Cultura

Mauthausen y la Memoria

Acudimos el pasado sábado a nuestro Teatro Chapí, donde se puso en escena El triángulo azul de Laila Ripoll y Mariano Llorente. Título que hace referencia a la marca distintiva que los alemanes en plena II Guerra Mundial pusieron a los españoles a su llegada al campo de concentración de Mauthausen. Siete mil soldados españoles a los que el entonces dictador español de voz aflautada no quiso acoger y que envió al ejército alemán en condición de apátridas. La pieza, igual que el documental que la precede, narra las penurias, el sufrimiento y el valor de estos compatriotas abandonados a su suerte.
Destaca en el escenario una zona oscura, a la izquierda –del patio de butacas– en la que una vía ferroviaria rota cuelga a varios metros de las tablas. Una vía muerta sin apenas iluminación que deja más de un cuarto de escenario impracticable para el movimiento escénico. Una vía por la que debían llegar los trenes cargados de prisioneros y prisioneras a su fatídico final, que contrasta con la chimenea proyectada de tanto en tanto sobre el fondo opuesto del escenario que obedece al lema: “de Mauthausen solo se sale por la chimenea”. Un espacio de escenario, el de la vía, cargado de simbolismo que corre el riesgo de no transmitir el mensaje al público con la suficiente claridad y peso.

Nos encontramos con un planteamiento narrativo que toma la perspectiva subjetiva del mando alemán encargado del departamento de reconocimiento de los prisioneros, quien junto a los dos prisioneros españoles se encarga de fotografiar y documentar para el alto mando alemán todo lo que ocurre en el campo de concentración. El uso subjetivo del personaje lo hace presente en todas las escenas, convirtiéndolo en un narrador omnisciente que “rememora” los hechos una vez terminada la guerra. Lo que resulta a veces confuso tanto en las escenas en las que participa como en las que presencia al modo del Scrooge de Dickens.

El argumento, además de seccionado, se encuentra salpicado de pequeños números musicales, haciendo alusión a la revista de variedades Rajá de Rajalaya, actividad que incomprensiblemente la dirección del campo permitió a los prisioneros españoles. Estos interludios musicales, tremendamente ácidos y chabacanos, operan a la perfección a la hora de mostrar la fuerza moral de los prisioneros y de poner de manifiesto su beligerancia ante un enemigo incontestable. Aunque, y es solo mi opinión, eché de menos un uso más variado del recurso, haciendo un guiño más explícito tal vez a los interludios musicales que Brecht incluía en sus montajes.

En definitiva el espectáculo tiene belleza y es ilustrativo y empático, con momentos brillantes e interpretaciones elocuentes. Lástima que el sosegado ritmo de la puesta en escena la alargue tanto, una decisión tal vez obligatoria para poder narrar la historia a través de un gran número de escenas de corta duración. En cualquier caso, un trabajo necesario para recuperar la memoria, que es algo que siempre debe ser una responsabilidad vigente.

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