Cartas al Director

Oportunidades perdidas. ¿Somos los primeros?

Existe una obra del genial escritor yeclano José L. Castillo-Puche, fallecido en 2004, titulada “El amargo sabor de la retama”, en la que hace una magistral exposición de los pueblos de “su comarca”, los que él conoció en su infancia y juventud. Nos describe con precisión cómo eran Yecla, Villena y Jumilla, también Pinoso y Caudete. Según él, Villena tenía “cierto aire como de pequeña capital”, porque “en Villena se veía moverse mucho a la gente, entrar y salir de los bancos y de los comercios, el pueblo estaba limpio y enlucido”. Para las poblaciones de la línea de la VAY Villena-Cieza así era Villena. Teníamos el mismo vino, aunque después no logramos tener Denominación de Origen como Jumilla y Yecla. Nuestras Bodegas Amorós, Hijos de Luis García Poveda y otras, a pesar de su decadencia, seguían facturando cantidades importantes a través de la estación de Villena y del puerto de Alicante. Los ciudadanos del Altiplano murciano, de las comarcas de L´Alcoià y la Foia de Castalla, los de Onteniente y la Vall de Albaida, si querían viajar, se veían obligados a hacer trasbordo en Villena, ciudad-enlace de los trenes de vía estrecha con los de vía ancha.
Además, teníamos una floreciente industria –la del calzado–, que creaba mucho empleo. Villena nunca alcanzó los niveles de Elda, pero mediado el siglo era un sector que nos proporcionaba categoría, sobre todo en comparación con las economías agrarias de la mayoría de comarcas citadas. Entonces, la economía del país no daba para más. Después nos vimos favorecidos por la creación del Internado de los Padres Salesianos (años 60), del Instituto de Enseñanza Media (años 70) y por la llegada de la Policía Nacional (años 70). Y todas estas y otras muchas oportunidades las fuimos perdiendo. Posteriormente vino el desarrollo y la globalización del mercado. No reaccionamos. No supimos poner en marcha los mecanismos para conseguir mejoras alternativas. Al contrario, casi siempre veíamos pasar la utilidad a otra población. Tal vez sería interesante crear un Ente local generador de ideas que ayudara a evitar esas “fugas”. Pero, en vista de cómo se solucionan últimamente los problemas, tendremos que conformarnos con lo que hay. Por ello, después de estos razonamientos, me atrevo a contestar a la pregunta del título: En un hipotético ranking de oportunidades perdidas, Villena ocuparía uno de los primeros lugares entre los pueblos de España.

No obstante, no deseo acabar bajo el signo del pesimismo. Villena, pese a todo, tiene una vitalidad desbordante. Hay ejemplos que muestran la pujanza de este gran pueblo: la reinauguración del Teatro Chapí, que es una muestra clara de la recuperación ejemplar de un bien cultural. Gracias al esfuerzo de 4 ó 5 empresas, los productos hortofrutícolas villenenses ocupan los primeros lugares en los comercios de España y Europa. Tenemos una importante producción de vinos de calidad (6 bodegas embotelladoras), que uniéndola a la oferta gastronómica y a la promoción de monumentos históricos y museos, se podría promocionar como turismo histórico y cultural. Todavía somos el primer centro productor de calzado infantil de España. Existe una rica y peculiar artesanía, siendo Villena el primer creador y productor de trajes festeros. Tenemos agua. 33 poblaciones, algunas de más importancia urbanística que Villena (Alicante, Elche o Elda) beben de nuestros acuíferos desde hace más de 100 años. Tenemos 346 km2 de término municipal en el que se pueden hacer autovías, vías, urbanizaciones, centros comerciales y polígonos industriales sin que se deteriore el medio ambiente.

Y lo más importante: Hay una juventud preparada que está expectante y deseosa de participar en la empresa común que debe ser la Villena del siglo XXI. La que queremos para los próximos 50 años.

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