Estación de Cercanías

Otro botón como muestra

Para acercar la lente y ayudar a visualizar de nuevo la evidencia. Que sea imagen de la necesidad. Que ayude a golpear la piedra de choque que en Villena significa el ocio. Desde esta ventana, y hace escasas semanas, ya les conté la experiencia que este verano pude tener con los locales, esos centros de ocio privados y peligrosos que son cualquier cosa menos centro de reunión acordes y convenientes con algunas edades.
La semana pasada este periódico publicó la carta de una vecina de Villena que manifestaba de igual modo sus hartazgo con lo que Villena le ofrece los fines de semana, y Rosa no tiene 15 años, ella pertenece a una franja de edad un poco superior, y con su corto escrito ha revuelto los foros, y ha provocado opiniones para todos los gustos, que en algún caso ponía de manifiesto la obligatoriedad de que seamos los ciudadanos los que tomemos cartas en este asunto, que está convirtiendo nuestra localidad en una ciudad fantasma que nada ofrece para la diversión y el entretenimiento que liberan cuerpo y mente, pues de la distracción que despierta la incredulidad y levanta las entretelas vamos servidos, de un tiempo a esta parte.

Y es desde ahí, desde esta pobreza de ofertas que preside nuestras horas de asueto desde donde nace la situación que de nuevo conecta la alarma, pues nada como la demanda para cuantificar la carestía, y nadie mejor que los monitores y responsables del Centro Juvenil Don Bosco que se vieron sobrepasados en sus expectativas como testigos.

El pasado viernes arrancaban con su nueva programación para el curso 2009/2010, y desde que a la 5 de la tarde abrieron sus puertas para las inscripciones de nuevos y anteriores socios, la respuesta ciudadana fue rotunda. El tiempo mínimo de espera en la cola para obtener una plaza fue de 45 minutos, y les puedo decir que el primer día agotaron las 120 que tienen para los mayores, y que para los más pequeños hay una lista de espera de 80 solicitudes. 80 padres que guardaron turno en busca de un lugar donde poder enviar a sus hijos los fines de semana que les aleje de la calle garantizándoles buena compañía y propuestas ajustadas a sus edades y preferencias.

Y no fue en la multitud donde pude ver la mendicidad existente, lamentable pero real, fue en la desaforada reacción de algunos de los no afortunados que succionados por la decepción llegaron a cuestionar la limitación de plazas que los organizadores de este club juvenil han establecido, recriminándoles el que no todos los solicitantes puedan entrar, equivocando totalmente la diana sobre la cual deben de dirigir sus agrios comentarios. Porque no son ellos, los miembros del Centro Juvenil, los que tienen la obligación de garantizar esta alternativa de fines de semana para niños desde 10 a chic@s de 18 años. Es justo recordar que los que hacen posible este oasis en el desierto, lo hacen desde el voluntariado y la privacidad. Que para garantizar una trasmisión en valores y relaciones conforme a su ideario y finalidad, es imprescindible ceñir el número de niños al número de voluntarios que como monitores se van a encargar de ellos. Qué nada se conseguirá si lastimamos al que aporta e ignoramos al que ignora intencionadamente, que aunque sean en apariencia bacinilla más asequible sobre la que verter las bilis de esta amarga situación, sólo podemos agradecerles su labor, e intentar que aquellos que son los que tienen el deber de lo común para todos, vean para su vergüenza, si les queda, que otro tipo de ocio escaso de medios pero repleto de trabajo es posible.

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