Cartas al Director

Papá Noel y los Reyes Magos también

Asistimos a tiempos en los que la sensibilidad y las buenas maneras van perdiendo turno en provecho de tecnologías, prisas, glorias rápidas, famosos compulsivos y destellos de falsas estrellas que iluminan no sabemos qué. En este concierto en el que la ciudadanía se diluye en el consumo es propicio el engaño masivo y la impostura. Los mitos dejan de serlo para convertirse en reclamo publicitario; el sentido religioso ha perdido su fe en favor de El Corte Inglés o Carrefour. Aleccionados convenientemente en este nuevo “orden mundial” en el que el consumo es la nueva religión, los adoradores, es decir la población, se inclina –nos inclinamos–, ante el nuevo coche, la ropa o los zapatos, por poner un simple ejemplo.
Hace tiempo que la imaginación y la sorpresa andan algo descarriadas. La famosa carta a los Reyes Magos se ha transformado en el catálogo de Juguettos, en el que las palabras se cambian por la imagen del producto, con sus colores, formas, detalles… ¡y precio! Adiós a la ilusión. Y en esas estamos.

En plena era de influencia norteamericana, los iconos –religiosos o no– de nuestra cultura se ven suplantados por los de más vigor publicitario. Es así como llegamos a adoptar “naturalmente” la figura de Papá Noel y casi olvidando a los “viajeros regios”. Es así, también, como se conforma la nueva “cultura” de lo importado y que hacemos nuestra como si tal cosa. Por tanto, los referentes tradicionales pierden interés en favor de los recién llegados, además lo nuevo se rodea de un aire de “glamour” que, en cierto modo, choca con lo ancestral, con lo de siempre. Opino que los Reyes Magos tienen perdida la batalla ante el empuje demoledor de Papá Noel, solamente los salva el hecho de, aún, ser un referente para los regalos, es decir, se van librando gracias al reclamo consumista que tienen.

Es fácil oír en muchas casas que los regalos “vienen en Papa Noel”. ¡Ay, mis queridos Reyes Magos! Jamás, jamás podréis competir con quien sólo viste de rojo y blanco y una barba blanca. Vosotros, los Reyes Magos, para empezar sois tres, cada uno de una manera, con una ropa diferente y rica, con barbas blancas y negras, y para más INRI ¡uno es negro! El colmo. Arrojad la toalla. No hagáis más agónica la situación. Dice el periodista Enric González, en el diario El País del domingo 9 de diciembre, que el invento del Papá Noel barbudo y rojo fue un gran éxito publicitario de Coca-Cola, a partir de la tradición cristiana de San Nicolás. Les recuerdo, por si lo habían olvidado, que Coca-Cola es un producto “made in USA”.

Llega la Navidad y las bombillitas, o lo que sea, iluminan las calles, y de paso iluminan nuestra mente y nuestro bolsillo para que no decaiga la fiesta. Bienvenida la Navidad. Hay voces por ahí, fíjate, que ya empiezan a quejarse de que, cada vez más, se colocan antes las luces, se adornan los escaparates, se oyen villancicos, se anuncian colonias, se exponen los turrones en las estanterías de los supermercados…, hay gente que empieza a sentirse demasiado acosada por el “espíritu navideño”. Todo el mundo sabe que la lotería de Navidad se vende desde el verano. Será para ir haciendo boca.

Pero, con todo lo expuesto, sigo siendo optimista. Mejor dicho me propongo ser optimista. Quiero pensar que los Reyes Magos todavía siguen siendo magos. Que van repartiendo juguetes y regalos por todas las casas, unas veces acertando y otras aproximándose. ¡Qué le vamos a hacer! Para los más pequeños es incomprensible que en una sola noche les dejen los regalos a todo el mundo. Para mí, también. Por eso son magos. Y por eso, si perdemos la poca magia que aún nos queda, podemos padecer una sobredosis de realidad que abotargue la imaginación y la fantasía. Si los niños y niñas son quienes eligen los juguetes en la propia estantería del comercio, seguramente evitaremos disgustos, pero habremos perdido una buena oportunidad de redimirnos de lo cotidiano y vulgar.

Abogo por no perder la costumbre, la de los Reyes, digo. No por un sentido religioso estricto, que en esto cada cual con su pan se lo coma, sino en el de cierta inocencia todavía no devorada por las prisas y el agobio. Cuando era niño, les pedí a los Reyes Magos un balón de reglamento –así les llamábamos a los balones de cuero–, y los Reyes me trajeron uno de goma. Supuse que no habían leído bien mi carta. Nada más. El balón de goma, por cierto, dio mucho juego en la calle.

Del carbón… ni hablamos ahora.

Fdo: Francisco Tomás Díaz

(Votos: 0 Promedio: 0)

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Botón volver arriba