El tiempo, los tiempos, nos despistan. Ya no sabemos siquiera si hay estaciones para la temperie. Las estaciones, si son, ya no son como eran. Se nos ha escapado el control. Los armarios, desordenados, dudan entre ropas de tiempo y entretiempo. No sabemos.
Y el caso es que hace unos años se nos advertía en La balsa de piedra, magnífico canto al iberismo. Pero todo Saramago nos parecía fantástico:
Junto a él estaba un burro, de albarda y serones, rapando con los dientes amarillos la hierba reseca, que el tiempo, como queda dicho, no va propicio a nuevas reverdescencias, o las hace surgir fuera de lugar y de ocasión, la naturaleza se ha extraviado, diría un amante de las metáforas.
Burro de albarda y serones, dientes amarillos… La hierba reseca que come es anuncio del desierto. Y como fuera de lugar las cosas que sabíamos.
Perdidos estamos en una naturaleza perdida.