Viéndolas pasar

¿Pitoniso?

Hace unos días, un buen amigo decía que yo era un “pitoniso” por haber acertado varios resultados en una competición de golf en la que participamos, todo sea dicho de paso, una quincena de aficionados villeneros. No, no creo que tenga dotes de adivino sino más bien, un pensamiento objetivo que no se deja influir demasiado por los deseos subjetivos y mucho menos por los de las demás personas. Podría decir sin rubor que soy un “libre pensador”, por más que le pese, o no se lo parezca, a algunos amigos de foro.
Quien haya leído mis columnas desde la primera hasta aquí, recordará con toda probabilidad la segunda de ellas, en las que narraba de forma peculiar un viaje de regreso que acababa de hacer desde Portugal. Aquella columna terminaba mencionando el tercer instituto, el centro de ocio de la plaza de toros y el soterramiento, recordando que en la provincia de Albacete hay un pueblo conocido como el de las tres mentiras.

No voy a emplear la palabra mentira porque me parece impropia de mí, pues pretendo mantener un clima de debate y conversación abierta con cualquiera que se preste a ello, dándome lo mismo su pensamiento político, edad o sexo.

Hubo un comentario en aquella columna, en los foros de la misma, que me llenó de satisfacción y me quedé con la frase: “Interlineado fino”. ¡Premio! Me sentí muy bien porque mi intención era y es escribir diciendo todo lo que pienso, por duro o tibio que sea, pero dejando siempre abierta alguna puerta al diálogo. Puertas que, con seguridad y con toda razón, encontraría cerradas si mi “libre pensamiento” se basase en el insulto y la descalificación permanente de aquel o aquella a la que pretendo incitar a la reflexión y –sueños, sueños son– a la rectificación.

Ardua labor tenía y tengo por delante y detractores no me han faltado, ni me faltan críticas ácidas y muchas no constructivas. Pero yo soy un tío positivo en este sentido y sigo y seguiré mientras observe que por cada uno que desea que baje unos peldaños en mis críticas para introducir adjetivos gruesos, hay tres más que aplauden mi apuesta.

Esto me ha llevado a poder hablarme con absoluta naturalidad con muchas personas, a poder decir que entre la gente con la que me relaciono impera la pluralidad en cuanto a ideología política. Sin haberlo premeditado, me he encontrado con un tesoro entre las manos, al menos así me lo parece. Se trata de la posibilidad de poder conocer en mayor o menor grado de profundidad, la “otra parte de la verdad”. Si está comúnmente aceptado que para conocer la Verdad, en mayúsculas, cuando dos discuten, hay que conocer ambas versiones, aquellos y aquellas que, con seriedad, desean saber cuál es la verdad, estarán de acuerdo conmigo cuando digo que he encontrado un tesoro.

¿Qué tiene todo esto que ver con aquella columna mía? Pues desde mi punto de vista, bastante. Han pasado tres años de legislatura, estamos a menos de uno para que se celebren elecciones y sería bueno, no sólo para los que gobiernan ahora sino para quienes lo hagan a partir de la primavera próxima, que hiciesen una reflexión y rectificación en las estrategias políticas.

No podemos dejar para el último día los deberes de todo un curso pues nos arriesgamos a que, por cualquier imprevisto que tengamos, se nos queden sin poder hacer. Si además, nuestros deberes son las promesas gracias a las cuales arrebatamos, legítimamente, desde luego, pero contra todo pronóstico, el gobierno a quien nos precedió, el tema se convierte en algo más grave y difícil penitencia.

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