Presión urbanística
Creo que los españoles somos un tanto especiales, como muy nuestros, diría. Unas veces pienso que nos creemos el ombligo del mundo y es algo que cuando uno sale de viaje por el extranjero, lo nota y se lo hacen notar.
Un amigo me decía que los españoles sólo nos preocupamos de lo que sucede del Estrecho de Gibraltar a Pirineos y del Mediterráneo a Fuentes de Oñoro. Me ponía como ejemplo los mapas que utilizan los hombre y mujeres del tiempo en los informativos. Por regla general, Portugal aparece en gris, como desactivado, como si no existiese y el resto del mundo
pues ni aparece, así de simple. Si esto ocurre con el mapa del tiempo, qué no ocurrirá con el resto de información. Pues llega, sí, pero ni punto de comparación con la abundancia que cualquier informativo portugués habla de lo que acontece en España, y si no queremos centrarnos en este país vecino, basta comparar nuestros informativos con los de CNN o los de cualquier otra cadena internacional como Ski News, etc.
No es que un servidor sea ciudadano del mundo, ni siquiera un gran conocedor de lo que hay allende nuestras fronteras, apenas salgo de la patria y cuando lo hago, suele ser a los mismos lugares. Pero no dejo de observar estos y otros detalles y me pregunto en ocasiones si, como yo, otra mayoría de gente se siente informada de forma suficiente con lo que leen y oyen en los medios de comunicación habituales. Si esto es así, no me sorprende que se establezcan relaciones viciadas como las que, por ejemplo, se han establecido entre la Generalitat Valenciana, gobernada por el PP, con la presión y especulación urbanística. Vistas las cosas como nos las cuentan desde algunas posiciones interesadas, parecería lógico que cualquiera, a la vista del estado actual de nuestro litoral y pre-litoral, concluyese estando de acuerdo con esa superficial opinión generada, casi, de forma artificial.
No, no es el negocio urbanístico una exclusiva de nuestra comunidad autónoma, mucho menos lo es del PP, tampoco del PSOE por más que coincidiese bajo su mandato el inicio del boom constructor en la costa. Un país, Portugal, tan poco sospechoso de ser pepero, se ha apuntado a esta forma de negocio apostando muy fuerte, para su supervivencia, por la atracción del turismo. Un turismo que, como las habas, está contado, y es claro que el trozo de la tarta que se coman los lusos será un trozo menos del que nos tocará a nosotros. Conviene recordar que el turismo es el principal impulsor de nuestra economía, junto a la construcción, que realizan una importantísima e imprescindible, al menos a medio plazo, aportación al PIB tanto de la comunidad como del país.
Por afición he recorrido los resorts turísticos de la zona de Lisboa y de allí hasta la mitad al norte del país luso, desde el Alentejo hasta Coimbra, es impresionante lo que se está llevando a cabo en cuanto a urbanizaciones, zonas de ocio con grandes pistas de equitación, golf y caza, entre otros atractivos. ¿Qué piensan por aquella zona? Pues de todo habrá, supongo, pero a mí me han transmitido que en un país con una previsión del 0% de crecimiento económico, esto huele a pan recién horneado. Es como decirle a China que se quede quieta, que deje de consumir petróleo y no contamine, es como decirles que sigan siendo pobres para que nosotros podamos prolongar un poco más nuestro bienestar. El planeta se calienta, desde luego, pero no me parece viable enfriarlo sin provocar una pulmonía a los de siempre.