Estación de Cercanías

Miguel Fita (in memoriam)

Tu familia me da las gracias por acordarme de ti. Imposible no hacerlo, porque hay deudas que, sin fecha de caducidad, ya pesan en el interior y no pueden esperar y recoger más polvo que el ya acumulado por el paso inexorable de un tiempo que vuela.
La hora de saldar mi deuda contigo ha llegado, y tiene que ser ahora, en estos agosteños días en los cuales se nos anuncian nuestros días grandes. Y es hoy porque no encuentro mejor paisaje para este póstumo y humilde homenaje que no es tardío por el olvido. He leído que a las personas no se nos recuerda por el tiempo de duramos, sino por la huella que dejamos, y esta frase se ajusta como piel al cuerpo con tu paso por mis días, que si bien fueron desgraciadamente escasos para las ganas, también fueron imborrables para la enseñanza y el aprendizaje de un coraje, una valentía, una integridad y unas convicciones férreas e inalterables que no flaquearon ni tan siquiera en los momentos de enfermedad, cuando ese monstruo de grandes tentáculos te prendió y tú supiste acorazarte con esa dignidad que en pocas personas he conocido, por la que te admiro profundamente y que no supe compartir en su momento.

Pero la vida no siempre pinta con luces claras y días azulados, y nunca es tarde para honrar la memoria de una de las pocas personas que han pasado por mi vida dejando profundos surcos y el sentir privilegiado de haber podido compartir días y momentos contigo y con los tuyos. Y son surcos de tal profundidad que, años después de ser abandonados por su labrador, siguen pariendo brotes llegado el momento. Y son estos días, Miguel, en estos especiales momentos que nos pregonan que el día 5 no anda lejos, cuando los recuerdos que guardo de ti más espléndidos asoman entre el terreno, porque estamos llegando a fiestas, y si al amor por las fiestas de Villena tuviese que poner un rostro, sin duda alguna sería el tuyo vestido de moro, de moro realista, la comparsa de tus amores. Moros para los que fuiste presidente, cargo, Realista de Honor, recogedor de sarmientos para las paellas de la comida de hermandad, manos con las que siempre contar, hombros siempre arrimados y protestas siempre servidas por la mejora y el buen hacer para defender la marcha mora, por guardar la tradición tal y como la sentías, con la entrega a la cual te abandonabas llegado el momento concreto y la causa justa.

Y debe de ser en las entretelas de septiembre cuando traiga tu nombre a mi rincón, porque la fiesta fue el hilo conductor que nos cruzó y el imprevisible azar quien quiso que María, la niña de tus ojos, me acompañase como regidora infantil allá por el mes de marzo del año 1994. Y con la misma naturalidad con la que pasó por esta vida, me llamó, se presentó y me abrió las puertas de su casa, y de la tuya, Paqui. Puertas que nunca se cerraron, pues en tu mesa, en tu sonrisa, en tus chistes y en tus ácidos comentarios siempre fui bien recibida. Son ya seis los años que falta tu persona en esa carroza realista, en nuestras vidas, pero todavía hoy, cuando escucho comentarios venidos de las izquierdas políticas de ese partido socialista en el que militabas con la rotundidad de un republicano declarado y practicante hasta el final, me acuerdo de ti y me pregunto qué dirías al respecto. Miguel fue para mí la grandeza y el honor contenidos como esencia en un pequeño tarro. Gracias por tu recuerdo. Felices Fiestas.

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