Abandonad toda esperanza

Cortázar y los demás

Abandonad toda esperanza, salmo 789º

Ya les conté en cierta ocasión, al hilo de las reflexiones que el escritor argentino dedicó a la obra del poeta John Keats, mi visita a la llamada “Biblioteca Cortázar” que se conserva en las instalaciones de la Fundación Juan March en Madrid. Una visita aquella promovida por una mitomanía y un fetichismo que, a propósito de la figura de Julio Cortázar, comparto con alguien que en principio hizo lo mismo que yo y por razones bastante parecidas... Si bien él no se limitó a hojear algunos volúmenes muy contados tal y como hice yo, sino que acabó analizando con mayor detalle el grueso de dicha biblioteca -que excede con creces los cuatro mil volúmenes- y hasta acabó escribiendo un libro sobre ello.

Jesús Marchamalo (dcha.) también es autor de un cómic biográfico sobre Cortázar con dibujos de Marc Torices (izda.)

Ese alguien es Jesús Marchamalo, escritor en cuya producción podemos detectar dos intereses particulares a los que vuelve de tanto en tanto: Julio Cortázar y los libros. A modo de ejemplos que ya les recomendé en su momento, recordemos que al primero le dedicó un espléndido cómic biográfico que dibujó Marc Torices; y en cuanto a los segundos, eso que podríamos llamar metalibros, el más reciente sería Tocar los libros. Por lo tanto, era de lo más lógico que tarde o temprano ambas filias se uniesen en una sola creación, como la titulada precisamente Cortázar y los libros; un ensayo que la editorial Cátedra recupera ahora en una nueva edición y donde el escritor madrileño nos presenta al Julio Cortázar lector, el que leía a sus colegas (coetáneos o no) mientras tomaba anotaciones en los márgenes mediante las que discutía de tú a tú con aquellos en riguroso diferido.

Cortázar y Lezama Lima: dos escritores que sentían una gran admiración recíproca

Leyendo Cortázar y los libros, los lectores privilegiados nos acercamos a la biblioteca que el autor de Los premios dejó en su casa de la rue Martel de París tras su muerte, y que su viuda Aurora Bernárdez legó a la Fundación Juan March. Y descubriremos que pese a la amistad que le unía a Mario Vargas Llosa, no tenía demasiados libros del autor de La ciudad y los perros. Lo mismo ocurre con el otro pope del boom latinoamericano, Gabriel García Márquez, del que conservaba muy pocos títulos y de los que ninguno era, oh sorpresa, Cien años de soledad. Muy distinto fue el caso de sus grandes amigos Octavio Paz y Carlos Fuentes, a los que leyó tanto como trató personalmente; o el de su admirado José Lezama Lima, con el que mantuvo una larga y fructífera correspondencia y con el que intercambió Rayuela por Paradiso (vaya dos cimas no ya de las letras hispanas, sino de la narrativa postmoderna y experimental del siglo XX en cualquier idioma conocido o incluso desconocido). Por supuesto, también podremos contemplar multitud de dedicatorias, de las cuales muchas se reproducen en estas páginas; dedicatorias de las que la mayor parte son, por supuesto, auténticas, salvo -como mínimo- dos falsas: la (imposible) de Thomas de Quincey, y la de un Jean Cocteau escritor y cineasta que con un ejemplar de Opio (dedicado por algún amigo, o incluso por el propio Cortázar, a modo de broma) le introdujo en la fascinación por el séptimo arte a través de El acorazado Potemkin y el cine de Luis Buñuel.

Cortázar con el escritor mexicano Carlos Fuentes y el cineasta español Luis Buñuel

Precisamente a la relación del autor de Las armas secretas con el audiovisual está dedicado Cortázar y el cine, un volumen en el que Jordi Puigdomènech repasa dicho vínculo tanto en su vertiente activa como pasiva. Esto es: en su interior se da cuenta en primer lugar de la cinefilia de un Cortázar que admira el cine del citado Buñuel y el de otros cineastas que también empezaron su carrera en la etapa del cine mudo (caso de John Ford, Fritz Lang o Carl T. Dreyer); tanto como el de contemporáneos suyos a cuya obra se acerca con curiosidad: principalmente epítomes del considerado cine europeo de autor como Fellini, Bergman, el primer Polanski, el temprano Bertolucci o nuestro Gonzalo Suárez (al que trató en persona en repetidas ocasiones), pero también a realizadores veteranos que siguen todavía en activo como Paul Verhoeven o Woody Allen.

Manuel Antín (izda.) dirigió tres películas basadas en relatos del escritor argentino

Después de fijarse en cómo Cortázar ve el cine, el autor se fija en cómo el cine ha visto a Cortázar: el recorrido parte del cine de Manuel Antín (precursor en esto de adaptar sus relatos, y reincidente hasta en tres ocasiones) hasta llegar a producciones más recientes (y poco vistas por aquí) como La noche boca arriba o Historias de cronopios y de famas; pasando por títulos tan emblemáticos (y libérrimos) de la historia del cine como el Blow-Up de Antonioni (según el cuento, aparentemente inadaptable, “Las babas del diablo”) o Weekend del recientemente desaparecido Jean-Luc Godard (inspirado, o así, en “La autopista del Sur”); así como Mentiras piadosas de Diego Sabanés, a la sazón responsable del prólogo.

Un fotograma de “Blow-Up”, inspirada en el cuento “Las babas del diablo”

Para terminar, Cortázar y el cine se cierra, además de con una entrevista con su tocayo el realizador Julio Ludueña, con una retahíla de breves ensayos sobre películas que de una forma u otra pueden entenderse como aproximaciones a la estética cortazariana: algunas tan obvias como La conversación de Francis Ford Coppola o Impacto de Brian De Palma (no en vano nacen de la citada Blow-Up), o incluso Bird de Clint Eastwood (que evoca al magistral relato “El perseguidor”, Charlie Parker mediante); otras bastante más peregrinas como mi adorada Mulholland Drive (a modo de representación del cine de David Lynch, tan abierto a interpretaciones varias como los cuentos del autor de Bestiario). Pero independientemente de que se esté de acuerdo o no con sus aseveraciones, el presente se me antoja un libro de lectura fundamental para los admiradores del legado de Julio Cortázar; lo mismo que el librito, pequeño en tamaño pero grande en capacidad de evocación, que firma Jesús Marchamalo. Ahora solo queda que algún especialista se decida a escribir Cortázar y la música, o más específicamente Cortázar y el jazz, para tener la trilogía al completo.

Cortázar y los libros y Cortázar y el cine. Escribir en imágenes están editados por Cátedra y JC respectivamente.

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