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Profesport: ¿Para qué sirve el dolor?

Deporte, ejercicio físico y dolor tienen una relación que tiene que ver directamente con la tolerancia de nuestro cuerpo al estrés al que le hayamos sometido. La comprensión de este concepto y su contexto es fundamental para saber cuándo hemos de vigilar y buscar el motivo del dolor y cuándo hemos de dejarlo pasar.
Según indica Roberto Sánchez, entrenador personal, este mito ha dado pie a que un número importante de gente que practica ejercicio lo haga en exceso, hasta la extenuación, facilitando la aparición y desarrollo de cantidad de lesiones y provocando que el ejercicio se convierta en algo poco placentero, lejos de lo que es entendido como fluir, o lo que es peor, que se lleguen a distorsionar esas señales de dolor y se interpreten como algo placentero y, consecuentemente, beneficioso. De ahí que también estén muy arraigadas otras creencias del tipo “si no duele es porque no has trabajado bien” -sobre todo cuando se trabaja analíticamente- o “las agujetas son buena señal”.

Para empezar, según la RAE el dolor es una sensación molesta y aflictiva de una parte del cuerpo por causa interior o exterior. Marta García, médico especialista en Anestesiología, afirma que “el dolor es básicamente un sistema de aviso muy complejo y sofisticado. Capaz de transmitir información de forma muy precisa, nos avisa de que algo no funciona bien o nos alerta de algún peligro, y con ello intenta asegurar nuestra supervivencia. De hecho, el dolor es una herramienta evolutiva de los seres vivos más evolucionados. Además, como todos sabemos, tiene como característica principal que es una vivencia o sensación desagradable. ¿Por qué? Pues porque es la forma que tiene nuestro cuerpo de asegurarse (o al menos intentarlo) que vamos a evitar aquello que nos está causando el dolor”.

¿Y cómo funciona este sistema de aviso? El dolor y toda su fisiología dependen del sistema nervioso. Para hacerlo más comprensible, existen unos “vigilantes” (receptores) encargados de detectar todo aquello que puede ser perjudicial para nosotros. Cuando detectan algo dan la señal de alarma activando un “interruptor”. De este interruptor sale la información a través de los nervios por donde viaja de forma rapidísima. La información llega a diferentes sitios en cada situación. A veces llega a centros de procesamiento más sencillos (médula espinal) que generan repuestas también más sencillas y automáticas. Otras veces, llegan a centros de procesamiento complejos (cerebro) ya que las respuestas requeridas serán más elaboradas y complejas, implicando actos conscientes. Y todo ello encaminado a evitar la causa del dolor y así asegurar nuestra supervivencia.

Entonces, ¿por qué disfrazamos algo para lo que biológicamente estamos diseñados? Porque normalmente interfieren en él multitud de factores: psicológicos, sociales, personales, culturales, etc., que modifican tanto su vivencia como las respuestas que provoca. Ahora bien, una cosa bien diferente al dolor es la sensación de sufrimiento o de cansancio, que sí puede estar condicionada por cuestiones subjetivas. La cultura del esfuerzo es importante, pero hay que diferenciarla de un aumento de riesgo de lesiones camuflado bajo ese paraguas. Para mantenerse en forma, para disfrutar de una salud y bienestar excelentes, incluso para la mejora del rendimiento físico, el dolor no es necesario.

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