Estación de Cercanías

Los raptores de ideas

Siempre he pensado que la más importante condición que debe cumplir cualquier pueblo para ser un pueblo libre es su independencia de pensamiento. Cualquiera de nosotros tenemos la obligación, siendo obligación la palabra adecuada, de discurrir “motu propio”, unilateralmente y sin dejarnos influir por nada ni por nadie, para luego, llegado el momento, poner en común dichos pensamientos y aunar esfuerzos que puedan conseguir que aquello en lo que creemos firmemente se pueda realizar, aplicar o simplemente ofrecer nuestra particular perspectiva a la discusión.
Transacción ésta con la que enriquecernos unos a otros contribuyendo a la eliminación de laterales viseras que impiden a más de uno poder mirar en ambas direcciones y les condenan a mantener la mirada fija en un punto infinito que no permite más consejos que los que le procuran la comodidad de no perder el punto de mira, dejando escapar voces, imágenes o momentos que posiblemente sean muy válidos y aleccionadores.

Sírvame esta introducción para tratar un tema que verdaderamente me subleva y solivianta, y que no es otro que la catalogación y etiquetado al que estamos sometidos desde el momento en que una de nuestras ideas, creencias o formas de ver y entender las diferentes cuestiones que se nos plantean con el devenir diario coinciden con las que el partido político de turno ha decidido hacer suyas por el mero hecho de que son ellos los que así lo comunican públicamente. Si yo ahora dijese que estoy a favor del soterramiento directamente iría a la acera del PSOE; si por el contrario me mostrase a favor del alejamiento, pues a la del PP. Si no me gustan los toros es porque soy roja, y si defiendo las bodas homosexuales también. Y así con casi todo.

Hoy en día, si has tenido el desatino de posicionar cualquiera de tus ideas en terreno ya minado por los unos o por los otros estás irremediablemente sometido a ser uno de ellos para todo aquello que propongan, dispongan, hagan o digan, y sinceramente creo que esta circunstancia se ha convertido en un enorme bozal que acalla voces que gustosamente entrarían en una terna ideológica libre de catalogaciones y se contienen para evitar ser acuñados en rojo, en azul o en verde. Pero como a mí esa realidad me pasa muy de largo, no me va a propiciar ningún cataclismo ideológico decirle a los representantes del PSOE en Villena que por favor se tomen un poquito más en serio su labor opositora y dejen de desperdiciar esfuerzos y horas, visita a Madrid al Defensor del Puebo incluida, para conseguir que a Franco se le quite la medalla de Oro de Villena. Que si bien es cierto, y creo que en eso estamos casi todos de acuerdo, que no es nombre adecuado para estar acompañado de dicho honor, no lo es menos que convertir esta casuística en una cruzada cuando las aguas, propias y extrañas, andan revueltas es casi, casi, un insulto al intelecto de muchos de sus votantes, un desplante a la confianza depositada en ellos y una pésima interpretación de lo que la realidad de nuestro pueblo les está pidiendo con callados gritos de decepción.

Luchar contra un muerto muy muerto, en todos los sentidos, cuando nuestros hijos no tienen donde ir ni se atisba solución cercana, cuando se está pagando a tantos asesores como concejales, cuando se tiene a la oposición contra las cuerdas y es acallada en muchísimas de sus propuestas, cuando todo parece formar parte de una irreal perfección, es sencillamente una irresponsabilidad intemporal. No son tiempos de memorias, son días de realidades. Y ahora si quieren pueden llamarme Facha.

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