Abandonad toda esperanza

Palabra de escritor

Abandonad toda esperanza, salmo 706º

Dada su profusión en los últimos años, abundancia de la que ya he dado cuenta en columnas anteriores, los libros que hablan de libros constituyen ya un subgénero del ensayo por derecho propio. Y uno de los clásicos contemporáneos de este corpus es Tocar los libros, entre otras cosas un recorrido por diversas bibliotecas personales -la propia y muchas otras ajenas- a cargo del escritor Jesús Marchamalo, que se publicó por vez primera en 2004 y que cuenta desde hace unos meses con una nueva edición revisada y ampliada. El escritor madrileño es ya toda una autoridad en esta temática, siendo también responsable de otros ensayos del ramo como Las bibliotecas perdidas o Los reinos de papel. Y en esta temática insiste en las páginas de este delicioso librito -pues es de formato bolsillo, literalmente- donde revela los entresijos de su relación con los libros en tanto que objetos materiales, escudriña en las bibliotecas (y los gustos literarios) de ilustres lectores como Alfonso Reyes, Guillermo Cabrera Infante o el inevitable Alberto Manguel, analiza los diversos métodos para organizar las colecciones librescas (recordando a algunos textos del añorado Georges Perec), y se ocupa de otros títulos afines escritos por críticos, libreros y otros letraheridos de diverso pelaje. También confiesa su método para deshacerse de quinientos libros, por si son ustedes también de los que empiezan a sufrir de problemas de espacio en casa ante el crecimiento exponencial de su biblioteca particular.

Jesús Marchamalo ha publicado varias obras sobre el mundo libresco

Otro reputado novelista, el vallisoletano Adolfo García Ortega, nos regala en Abecedario de lector un recorrido personal por la literatura universal de todos los tiempos; y por su forma de ver el mundo a través de las enseñanzas de los autores y los libros que han curtido su personalidad. De la primera entrada (“Abecedario”) a la última (“Zorro”), el autor de Pasajero K expone con sinceridad y fina ironía sus muchas filias y alguna que otra fobia de manera tan prístina que revela no tener ánimo alguno de eludir la polémica: manifiesta su querencia por Faulkner y Melville, así como su adoración a Joyce o el magisterio ejercido por Umberto Eco (otro que de una u otra forma se ocupó de los libros en más de una ocasión); pero quizá lo más interesante sea que rescate a autores como James Agee o Danilo Kis o nos descubra joyas como El viaje de invierno del citado Perec. Completa la propuesta un listado con todos los libros citados a lo largo del abecedario, que tal y como manifiesta el propio autor conforman lo que él considera una biblioteca esencial.

Un joven Georges Perec, quien siempre se preocupó por cómo ordenar las bibliotecas

También es un ensayo a cargo de un escritor, pero esta vez con una finalidad eminentemente práctica, el Manual para escribir una buena novela redactado por el escritor jerezano José Ruiz Mata. A lo largo de más de una veintena de capítulos, el autor de Megalitismo trata los diversos elementos que componen la concepción y la redacción de una novela: la historia que se pretende contar, la estructura narrativa, el estilo, el punto de vista del narrador, los personajes, el diálogo, las descripciones o la revisión final son solo algunos de los temas tratados; a los cuales se añaden unos epígrafes postreros que revelan al interesado qué hacer una vez dé por terminada su obra, así como unas reflexiones a propósito de los premios literarios y el mercado editorial.

José Ruiz Mata revela los entresijos de la creación literaria en su última obra

En resumidas cuentas: si tienen la firme propuesta de escribir una novela, en el manual de Ruiz Mata encontrarán una ayuda inestimable. Y una vez consigan publicarla e introducirla en el mencionado mercado editorial, ya se encargarán Marchamalo de clasificarla en su lugar correspondiente y García Ortega de enjuiciarla con criterio.

Tocar los libros, Abecedario de lector y Manual para escribir una buena novela están editados por Cátedra, Paidós y Berenice respectivamente.




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