Fiestas

Las Trinitarias de Villena, el alma en la Fiesta

En el siglo XVI vivía una familia de nobles en el lugar conocido hoy como Asilo. Una de sus hijas y una amiga suya tuvieron la visión de una cruz roja y azul en lo alto del cielo y escucharon la voz del Padre que les pedía que fundasen en Villena un convento dedicado a la Santísima Trinidad. Como respuesta a esa llamada, en 1524 se fundó en Villena un convento de la orden trinitaria, de acuerdo con la regla de San Juan de Mata, fundador de la orden en 1198. Este convento, que lindaba con la casa de los nobles, era bastante famoso y por ello venían aquí muchachas de todos pueblos para hacerse monjas; en sus momentos más álgidos llegó a haber más de cien hermanas. Pero al estallar la Guerra Civil las autoridades de la zona les advirtieron de que iban a quemar el convento y a matar a todas las que se encontrasen dentro, por lo que las religiosas huyeron para salvar su vida. Una vez acabada la guerra volvieron a reunirse y fundaron un nuevo convento, donde se encuentra hoy.
En la actualidad hay trece hermanas en el monasterio, una novicia, tres monjas de voto simple y las demás de voto solemne. Y proceden de varios países: cinco son españolas, cinco indias y tres nicaragüenses. Para llegar a realizar el voto solemne, que es el definitivo, pasan por tres fases: un año de postulante, dos de noviciado y luego tres de voto simple. Finalmente, hacen el voto solemne.

El día a día
Tienen una vida sencilla dedicada a la oración y al trabajo, tal como reza el lema de la vida contemplativa “ora et labora”. Para hacernos una idea de cómo viven vamos a comenzar explicando su rutina diaria:

“Todos los días se toca a las 6:30 de la mañana para que todas se levanten a la oración. A las 7 en punto todas están en el coro con el Señor, o sea, tenemos el Santísimo en Sagrario en el coro bajo y a las 7 comenzamos a rezar los laudes. Después de este rezo hacemos una hora de oración en silencio, volvemos a rezar todas juntas la hora de tercia y, a continuación, nos vamos a desayunar. Después del desayuno, a las 9 en punto estamos todas trabajando, cada una en su labor. Nos traen manteles de todas las parroquias para que se los arreglemos: los lavamos bien y los planchamos. Además se bordan pañuelicos, también sayas de villenera, golas de estudiantes, también zurcimos, aunque últimamente menos, cosemos y hacemos mortajas. Otras estamos con las enfermas, tenemos dos mayores que cuidar. Y nos vamos turnando cada semana para cocinar. A las 12.40 se da el primer toque para ir a rezar y a menos diez el segundo toque para empezar el rezo de sexta. Después hacemos el examen de conciencia durante 5 o 10 minutos y a continuación vamos a comer. A las tres y media se toca y rezamos nona, trisagio y después media hora de lectura espiritual individualmente. Aparte de esto, la madre superiora ha dispuesto que cada media hora vaya una a la capilla a rezar para que el Señor no esté solo. A las 5 volvemos al trabajo hasta las 6 de la tarde, después hacemos el rezo de víspera en el coro y, a continuación de víspera, el rosario y la santa misa a las 7. Seguidamente realizamos otra hora de oración porque la regla prescribe que haya dos horas de oración individual cada día, una por la mañana y otra por la tarde. A las 8:30 nos vamos a cenar y luego tenemos una hora de recreo. En tiempo de Cuaresma, los viernes no tenemos la hora de recreo y tampoco durante la Semana Santa, porque son momentos muy fuertes para dedicarse de lleno a la oración. El desayuno, comida y cena se hacen en silencio; mientras una hermana va leyendo el Libro de los Santos y la Regla, otra sirve la comida. Pero en los domingos y solemnidades sí que se puede hablar. A las 10 termina el recreo, entonces rezamos completa y después maitines. Antiguamente rezaban maitines por la madrugada pero, como el Concilio Vaticano retiró esa exigencia, lo hacemos después de completa. A las diez y media u once menos cuarto ya nos retiramos.”

La oración
Tal vez la principal diferencia entre las monjas contemplativas y las activas es que la primera obligación de las contemplativas es la oración. Las cuatro nos hablaron a este respecto. Sor Angelines: “Estoy muy feliz porque nuestra principal vocación es pedir al Señor, en primer lugar por los villeneros, por todas sus intenciones, eso es lo primero, y luego ya por el mundo entero. Y por todos los pueblos de nuestras hermanas”. Sor Sandra: “Mucha gente viene a pedir oraciones, llaman para que recemos por ellos. Es un alivio para ellos tener aquí unas monjas que recen por sus intenciones. Hay gente que viene confiando en nuestra oración”. Sor Isabel María: “Estamos aquí para rezar por aquellos que no rezan o no pueden, no es que no recen, a lo mejor no tienen tiempo para rezar. También pedimos mucho por los que están enganchados a la droga. Nosotras estamos para eso”. Sor Ana: “Después, mucha gente llama para agradecer nuestra oración porque ya se ha solucionado el problema”.

