Cartas al Director

Pan, trabajo, techo y dignidad

“¿Por qué estás aquí, en la marcha por la dignidad?” —le preguntó a una mujer sexagenaria un joven participante—. “¿Que por qué estoy aquí? Porque no podemos quedarnos impasibles ante lo que está pasando: nos quitan los derechos, nos quitan el empleo, nos quitan la vivienda si no pagamos la hipoteca, nos recortan en educación, en sanidad, en dependencia, en medidas contra la violencia machista… nos están quitando la dignidad y así no podemos vivir. Por eso estoy aquí” —contestó la mujer—.
El sábado 21 de marzo, un autocar salió de nuestra zona geográfica para unirse a las Marchas por la Dignidad que confluirían en Madrid, a las 6 de la tarde, con las 9 columnas de marchas con personas procedentes de las distintas zonas de nuestro país; algunas personas llegaban caminando desde sus respectivas ciudades, alejadas de la capital, pernoctando en polideportivos o centros sociales, aguantando viento y lluvia; otras lo hacían desde distancias más cercanas. Cada quien como quiso o como pudo, pero todas ellas con un común objetivo: protestar por la situación de crisis y marginación social a la que nos han llevado las políticas impuestas por la Troika y el gran capital. Políticas que solo han servido para llenar los bolsillos de los más poderosos, empobreciendo al resto de la población hasta el punto de sumir en la indigencia a las personas más vulnerables.

Tras la convergencia de las 9 columnas de las Marchas por la Dignidad en el lugar previsto, la plaza de Colón, personas de todas las edades y procedencias corearon al unísono “que no nos representan” así como algunos calificativos poco o nada edificantes contra quienes nos gobiernan, ya sea con representación parlamentaria o sin ella.

En nuestro autocar, imagino que como en cualquier otro, viajábamos un variopinto grupo de personas pertenecientes a partidos políticos, asociaciones ciudadanas, sindicatos… o simplemente personas indignadas y preocupadas por la situación presente y por el futuro que nos espera de seguir así. Y como dato curioso, añadir que viajaba una joven pareja de recién casados: habían contraído matrimonio el día anterior. Una joven pareja comprometida y solidaria con sus semejantes.

Cuando desde los poderes dominantes soplan vientos de individualismo, miles de jóvenes han reaccionado y han decidido tomar partido, comprometerse y luchar por la dignidad a la que todo ser humano tiene derecho, tal como reconoce en su artículo 1º la Declaración Universal de los Derechos Humanos.

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