Los mismos perros con distintos collares
No podemos aceptar que el PP y la ultraderecha intenten imponer al resto de la sociedad, creyentes o no, su doctrina y su ideología
Corría el mes de julio de 2012 cuando la cúpula de la Iglesia de nuevo, y el entonces ministro de Justicia Alberto Ruiz Gallardón, mostraba su verdadera cara al reabrir el debate suscitado hacía entonces más de treinta años defendiendo el mismo derecho para los embriones que para los seres humanos. Decía Ruiz Gallardón: "Todos los discapacitados tienen que tener exactamente los mismos derechos que el resto de los españoles; y esto, que lo digo para aquellas personas que han nacido, vale exactamente igual para aquellas que están a punto de nacer".
Al mismo tiempo, trabajadoras y también familiares de personas con diversas discapacidades estaban pendientes de cobrar por realizar su trabajo (muchas llevaban meses sin cobrar) y estaban asistiendo al deterioro servicios esenciales para hacer realidad la Declaración Universal de los Derechos Humanos que establece que todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos. Declaración que también reconoce nuestra Constitución en su artículo 15.
Pero parece que al ministro Ruiz Gallardón, al Partido Popular y a la cúpula de la iglesia le preocupaban mucho más los embriones, que los seres humanos realmente existentes.
Buscamos documentación para ver si averiguamos a qué se debe ese empecinamiento de los obispos en la defensa de los embriones humanos y ese olvido de las personas reales, es decir con vida propia. A la sazón nos encontramos con el Catecismo de la Iglesia Católica que en el punto 2270 dice: La vida humana debe ser respetada y protegida de manera absoluta desde el momento de la concepción. Desde el primer momento de su existencia, el ser humano debe ver reconocidos sus derechos de persona, entre los cuales está el derecho inviolable de todo ser inocente a la vida.
En el punto 2266 del citado catecismo, dice que se deben “aplicar penas proporcionadas a la gravedad del delito, sin excluir, en casos de extrema gravedad, el recurso a la pena de muerte”. Aquí hay algo que no cuadra ¿Es o no es sagrada la vida, toda vida? Volvemos a leer el enunciado anterior y caemos en la cuenta de que para la iglesia el único ser inocente es el no nacido, pues con el nacimiento se adquiere la culpa, es decir el pecado original. Lo intuíamos, esa postura debía obedecer a algo que desconocíamos. Ahora estaba claro, es su creencia frente a un proyecto de futura vida humana, pero no vida humana en sí misma.
Algo parecido deben pensar los “nuevos políticos” del Partido Popular y de la ultraderecha, pues parece que no les cabe en la cabeza que la llamada popularmente Ley del aborto, no impone un deber, sino que garantiza un derecho; derecho entendido como la posibilidad de elegir y no de defensa del aborto en sí mismo. Por ello admitimos su discrepancia con la misma, pero lo que no podemos aceptar es que intenten imponer al resto de la sociedad, es decir a todas las personas, creyentes o no, su doctrina y su ideología, y mucho menos que traten de limitar el desarrollo de los derechos y libertades constitucionales.
Por: Rosalía Sanjuán (Plataforma Feminista de Villena)
Ni sé lo que dice el catecismo, ni me interesa.
Pero asusta la barbaridad de comparar ambos casos: un no nacido (absolutamente inocente de causar ningún mal) con un criminal a quien, sólo en casos excepcionales de extrema gravedad, repito, sólo en casos excepcionales de extrema gravedad, se le podría aplicar la pena de muerte.
¿De verdad que no tienes otros argumentos para justificar el aborto?
¿De verdad que no tienes otros argumentos para justificar el no querer que la mujer embarazada tenga el derecho (que no la obligación) de tener más información sobre lo que es un aborto y ejercer por si misma o no ese derecho?
¿Cómo piensas justificar tu posición de negar derechos a la mujer embarazada de acceder a más información o no acceder ( lo que ella quiera)?
No te das cuenta de que queréis que la mujer pase de estar tutelada por el varón a estar tutelada por el feminismo radical.
P. D. Hay comparaciones que son odiosas.
Das a entender que la señora que va a abortar no sabe ni a lo que va… estamos en 2023, todo el mundo sabe lo que es un aborto, y la ley actual ya contempla toda esa información a la que te refieres.
No lo insinúo, lo afirmo.
¿Insinúas que desconoces las estadísticas de diferentes países en las que escuchar el sonido del feto reduce enormemente las tasas de aborto? No sé si sabes que en Israel actualmente las tasas de aborto son las más bajas desde 1980, se acaba de batir un récord se número de solicitudes más bajas desde la década de los 80. Es un país de tantos.
En estos países, la decisión de abortar de la mujer, se reduce drásticamente tras escuchar el latido del feto. Y lo escuchan libremente y después deciden libremente.
Decir qué puede o no escuchar una mujer, en vez de dejar que sea ella quien decida si quiere escuchar o no, es una actitud que hasta hace nada era considerada una actitud machista. Debe de ser que decidir por una mujer y decirle qué puede o qué no puede escuchar, es lo más feminista del mundo.
