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Profesport: Hábitos para el cáncer de próstata

Hacer deporte y comer sano reduce el riesgo de sufrir cáncer de próstata, aumentando ese riesgo, por el contrario, con la obesidad en hombres. A partir de los 50 años, edad en la que existe una mayor tendencia a que aparezca, el hombre debe acudir al urólogo como mínimo una vez al año para someterse a revisiones prostáticas, con lo que, con un diagnóstico a tiempo, las probabilidades de curación aumentarán en un 90%. En casos de familiares (padre, abuelo, hermano) con cáncer, esta edad incluso se debería adelantar a 45 años, porque hay probabilidades más altas de padecerlo.
El doctor Antonio Campos afirmaba recientemente que “el exceso de grasas y el descuido en la alimentación no es favorable para este órgano. Es muy aconsejable realizar ejercicio físico porque ayuda a eliminar los excesos que se acumulan en nuestro cuerpo y, además, optimiza el funcionamiento endocrino. Pero eso no quita para que todos los hombres estemos obligados a realizarnos un chequeo anual a partir de los 45-50 años”. Campos también afirmó que “la obesidad influye mucho en la aparición de tumores u otras afecciones, ya que supone una acumulación de grasas inadecuadas que no se queman ni consumen, y que con el tiempo producen la aparición de enfermedades”.

Existen ya numerosos estudios que hablan sobre la influencia de la intensidad y la frecuencia de la actividad física en la aparición de tumores. Según el Doctor Campos, la población debería practicar deporte entre tres y cuatro días a la semana con una intensidad media o moderada, en función del sujeto.

En cuanto al tipo de ejercicio recomendado, la American College of Sports Medicine recomienda alternar el ejercicio aeróbico con un trabajo muscular de fuerza-resistencia en un marco psicosocial saludable. Esta prescripción general puede extenderse a pacientes con cáncer y, concretamente, a los pacientes con cáncer de próstata, a partir de programas donde el ejercicio físico se adapte a los casos de fatiga, náuseas, citopenias, metástasis y/o depresión.

Las particularidades de cada enfermedad, patología o lesión deben tenidas en cuenta por el profesional que dirige programas de ejercicio físico saludable para este tipo de población.

En lo que respecta a entidades públicas o privadas de carácter socio-sanitario, la promoción de terapias que ayuden a prevenir este tipo de patologías o a amortiguar los efectos de un tratamiento, deben ser una prioridad para mejorar los niveles de calidad de vida y el bienestar de este tipo de pacientes.

Una vez más, la puesta en práctica de hábitos de vida saludable no sólo aumentará la probabilidad de disfrutar de una vida más longeva, sino que aumentará la calidad de vida en esos años vividos. Comer sano, equilibrado y en la cantidad adecuada, así como una dosis adecuada de actividad física que mantenga nuestra salud a raya, serán aspectos esenciales para conseguirlo.

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