Literatura

Memoria tierna

Nuestro amigo y colaborador Mateo Marco Amorós publica hoy en Diario Información un artículo sobre el libro «Estampas villeneras», obra del villenense José Guillén Hernández. El libro fue presentado por el propio Mateo Marco, responsable del repaso y la corrección del libro, así como autor del prólogo. Por su interés, lo reproducimos a continuación:
Una postal en sepia la retrata con el culo en pompa, ataviada con ropas burguesas. Como las de las mujeres que pintó Sorolla paseando por la orilla del mar. El fondo, un fondo de estudio, parece un bosque brumoso. Si bien, la tarjeta se titula, como llamando al exotismo, "La Arabia feliz". Pero debe ser porque responde al título de un entremés lírico de Felipe Pérez Capo y Rafael Calleja Gómez. Otra, nos la retrata recostada sobre un diván estilo imperio, apoyando su brazo en el respaldo. La posición obligada no le permite relajarse. Sí la mano izquierda que sujeta un abanico entreabierto. Sí la mano derecha que sostiene la mejilla y la sonrisa pícara. Otra foto nos la trae enseñando una teta. De perfil. Medio cuerpo desnudo. El brazo en jarra. La mirada perdiéndose hacia bambalinas, picante. Una enorme peineta sostiene una larga toquilla que cae hasta el suelo como capa que sólo tapa medio cuerpo. Sólo tapa lo que se quiere tapar. Porque no hay pudor. Se trata de Antonia Cachavera Aguade, Antonia la Cachavera o... Simplemente La Cachavera. Sí, "La" Con mayúscula. Como La Otero, La Chelito, La Fornarina, La Balbina, La Caoba, La Criolla, La Goya, La Yankee... Contemporáneas en el público provocar.

En su esplendor -era en los tiempos del cuplé- la prensa exquisita de la época le decía "repugnante", "grosera", "zarrapastrosa", "inculta"... En el Teatro-Circo de La Unión, en 1916, con la actuación de la Compañía de Antonia la Cachavera se lío tal escándalo que terminó la cosa en la Audiencia Provincial. El juicio tuvo tanto éxito como el espectáculo. Un espectáculo sicalíptico, palabro que viene de sicalipsis, etimológicamente acción de untar o frotar un higo. Esto según la RAE. María Moliner lo ve relacionado con vulva excitante. Era un espectáculo sicalíptico y Antonia, aparte de dominar el garrotín, era una artista en el entretenimiento pornográfico de la malicia o picardía sexual. Seguramente, frotándose el higo. Traviesa. Lo del juzgado no era la primera vez. Cuando "La diosa del placer" en el Teatro-Circo de Price de Madrid se acusó por escándalo público a las tiples -entre ellas Antonia Cachavera-, al autor de la letra y al empresario.

¡Qué lejos están estas postales y estos trajines de la imagen que José Guillén Hernández nos ofrece de Antonia Cachavera en la estación de Villena esperando un tren! Aquí no hay morbo. Aquí hay ternura. Aquí hay una mujer sola después de una actuación en el ocaso de su carrera que sola espera un vagón de tercera. -¡Probecica Cachavera, quién t'ha visto y quién te viera! -se nos dice.

José Guillén Hernández escribió un texto en habla local que hemos titulado "Estampas villeneras", donde se embalsama a la Villena de 1910 a 1930. Éstas son principalmente diálogos entre dos ancianos, Anica y Pere, que recuerdan con nostalgia el pasado. Diálogos -o largos monólogos- donde se retratan los usos y costumbres de antaño en la ciudad. Su valor antropológico es fabuloso y nos permiten recrear espacios, rutinas y gentes. Son memoria selecta de lo antepasado. En veintidós capítulos.
José Guillén nació en Villena en 1905. Murió en 1994. Su biografía está por hacer. Una biografía paralela a la del médico Marcelino Pascua Martínez, embajador de la República en Moscú y en París durante la Guerra Civil con quien compartió destinos. Y como tantos españoles, José Guillén vivió en el exilio porque no cabía en una España estrecha después de la locura incivil. El historiador Ángel Viñas, en un artículo publicado en El País (4.03.1985), agradecía a Guillén la entrega de unos importantes papeles relacionados con Pascua y el oro de Moscú, depositados por el historiador en el Archivo Histórico Nacional. Pero a sus paisanos, Guillén también nos dejó otros papeles donde perpetúa su memoria exquisita. Éstos, alejados de la política, que forman "Estampas villeneras" y que ahora ven la luz y que muestran el testimonio minucioso de unos tiempos vividos por el autor en la infancia y en la juventud. Aquí no hay política, aquí hay vivencia de unos usos, de unos espacios y de unas gentes entrañables que el tiempo ha perdido. Escritos que, contra el olvido, son memoria tierna de lo cotidiano.

Por Mateo Marco Amorós

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