Aumentar intencionadamente el número de abortos no es feminista. A más abortos, más feminismo es una concepción errónea.
A más información, a más derechos, a más recursos para la mujer (porque también se aborta por problemas económicos), más feminismo. Cuanto más de todo eso para que sea ella quien decida y no tú quien decidas por ella, eso sí es feminismo.
Y no, la ley no contempla toda la información para la mujer. No se le informa de las consecuencias psicológicas, no se le informa de que dentro hay un corazón que late (por eso tanto revuelo en que ahora la mujer pueda escuchar, si quiere, el latido). No se le informa que ese corazón late por impulsos cerebrales ajenos a su cerebro. Y no queréis que se le informe porque no queréis que la mujer piense. Porque así, vuestra máxima se cumple: a más abortos, más feminismo.
Ole y Ole, completamente de acuerdo.
Mati Montero, la prehistoria ya pasó, pasa página!
Aborto SÍ y LIBRE! A más odio y más cerrazón, más derechos! Viva la República!
La experiencia nos demuestra que la izquierda ha hecho enormes esfuerzos por pisotear la verdad en todos los ámbitos y, por tanto, señalar y perseguir a aquellos que intentan descubrirla o defenderla desde el terreno científico. La persecución a los científicos por parte del comunismo es sólo una pequeña muestra de hasta qué extremos criminales llegó ese odio de la izquierda hacia la ciencia, pero no es un ejemplo único ni el más reciente.
Sin duda, la más clara expresión de desprecio de la izquierda por el pensamiento científico podemos observarla en la promoción del crimen del aborto, en la cual la izquierda ha recurrido a todas las mentiras posibles, incluso a las más ridículas, para intentar deshumanizar e incluso cosificar a las víctimas de esa monstruosidad. Este proceso ha incluido no sólo la tergiversación del aborto en sí, sino también el acoso sistemático al personal sanitario que se niega a colaborar en esas prácticas inhumanas, estableciendo listas negras y otros mecanismos para violar su derecho fundamental a la objeción de conciencia.
La izquierda exhibe un fanatismo propio de una secta religiosa a la hora de situar sus dogmas ideológicos por encima del pensamiento científico. La intolerancia y las barbaridades que lanza la izquierda contra medidas como el uso de ecografías o el protocolo del latido fetal, como estamos viendo ahora en España ante una sensata propuesta de Vox, son actitudes alimentadas por un absoluto desprecio sobre lo que la ciencia enseña acerca del inicio de la vida humana, y que llegan al extremo de intentar sustituir esa verdad científica por consignas ideológicas groseramente anticientíficas, como las que afirman que un hijo o hija por nacer no son seres humanos -como si las mujeres concibiesen animales de otra especie- o incluso ni siquiera son seres vivos.
Es pasmoso que en 2023, cuando la ciencia ha demostrado sobradamente la humanidad de la vida desde el momento mismo de la concepción, ver que la izquierda insiste en un pensamiento mágico y anticientífico que sitúa caprichosamente el inicio de la vida humana en tal o cual semana, o incluso en el parto, no porque haya algún científico que haya aseverado tal cosa, sino porque a la izquierda le interesa que sea así y no tiene reparos en negar la evidencia científica si esta contradice sus máximas ideológicas. La cosa no se acaba ahí: en algunos países, la izquierda ya no se conforma con imponer sus mentiras anticientíficas en esta cuestión, sino que además pretende prohibir la defensa de la verdad científica en esta cuestión, calificando la defensa de la vida humana desde sus inicios como «machismo» o «fascismo». Es una actitud puramente totalitaria y con una base troglodita.
Ese pisoteo de la izquierda contra el pensamiento científico se está observando también en la promoción de la ideología de género, una doctrina anticientífica que pretende negar la biología en lo relativo a la sexualidad, afirmando que el sexo es una categoría subjetiva y que no viene determinada por la genética, sino que uno la elige a su voluntad. Las burradas que se están diciendo desde la izquierda en aras de esa ideología son una completa antología del disparate.
Obviamente, cada uno es muy libre de hacer el ridículo intelectualmente hablando. Incluso hay gente que sigue creyendo que la Tierra es plana. El problema es que la izquierda no sólo cree que siempre tiene la razón, sino que además se cree con derecho a imponer su opinión al resto de la sociedad, llevada por un supremacismo ideológico que recuerda terriblemente que ni siquiera en la actualidad estamos libres de perder nuestras libertades en aras del fanatismo.
Ante ese fanatismo y ante su afán por erosionar nuestra democracia, quienes defendemos la verdad científica debemos sacudirnos todos los complejos. Quienes deberían avergonzarse de decir tonterías anticientíficas son los fanáticos izquierdistas que ponen sus absurdas opiniones no sólo por encima de la ciencia, sino también por encima de la libertad de pensamiento, que es el suelo fértil en el que el pensamiento científico hunde sus raíces, porque difícilmente puede alguien defender el método científico allí donde unos fanáticos pretenden criminalizar la verdad porque les resulta incómoda. Ya va siendo hora de que dejemos de callarnos ante esos fanáticos.
Lastima que tus padres no pensaran como tu.