Cartas al Director

Nos comen el coco

Quizás debiéramos decir que nos rosigan el encéfalo o que intentan merendarnos los sesos. Sin embargo, si a usted se le ocurre alguna otra expresión la puede añadir con toda tranquilidad. Y, ¿por qué digo lo que digo? Asistimos a un capítulo importante de la vida en el que las palabras se enmascaran y no dicen lo que quieren decir o simplemente se omiten. Ejemplo, la polvareda que se ha organizado con el término “crisis”, que dependiendo de quien hable se expresa de una forma u otra. El caso es dar un rodeo para evitar que el significado nos sacuda con fuerza; ojo, no la palabra, sino el significado.
Mire, estamos tan acostumbrados a que, sobre todo en economía, a los acontecimientos, empresas, objetos, etc. se les haya proporcionado vida propia que admitimos sin rechistar lo que nos proponen esos grandes magos de las palabras que se esconden detrás. Lo voy a decir claramente: Nos comen el coco a diario y, lo que es más grave, nos lo dejamos come. Ahí va un ejemplo: Sube sin parar el precio del barril de petróleo. Veamos. El barril, él solito, ¿puede subirse el precio? No, ¡alguien, con poder, con mucho poder, lo está haciendo! Quiero decir que detrás de las cortinas hay personas con nombres y apellidos que toman decisiones que luego nos afectan a usted y a mí, ¿entendido? Otro, aún mejor: "Lo que ocurre es por culpa de la crisis”. ¿De qué crisis? ¿Quién ordena que suba el precio del dinero o de los pisos o de la gasolina?, ¿la crisis?, no, no. Siempre, detrás de todos estos sucesos hay –otra vez– nombres y apellidos que, maravillosamente, están en la sombra. ¿Quién decide el precio de las cosas?, ¿la oferta y la demanda?, ¡vaya broma! Si así fuera, las viviendas, en estos momentos, serían mucho más económicas; o los coches, que nos dicen que se venden menos, debieran abaratarlos. En fin. Ya sé que estoy caricaturizando, pero lo hago con el afán de ser más claro.

Si echamos un vistazo a las páginas de color sepia de los diarios –esas que hablan de economía– nos podemos dar una idea de hasta qué punto cobran vida las corporaciones, las empresas y todo lo relacionado con ellas, vean si no algunos titulares extraídos de dichas páginas: “Microsoft abre el melón de Internet”, debe ser que ya está en los postres de la operación; “Un oasis en la crisis del ladrillo”, con sus palmeritas y todo, como nuestra plaza de toros“; “Yahoo!, entre el lobo y el zorro”, ni qué decir tiene que la situación del “tal” Yahoo es comprometida, sugiero que pida socorro; “La fuga del dinero negro”, ya sabíamos que Alcatraz no era segura; “Las gafas españolas salen a ver el mundo”, quiero pensar que llevarán la camiseta roja, ¡la roja!. Todo lo anterior son titulares auténticos sacados de la prensa y, no se crean, aún los hay más llamativos. Pero si quieren estar a la última, como si fuera una moda, a la última de la última, lo más es: ¡Estagflación! (precios al alza y crecimiento a la baja) –lo he copiado literalmente del periódico–, aunque parece ser que la “palabreja” ya tiene la treintena de años, ¡para que nos fiemos de las apariencias!

Con todo este discurso un tanto atropellado e informal, pretendo, ante la avalancha de noticias inquietantes para el bolsillo, que seamos más cautos: En economía, los hechos tienen su autor, o varios. La crisis no ocurre así porque sí –de forma natural, como la lluvia o el viento–. ¿Qué sabemos nosotros de cómo se mueven los hilos en las voraces multinacionales?, ¿quiénes son los dirigentes de las grandes petroleras que marcan el “valor” del “crudo”?, ¿qué intereses tienen?... Por tanto, cuando nos digan que ha subido el precio de la leche, ¡por favor!, no, ¡la leche no se sube el precio!: serán las empresas, o los mediadores, o quién sea. Hablar en abstracto tiene el poder de difuminar, de enmascarar, de esconder a la persona o personas que toman decisiones trascendentes. Piense en los accidentes de tráfico, esta semana catorce, o veintidós, o treinta y nueve muertos… ¡son cifras!; pero detrás hay biografías: vidas, familias, dramas… No es verdad que sube la luz: El Consejo de Administración –con nombres y apellidos–, el Gobierno –con nombres y apellidos–, la Dirección –con nombres y apellidos–… ¡la suben!

En los municipios es más fácil el control porque las personas son vecinas. Así, si decimos que el Ayuntamiento sube los impuestos, sabemos que son el alcalde y concejales quienes toman la decisión. Pero si volamos más alto… ¡misterio! De modo que cuando usted vea que sube el precio del pan, de la carne, de los huevos, de la bombona de gas…, tranquilo, seguramente estará sufriendo un proceso de alucinación porque lo más seguro es que sea un repunte de los precios (“huevos al repunte”). O la inflación. ¡Maldita inflación!

Ya lo dice la estadística –ésta es otra–: Si usted se come dos pollos y yo ninguno, pues nada ¡alegría!, salimos a pollo por persona. ¿Y si me muero de hambre? Será al 50 %. ¡Salud!

Fdo. Francisco Tomás Díaz

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