Cultura

Preámbulo de Carnaval (y II)

Ya hablamos de cómo la práctica teatral, durante siglos prohibida por la Iglesia, volvió a renacer precisamente dentro de las iglesias. Con uso didáctico los clérigos mostraban a sus fieles los misterios de la fe. Así se desarrollaron las Maitines y más tarde los Milagros y los Misterios, entre otros. Las escenificaciones religiosas dentro de las iglesias dieron paso a otras representaciones de origen profano, los juegos de escarnio (con sermones grotescos, canciones lascivas, etc.) que aunque con gran éxito de público consiguieron varias amonestaciones por parte de los poderes fácticos como se puede comprobar en el Concilio de Toledo del 589.
El problema fue que la popularidad del teatro profano se les había ido de las manos, hasta el punto que creyendo no aconsejable volver a prohibir su práctica se decidió sacarlo de los recintos sagrados. De este modo los arcos de entrada a las iglesias se convirtieron en el decorado y sus escalinatas en el escenario. Aunque pronto se tomarían los más insospechados espacios para realizar las representaciones: plazas, claustros e incluso cementerios. Como es lógico las representaciones se fueron sofisticando. El problema de los cambios de decorado durante la representación tuvo dos soluciones: el uso de espacios simultáneos –tal y como comentamos que ocurre en nuestros belenes– y el uso de carros que transportaban los decorados y se detenían en un determinado punto para representar la escena –carros también llamados naves, de donde surgirá el término Carnaval–. Cada uno de los espacios simultáneos tomó el nombre de mansión y representaban lugares como El Paraíso o El Infierno.

Pero si nos centramos en el uso de naves, carros, cargados con escenografías, adivinamos el germen de los desfiles de carrozas. Para la confección de los decorados en Italia se contó con la contribución económica de personas adineradas, mecenas, quienes convirtieron el evento casi en una competición en la que no escatimaban en el presupuesto con tal de que su carroza fuera la más fastuosa, exhibiendo así su poderío. Si añadimos a esto la evolución del teatro italiano hacia la Commedia dell’ Arte cuyos personajes vestían coloridos atuendos y ocultaban sus rostros tras unas máscaras, conseguimos un detallado perfil del carnaval actual. Las claves: el disfraz, la carroza u objeto simbólico y la crítica irónica dirigida generalmente hacia las altas jerarquías. Como ven, para un amante del teatro, bastan justificaciones para reivindicar la celebración del carnaval. Una fecha que pese a su gran importancia a lo largo y ancho de nuestro país, goza de más bien poca atención en nuestra Villena. No es cosa de obligar, aunque nunca está de más solicitar apoyo, pero sí es necesario llamar la atención sobre este hecho, alentar a la celebración popular del Carnaval, un juego divertido, creativo y económico.

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