Fiestas

Moros y Cristianos de Villena. Su precio, su aprecio y su valor

Hace año y medio, aun pareciendo que fue ayer, las fiestas de Moros y Cristianos de Villena lograron el reconocimiento de Fiestas de Interés Turístico Nacional. Este nombramiento trasciende del mero hecho honorífico, pues está constatado y refrendado por estudios serios lo mucho que aportan estos reconocimientos a las ciudades que los obtienen en cuanto a la difusión y atracción turística, dato nada despreciable en estos tiempos en los cuales el interés por conocer las celebraciones típicas y los hechos históricos escenificados están siendo altamente demandados por el turismo nacional y el extranjero.
Poder contar en una ciudad con unas celebraciones centenarias que son participadas y seguidas por más de un 35% de la población y que representan un importante porcentaje de PIB en la localidad ni es tarea fácil ni es flor de un día. Esta realidad es consecuencia del trabajo realizado durante muchos años por parte de festeros y festeras, así como de factores de arraigo y de sentimientos de pertenencia e identidad. Y por ello, ahora que nuestras fiestas de Moros y Cristianos están reconocidas a nivel nacional no debemos permitir que ese logro quede enmarcado en un pergamino que recuerde lo conseguido colgando de una pared. Es por ello, y porque hombres, mujeres, comparsas y dirigentes festeros, han peleado mucho durante muchos años para hacerlas merecedoras del dicho título, así como para mantenerlas vivas y en continuo crecimiento, que no podemos dejar pasar la gran oportunidad que se abre para la ciudad, y hemos de apostar cada uno y cada una desde el lugar que ocupa para que vaya cada día a mas.

Su justo valor
A poco que observemos a nuestro alrededor nos daremos cuenta de que poblaciones cercanas a Villena, con unas fiestas similares, están apostando fuertemente por hacer de ellas un referente, y lo hacen porque han visto el potencial de estas celebraciones levantinas en cuanto a propiciar difusión de la ciudad y a contribuir a la riqueza de la población. Para que esto sea una realidad palpable, es muy importante que tanto ayuntamiento de Villena como Junta Central de Fiestas apuesten seriamente por ello. Y cuando digo esto, no me estoy refiriendo únicamente a poder colocar en los presupuesto de la ciudad una cantidad económica que permita tanto a la entidad festera encargada de hacerlas posibles como al propio consistorio incorporar cada año medidas materiales que vayan paulatinamente engrandeciendo su puesta en escena y propiciando así que su belleza sea más apreciada por ciudadanos y turistas. Ese dinero sirve como modo de intercambio entre los servicios demandados y ejecutados o los productos comprados y pagados, pero, una vez saldada la deuda económica, que no siempre es garantía de éxito o continuidad, quiero incitar a la reflexión sobre aquellos valores no monetarios que debe de constituir el núcleo de esa apuesta por nuestras fiestas, valores que trascienden de lo material para ubicarse en lo sentimental y en la creencia firme de la verdadera riqueza humana que somos capaces de sacar a la calle las gentes de Villena cada mes de septiembre. La reflexión de quien suscribe es la de considerar que creerse y querer las fiestas de Moros y Cristianos no es cuestión de precio.

Afortunadamente para la ciudad, estos festejos se encuentran enraizados profundamente en nuestra sociedad, cualidad que en gran medida viene dada por la posibilidad de permitir a cada cual ubicarse en el modo de vivirlas más acorde con sus ideales o creencias, alojando por tanto lo verdaderamente importante del éxito de estas fiestas en la libertad del individuo de poder disfrutarlas desde posturas ideológicas diversas, que se difuminan entre música, colores y aromas y que otorga espacio para todas ellas. Esta fortaleza Mediterránea llamada Fiestas de Moros y Cristianos que muchas poblaciones las quisieran para sí, se convierte gracias al modo único de entenderla y vivirla de villeneros y villeneras en un fenómeno cultural y unas celebraciones cívico-religiosas de gran calado, que deben ser contestadas con la misma dignidad en cuanto a las necesidades que estos actos van demandando en el proceso de crecimiento y puesta en escena, siendo por tanto un deber y una responsabilidad ineludible de las personas que tienen la capacidad de intervenir en nuestros días grandes, en su desarrollo y puesta en escena o en su difusión y conservación, el observar estos hechos como un algo patrimonial que debe de ser trasladado a las generaciones venideras con la mayor fidelidad para poder seguir garantizando su pervivencia generación tras generación.

Los cambios, con precaución
Es cierto que estamos ante algo vivo que debe de ir incorporando a esa vida las nuevas costumbres que va aportando la evolución de la sociedad y sus modos de comportarse, pero no por ello debemos de optar por la vía rápida o el modo fácil cuando debemos de actuar sobre ellas, pues cualquier movimiento en su estructura puede dar al traste con partes orgánicas verdaderamente importantes que son de muy difícil recuperación años después. Un claro ejemplo es la posibilidad de que una persona del sexo masculino pueda optar al cargo de Regidor y que ha sido objeto de debate estas últimas semanas.

Estando completamente de acuerdo con el respeto a la igualdad entre las personas, desde mi punto de vista esta cuestión debe de ser acogida con el rigor de observar todas las variables. Abriendo esta puerta estamos creando una nueva figura, pues, a pesar de que algunas personas quieran ver en el estereotipo de la figura de la regidora algo negativo, tendríamos que actuar del mismo modo para que un chico pueda ser la máxima representación festera sin caer en situaciones ridículas o controvertidas que nada bueno van a aportar a la fiesta en su conjunto. Estamos además ante una medida discriminatoria frente a las chicas, pues que un chico que quiera optar a este cargo no sepa realmente cómo debe de desarrollarlo, quiénes le van a acompañar o cuáles van a ser sus espacios para ejercerlo es un trato desigual, pues las mujeres ya contamos con esa información, que nos llega de la mano de la costumbre, y deberíamos poder decidir entre todas y todos si consideramos necesaria la incorporación de esta figura, que es muy valorada, y que lo que resulte de la opinión general se pueda acometer con respeto, pero estas consideraciones no han sido tenidas en cuenta por el equipo de gobierno, aun conociéndolas de antemano, y solo el tiempo dirá donde lleva esta apresurada y poco trabajada decisión.

Concluyendo, tenemos en Villena un bien inmaterial muy importante, un fenómeno sociológico que ha crecido a través de muchas generaciones y ahora está por fin en el lugar que le corresponde a la espera de poder ascender, pero ese crecimiento no va a suceder si quienes ostentan el mandato ciudadano de quererlas y hacerlas cada día más grandes no se implican mas allá de los fríos datos presupuestarios (que ni eso), y no aplican políticas de difusión que resalten nuestras diferencias con respecto a otras celebraciones similares, y por supuesto si no son conscientes de que las Fiestas de Moros y Cristianos son las más importantes de nuestra ciudad y con tal premisa actúan durante todo el año.

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