Abandonad toda esperanza

Profetas en tierra extraña

Abandonad toda esperanza, salmo 185º
Dado que nuestro tiempo libre es limitado y que por tanto es un asunto con el que no se juega, tenemos la tendencia de apostar sobre seguro y seleccionar nuestras lecturas guiados por el conocimiento previo de sus autores: un talento confirmado es la mayoría de las veces garantía de un mínimo de calidad. Pero también es cierto que eso nos escatima el placer de descubrir joyas de forma inesperada y de volver a sentir la efervescencia ante lo desconocido: ¿cómo se sintieron acaso, hace ya varios lustros, los que sin saber nada de Carlos Giménez, Abulí o Bernet leyeron por vez primera Paracuellos o Torpedo?

Como el mercado editorial español es un reflejo de sus lectores y desconfía muchas veces del talento autóctono, un gran número de los más talentosos autores jóvenes de nuestra geografía terminan emigrando a Francia con sus proyectos bajo el brazo; este es el caso de tres obras que acaban de traducirse y publicarse en nuestro país y que bien merecen toda atención.

Es el caso de Sandra, de Santiago Arcas, un relato fantástico repleto de magia y humor negros, de santería y de combates sobre el ring, protagonizado por tres encarnaciones -adulta, niña y fantasma- de una misma mujer, Sandra Portuondo, campeona de lucha libre femenina. En sus páginas el lector se sumergirá en una peripecia que arranca y culmina en las islas Pato, pasando por el mismísimo Infierno, repleta de sorpresas y giros inesperados.

Más redonda todavía que la obra de Arcas me parece La isla sin sonrisa, de Enrique Fernández, un autor que ya deleitó a los lectores con su versión de El mago de Oz de L. Frank Baum. En esta ocasión nos ofrece una fábula maravillosa, un emotivo cuento que bebe tanto de la literatura de aventuras al estilo de Stevenson o London como de las producciones de animación de Disney o, sobre todo, del genial Hayao Miyazaki, sobre la amistad entre un hombre prisionero de su propio dolor y una niña que vive en su particular universo fantástico, todo ello en el marco de una isla poblada por los familiares de los marineros que esperan el regreso de estos con el corazón en un puño. Una delicia para todos los públicos narrada con un estilo gráfico deslumbrante.

Lejos de estos escenarios exóticos se desenvuelve la primera entrega de Ken Games, de José Robledo y Marcial Toledano, autores a los que tenía claro que había que seguir con atención desde que degusté los relatos cortos recopilados en Monitocadáver. Esta pareja apuesta ahora por las distancias largas con una trilogía de álbumes acerca de otros tantos amigos que viven en una mentira constante: un matemático, un empleado de banca y una profesora de educación primaria que al parecer ejercen también como boxeador, jugador de póker y... ¿asesina a sueldo? Un arranque de lo más sugerente que promete una reflexión sobre la identidad sin renunciar a la acción más trepidante.

Y para placeres inesperados, los Papeles inesperados de Julio Cortázar -otro que acabó siendo forastero en Francia- recientemente publicados por Alfaguara. Pero de este y de otros textos inéditos ya les hablaré en una futura ocasión.

Sandra y La isla sin sonrisa están editados por Glénat; Ken Games está editado por Diábolo Ediciones.

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