Los trabajos previos para la elaboración de los próximos presupuestos municipales, que el equipo de gobierno quiere aprobar cuanto antes, han puesto sobre la mesa, una vez más, la cara más cruda de la dura realidad. La práctica ausencia de ingresos derivados de la actividad inmobiliaria y constructora, especialmente por la finalización del pago de las tasas e impuestos por la construcción de la planta solar de los Alhorines, supondrá un drástico recorte en el presupuesto de ingresos de nuestro ayuntamiento, estimado en unos 5 millones de euros.
A pesar del voluntarismo del alcalde, que aspira a mantener todos los programas culturales, sociales, de desarrollo económico y medioambientales, resulta ciertamente complicado realizar tal gesta, a no ser que lo que se da por un lado se recorte por otro. Únicamente queda en el horizonte la esperanza de que el gobierno central eleve el techo de gasto para aquellos ayuntamientos que, como el de Villena, han logrado reducir su déficit, lo que permitiría un cierto alivio a los gestores municipales, y más aún sabiendo que nuestro ayuntamiento cuenta con un superávit de 4 millones de euros sin tocar, precisamente por esa limitación del techo de gasto impuesta por el gobierno.
No obstante, y en tanto no se confirme esa mayor holgura presupuestaria, anunciada pero no ratificada por el momento en el BOE, el panorama que se nos presenta para los próximos meses parece marcado por el circense más difícil todavía. Un ejercicio en el que, por más que se empeñen los propagandistas gubernamentales, pocos o ningunos serán los brotes verdes que veamos los ciudadanos, que tendremos que seguir apañándolas como podamos y capeando un temporal que está dejando a su paso demasiados náufragos a la deriva.
