Cartas al Director

Políticas de izquierdas y de derechas

El éxito de la dicotomía derecha-izquierda se debe sin duda a que nos afecta mucho lo que describen esas dos palabras: Cada una de las mitades de nuestro cuerpo, en las que hay órganos vitales o esenciales, algunos únicos como el cerebro, el corazón, el hígado o el estómago, y otros por duplicado, oreja, ojos, manos etc.
Sin embargo, la aplicación de los términos derecha e izquierda a la política no tiene nada que ver con la parte orgánica del cuerpo, ni siquiera con la parte espiritual del ser humano. Tampoco han significado siempre lo mismo, pues su origen está en una cuestión tan anecdótica como casual: curiosamente los primeros políticos de izquierdas fueron burgueses que, en los momentos previos a la Revolución Francesa de 1789, ocuparon las tribunas de la izquierda en la Asamblea Nacional, frente a los miembros de la nobleza, que ocupaban las de la derecha de aquella cámara.

En la deriva histórica de dos siglos largos, la denominación se ha ido adaptando a las circunstancias de cada momento, de tal modo que la burguesía acaba identificándose como derecha, mientras que la izquierda identifica al movimiento obrero y aún, dentro de cada lado, se establecen grados que van desde puntos de concurrencia en la moderación democrática, hasta los respectivos extremos autoritarios que, en su radicalismo, llegan a tocarse de nuevo, como si se tratara de un círculo: recordemos al efecto los acuerdos entre Hitler y Stalin en plena guerra mundial.

Ahora bien, ¿qué sentido tiene hoy hablar de izquierda y derecha políticas? Hay quien lo niega por completo y se llega a afirmar que tal distinción se derrumbó a la misma vez que el Muro de Berlín; personalmente creo que ambos términos tienen hoy un valor de referencia histórica, más que de contenido real, porque en los tiempos de la globalización, cuando la economía ha alcanzado un protagonismo que obliga a los Estados a desarrollar su actividad condicionada en buena parte por el mercado, la mera adscripción de un Gobierno a la derecha o la izquierda no es significativa. Basta con mirar a la Unión Europea, donde confluyen gobiernos de distintos signos y sin embargo se adoptan políticas de consenso que deberán aplicarse por igual en los Estados miembros con Gobiernos de derecha e izquierda. Lo que interesa al ciudadano de hoy es alcanzar un clima social que les permita mejorar sus condiciones de vida diarias, dentro del marco constitucional en el estado social democrático de derecho que proclama la Constitución Española.

En la actualidad no hay mucho tiempo para perder en discusiones huecas, pues lo necesario es abordar y resolver los múltiples problemas reales que la ciudadanía y los ciudadanos tenemos que afrontar a diario, y dejar de hacer ridículas mociones en los plenos “de si la medalla de Franco, que si las bolsas de plástico”, etc. Habría que recordarle al portavoz socialista que el PP se encuentra haciendo lo mismo que ellos anteriormente hacían. Creo que el Sr. Carlos Beltrán se equivoca de política, pues debería interesarse más a diario por el empleo, salud, educación, vivienda para los jóvenes y menos jóvenes, justicia, etc., y ese abordaje hay que hacerlo tanto desde la izquierda como desde la derecha, atendiendo las necesidades concretas de los ciudadanos, donde la moderación, la sensatez y la eficacia de las soluciones políticas den sentido a los partido, o sea, que necesitamos un cambio de las promesas electorales de campaña por un trabajo permanente al servicio de los ciudadanos. Durante estos meses de intensa actividad política en el Congresos de los Diputados, he observado a Rosa Díez, primera diputada del nuevo partido UpyD, una prueba evidente de que algo importante está cambiando en la política española.

En esa línea, bajo la premisa irrenunciable de la democracia, con la firmeza y a la vez la moderación precisas, es por donde se pueden alcanzar las mayores cotas de progreso y bienestar, pues estamos convencidos de que es un objetivo posible que puede alcanzarse con la unión de los ciudadanos y ciudadanas que, sintiéndose de derechas, de izquierdas o de cuerpo pleno, están dispuestos a fijarse más en los contenidos de la acción política que en las anticuadas etiquetas “izquierda” y “derecha” que ya sólo rotulan recipientes vacíos.

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