Las fiestas de Villena
Las hermanas son las encargadas de custodiar los mantos de la Virgen: “Aquí guardamos los mantos de la Virgen y los reparamos cuando los traen. Dependiendo de la época la visten con uno u otro, por ejemplo, en Cuaresma se le pone el morado. Por ello, nosotras nos dedicamos a cuidarlos y luego vienen desde la Junta de la Virgen a recogerlos. También preparamos los ornamentos del trono de la Virgen que se coloca en Santiago”.

Además, realizan otras actividades relacionadas con las fiestas, como coser sayas de villenera y golas de estudiante, aunque ahora hay menos demanda porque las fabrican de otro material que no necesita deshacerse y almidonarse, “pero hay algunas personas a las que les gusta, como antiguamente, deshacerlo entero, luego almidonarlo y rehacerlo.”

Antes de que venga la Patrona, las hermanas rezan la novena y esperan deseosas la visita de la Morenica: “Entran a la Virgen y entonces nosotras desde el coro le cantamos la Salve y alguna vez el canto de la Morenica. Viene también la Junta de la Virgen y se portan muy bien con nosotras porque ningún año dejan de traernos a la Virgen”. Sor Isabel María nos contaba que “recibir a la Virgen es una bendición, nos da a su hijo, nos da a Jesús. Yo pido mucho en ese momento y me concede alguna gracia. A mí sí que me ha hecho llorar. El primer año que estuve aquí me dijeron: “mira, viene la Virgen”, para mí era algo nuevo. Al principio me sorprendió mucho verla con ese manto tan lujoso”. Sor Sandra decía: “Nosotras tampoco lo hemos visto allá, en la India lleva un manto y una corona sencillos”. Según sor Ana, todos los años se emocionan al ver entrar a la Virgen: “Todos los años lloramos porque nosotras no podemos salir y ella viene a nosotras, es muy emocionante. Sí, lloran todas”.

En el día de la ofrenda hay comparsas que hacen donativos u ofrendas a la comunidad y las hermanas lo agradecen mucho: “Los Piratas todos los años, los Cristianos traen toñas, también los Estudiantes hace dos años que traen donativos, las otras comparsas suelen traer alimentos y útiles. Después de Fiestas, al cabo de dos o tres semanas, los Bereberes traen una paella cocinada el día de la comida de la comparsa. La Junta de la Virgen también colabora. Y el pueblo se porta muy bien con nosotras, la familia de Fina todos los viernes y sábados nos trae fruta y verdura, y además de ellos hay otras familias que también nos ayudan. Es decir, el pueblo se porta muy bien con nosotras”.

Su vocación
Al preguntarles por qué decidieron hacerse monjas, todas coincidían en que el Señor les había llamado a ello y que tuvieron que sortear muchas dificultades antes de llegar al convento. Una de ellas, sor Isabel María, por ejemplo, fue monja de vida activa y se dio cuenta de que ella en realidad quería ser monja de vida contemplativa. Como decía la Madre Teresa de Calcuta, ella sintió “una llamada dentro de la llamada”. Sor Sandra y sor Ana pasaron muchas dificultades para conseguir el visado y para aprender español. Y sor Angelines, tras haber estudiado las carreras de magisterio y piano, tuvo que dejarlo todo, su familia, sus amigos para servir con su oración. Pese a todas estas rémoras y obstáculos en el camino, al final se sentían muy dichosas de haber encontrado su verdadera vocación. Otra de las cosas que más les gustaba de su orden era el hábito porque “el blanco significa el Padre Eterno que lo abarca todo, el azul, Jesucristo que sufrió mucho en la Cruz, y el rojo, el Espíritu Santo que es el Amor”.

Juan Pablo II, en su primera visita a España (1-11-1982, Ávila), con motivo del cuarto centenario de la muerte de Santa Teresa de Jesús, decía: “(…) Todos hemos de valorar y estimular profundamente la entrega de las almas contemplativas a la oración, a la alabanza y al sacrificio. Son muy necesarias en la Iglesia. Son profetas y maestras vivientes para todos. Son la avanzadilla de la Iglesia hacia el Reino (...)”. Esa presencia tácita de la contemplación sostiene e insufla fortaleza al espíritu. Pues también así las monjas trinitarias participan en las fiestas de Villena, de un modo silente y profundo, pero al mismo tiempo la colman de fuerza, de espiritualidad. Son, sin lugar a dudas, el alma que completa a la Fiesta, pero también la trasciende y engrandece.

“(...)
Juntáis quien no tiene ser
con el Ser que no se acaba;
sin acabar acabáis,
sin tener que amar amáis,
engrandecéis nuestra nada”.

(Última estrofa del poema “Oh, hermosura que excedéis” de Santa Teresa de Jesús)

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