Cartas al Director

Los otros

Desde hace ya demasiado tiempo, el debate político local se circunscribe a la confrontación entre los “míos” y los “otros”, o lo que resulta más peligroso y escurridizo, entre los “buenos” y los “malos”.
Tenemos asumido que los partidos de la oposición deben negar por sistema todo lo que venga de los “otros”, al igual que damos por hecho que cuando cambien las tornas lo primero que se va a hacer es desandar lo andado. A fin de cuentas, hemos estado cuatro años diciendo que TODO lo que se ha hecho está mal, y por lo tanto lo coherente es que sea destruido, archivado, cambiado, aunque eso signifique volver al punto de partida una y otra vez.

Tomemos como ejemplo el problema de las vías del tren, aunque hay muchos otros. El soterramiento fue hace unos años una apuesta de todos los partidos, como reflejo del sentir popular. Pero hubo un momento en el que el consenso se rompió. Quizá la oposición de entonces exigió demasiado, o el gobierno local no encontró apoyo suficiente, o las dos cosas, o ninguna. Surgió entonces la idea del alejamiento, pero la oposición se negó a ello y enarboló la bandera del soterramiento hasta hacerla suya. De nuevo, los “unos” frente a “los otros”, y el problema dejó de ser la reivindicación de un pueblo para convertirse en disputa entre partidos. Estoy totalmente convencido de que si en 1997 (por ejemplo) hubiésemos tenido la oportunidad de soterrar, aunque sólo fuese de puente a puente, todo el mundo habría apoyado la iniciativa (de manera entusiasta los que gobernaban y con resignación los que estaban en la oposición). Pero no fue así, y tenemos sin resolver el problema social, económico y humano que suponen las vías.

Nuestra clase política, que ve cómo juegan en primera división (léase Parlamento), anota cuidadosamente los giros verbales, los rechaces demagógicos, las argumentaciones marrulleras, y las reproducen en nuestras instituciones y medios de comunicación. Las hinchadas de unos y otros se encargan del ruido, los cánticos, las algaradas. Las declaraciones se inundan de frases hechas: “haberlo hecho vosotros, que tiempo tuvisteis”, “eso es una irresponsabilidad”, “es electoralista” o el siempre efectivo “y tú más” también disponible en su versión “pues anda que tú”. Hay que cerrar filas en torno al líder, hay que denunciar al otro, aunque sea haciendo malabares con las palabras, sacando de contexto o insinuando entre líneas. Y en cuanto a los errores propios, sólo dos consignas: taparlos mientras sea posible y preparar la argumentación en el caso de que algún listillo los saque a la luz.

Soy simpatizante de Los Verdes, sin más pretensiones que las de echar una mano cuando haga falta. Leo en prensa el debate generado en torno a los residuos que llegan hasta la planta que VAERSA tiene en Villena. Siento como propio un error que no debió producirse, al tiempo que observo cómo volvemos (una vez más) a enredarnos en buscar culpables olvidándonos que el Ayuntamiento de Villena es una entidad que trasciende a las personas, y que nada se soluciona apelando al “no fui yo”. Tenemos el registro escrito de las basuras que entran. Hay un borrador de convenio que incluye la gestión de residuos “irregulares” (existe, no es una leyenda urbana, yo lo he visto). El actual Equipo de Gobierno puede y debe aprovechar esta experiencia. Aprovechemos lo que hicieron otros y mejoremos ese trabajo. Aumentemos el control, exijamos mejores protocolos, defendamos los intereses de todos, consigamos una buena gestión medioambiental. No queremos ser el basurero de la Comunidad Valenciana, y en este punto tenemos (todavía) el consenso de la población y de los grupos políticos.

El mundo no acaba cada cuatro años, no hay que reinventarlo cada legislatura. ¿Qué sería de las artes, las ciencias o la tecnología si cada artista, científico o ingeniero tuviera que inventar la cultura, el método científico o las ecuaciones de segundo grado cada vez que empezara a trabajar? ¿Qué hay de malo en aprovecharnos del trabajo anterior? ¿De verdad TODO está mal? Si seguimos en esta línea, no nos sorprendamos de que la política interese cada vez menos y a menos gente. ¿O es eso lo que queremos?

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