Menuda decepción
Y me dirán aquello de: Anda que no estabas avisado, pues sí, la verdad es que no sólo me habían avisado, a modo informativo, de que la política cambia a las personas. También lo había vivido en directo y ahora lo he sufrido en primera persona.
No, no es que a mi me haya cambiado la política, entre otras cosas porque nunca he sido político. Como dijo la persona protagonista de esta decepción que les cuento: Al fin y al cabo, lo vuestro es sólo una opinión, ahí es nada. Y seguramente se quedaría en la gloria al decir eso que, interpretado en el contexto de aquella conversación, vino a significar que los NO políticos, es decir, aquellos que no cobramos ni un duro por trabajar por nuestra ciudad desde esta limitada posición de ciudadanos de a pie, no merecemos ser considerados por aquellas personas que ocupan ese púlpito (también conocido como poltrona) y que ellos sí trabajan por su ciudad porque, aplicando su punto de vista, cobran por ello. Con eso se corrobora.
Bien valdría aquí hacer una aclaración, o mejor dicho, dos. Primero, para que no crea la persona protagonista de este cabreo mío que voy a mencionarla poniéndola en evidencia, le aseguro (si es que me lee) que mis lectores (y lectoras, claro) no van a saber de quien hablo porque a mí, a mí no me cambia la política ni las personas políticas y aun enfadado, muy enfadado con la persona en cuestión, soy tan imbécil de mantener mi lealtad a la amistad.
La segunda aclaración habría que hacerla atendiendo al concepto recién descubierto en esa conversación aciaga que mantuve con esta persona y que vendría a quedar como conclusión diciendo: Trabajar por su ciudad lo hace sólo aquel que cobra por ello. Y siendo así me pregunto si no estará confundida esta persona porque quien cobra por desarrollar una función, en efecto, trabaja, pero trabaja EN la ciudad como quien trabaja EN un supermercado, EN una oficina o EN un banco, por poner algún ejemplo. Aquellas personas que lo hacen a cambio de nada, sí creo que son los que trabajan PARA su ciudad, PARA una entidad benéfica o PARA un bien común. Cuando uno cobra por hacer un trabajo pasa a ser PROFESIONAL de ese trabajo y por tanto, ya no cabe el corazón sino la razón, ya no cabe la buena voluntad sino el resultado tangible y, no se nos olvide, exigible.
Ya para acabar, escribiendo esto con profundo dolor, haré una reflexión en voz alta dedicada a ti (por si me lees). Piensa que una persona en su vida, digamos normal, es apreciada por muchas otras personas que la conocen desde hace muchos años. Estas personas son la que te aprecian por lo que realmente eres, porque te han expresado su aprecio no siendo una persona pública, no siendo una persona con relativo poder sino siendo quien en realidad eres. A estas personas, entre las que me incluyo, les da igual si eres ingeniero o dependiente, médico o albañil, parado o multimillonario. Bien harías, creo, en valorar qué clase de amigos quieres, si los que te acabo de mencionar o aquellos que ahora te adoran por lo que representas, de forma temporal, no lo olvides. Yo lo tendría claro, preferiría ser amigo de los de siempre, de aquellos que te siguen apreciando a pesar de estar en la política, de aquellos que, como yo, pensamos que superado este paréntesis, volverás a ser la misma persona. Heridos y todo, tus verdaderos amigos siguen siendo los de antes, tal vez, también alguno de los de ahora. Lo distinguirás cuando acabe tu experiencia política y mires alrededor. Los de siempre estaremos allí. ¿Estarán los demás?