualquier clase de gobierno democrático, iniciándose con la época de la Restauración monárquica a manos del general Prim y por el medio vehicular de la gloriosa Constitución de 1869.
Reconoce Dardé, que los mejores políticos del momento coinciden en la idea fundamental de que “la injerencia gubernamental en las elecciones” es la causa de la formal inexistencia de un electorado independiente. "No tenemos cuerpo electoral", decía Castelar. "Si hay en algo en que nosotros tengamos una inferioridad evidente respecto de todas las demás nociones constitucionales, ese algo es la fuerza, la independencia, la iniciativa del cuerpo electoral", decía Cánovas. "El cuerpo electoral (...) falta por completo hoy en España", “No hay nada más desigual en España que la lucha del elector con el gobierno”, decía Alonso Martínez.

De este modo, Dardé reflexiona, considerando que el problema social de los contemporáneos en aquellos inicios de la Restauración monárquica no era el caciquismo, como influencia desmedida de algunos individuos de la comunidad, sino el abuso de poder por parte de las autoridades.

Y es que en este mismo orden de cosas ocurre, que ocho autoridades locales juntas, delegadas por el mandato representativo de otra autoridad más competente por imperativo legal (como es la de una alcaldesa), se inventan unas reglas del juego diferentes a las establecidas en las normas legales electorales (las que configuran el fundamento principal del gobierno o proyecto representativo) al no tener en cuenta la voluntad del elector sino otra voluntad distinta y desvinculada al cuerpo electoral, convirtiéndose entonces en defraudadores del voto mayoritario que ellos no representan.

En el año 1812, a un gobernador del Estado federal norteamericano de Massachussets, Elbridge Gerry, se le ocurrió la idea de redistribuir los límites de los distritos electorales, para favorecer a los candidatos del partido republicano jeffersoniano. Este comportamiento electoral fue bautizado con el nombre de “gerrymandering”. Los periodistas que observaron el nuevo mapa electoral se percataron de que uno de los nuevos distritos tenía la forma de una salamandra (en inglés: salamander), a la que pusieron por nombre Gerry-mander. El concepto tuvo éxito y en la actualidad se sigue utilizando en la jerga de la ciencia política. Ni qué decir tiene que esta práctica fue declarada ilegal por las más altas instancias judiciales norteamericanas.

El caso es que, imagínense que ocho de doce concejales pertenecientes a una administración local, deciden por “motu propio” representar el proyecto político de un candidato/a que ha perdido unas elecciones provinciales a las que se ha presentado y además, también, en el distrito electoral donde ha presentado su candidatura. Y no me refiero al Sr. Francisco Camps que las ganó en Villena cuando las autonómicas, sino al Sr. Fenoll que las perdió en el municipio y en la provincia, a través de sus compromisarios concejales en unas elecciones provinciales.

¿A qué electores representan estos señores concejales, que perdieron como compromisarios unas elecciones provinciales en un distrito municipal en donde también perdió mayoritariamente su candidatura?

Por supuesto, no a los que en Villena hemos votado otra candidatura que ha sido la ganadora. No acatando con su comportamiento político las normas electorales mínimas e inevitables, que son las del 59,48 % de los afiliados, votantes de Villena que eligieron internamente una candidatura por mayoría absoluta e indiscutible, según la regla electoral general. Eso sí, diferente a la perdedora en la que porfiadamente y de forma particular insisten estos concejales en representar.

¿Quién delega la competencia a estos ocho concejales? ¿La ciudad de Benidorm y su alcalde Fenoll? ¿El distrito municipal de Ibi o Torrevieja? ¿El alcalde del pueblo de Paiporta o L’Eliana?

Es como decir, aquí en Villena, que yo haré lo que me diga Sarkozy porque es afín a las ideas de Fenoll (porque lo diga Fenoll, no Sarkozy), pertenece a la agrupación política europea liberal en la que está integrado mi partido político y además es el presidente de la Unión Europea y él es, por tanto, mi presidente en la dirección del proyecto político y la gestión política municipal de mi partido. ¿Es que acaso Sarkozy ha ganado una elección en este distrito electoral? Ni siquiera fue candidato, naturalmente. ¿Y F. Camps? Pues tampoco. El candidato fue Fenoll, este sí. Y las perdió, simplemente.

¿Deslealtad a la alcaldesa, quien ha ganado la elección municipal como representante o, lo que es lo mismo, cabeza de la lista electoral de un partido político en el municipio? Sin lugar a dudas. ¿Fraude electoral? De mi voto mayoritario, sí.

Fdo: José J. Álvarez Viana
Licenciado en Ciencias Políticas y de la Administración.
Licenciado en Derecho.
- Abogado-

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